Estos acróbatas, temerarios gimnastas o, simplemente, locos, hacen las piruetas más peligrosas en lo alto de un edificio, boca arriba y saltando. Desafían las leyes elementales de la física y quizá también las del sentido común. En cualquier caso, está claro que no dejan indiferente a nadie y dotan de vida a los anodinos edificios de los suburbios.
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