Fuente: ITAR-TASS
El 3 de febrero, alrededor de las 11:40 hora de Moscú, el estudiante de 10º curso Serguéi G. entró en el edificio de su escuela en el distrito moscovita de Otrádnoe llevando en sus manos una carabina de caza y un rifle de pequeño calibre. En la entrada de la escuela hay torniquetes de control de paso, aunque recientemente habían renovado las tarjetas y todavía no las habían repartido entre los estudiantes, de modo que los torniquetes no funcionaban. Sin embargo, el vigilante de seguridad tuvo tiempo de bloquear la entrada al ver al adolescente llegar con las armas. Entonces, Serguéi G. le apuntó con su arma y le exigió que le llevara al laboratorio de biología.
El vigilante, que según la legislación rusa no está autorizado a llevar armas de fuego, únicamente pudo pulsar el botón de alarma para llamar a la policía. Después se vio obligado a obedecer las exigencias del atacante.
Al entrar en la clase, Serguéi disparó a Andréi Kirillov, profesor de geografía y biología de 30 años de edad. El delincuente le dio en el estómago, se acercó a él, le preguntó si estaba vivo y al oír una respuesta afirmativa, le disparó en la cabeza.
Serguéi tomó como rehenes al resto de alumnos que habían quedado en el laboratorio. Cuando la policía llegó al lugar, el adolescente comenzó a disparar desde la ventana del laboratorio. Un policía resultó herido y un sargento de 38 años murió a causa de las heridas.
Al lugar de los hechos llegaron refuerzos de la policía y un helicóptero aterrizó en el patio de la escuela. A las negociaciones se añadió al padre del atacante, el cual entró en el edificio de la escuela llevando un chaleco antibalas. Serguéi aceptó dejar salir a los rehenes y finalmente fue detenido por un equipo de respuesta rápida. Ningún niño resultó herido.
A diferencia de los sucesos en Estados Unidos, las acciones del atacante ruso, según sus compañeros de clase, fueron provocadas por un conflicto personal con el profesor de geografía fallecido. Serguéi G. era un buen estudiante, se estaba preparando para graduarse en la escuela con una 'medalla de oro', un distintivo que se entrega a los mejores estudiantes (pero que no otorga ninguna preferencia a la hora de entrar en la universidad).
Aunque parece ser que los estudios no le resultaban del todo fáciles, muchos conocimientos tenía que aprendérselos de memoria. Según una versión, el maestro de geografía no aprobaba esta manera de estudiar y se negó a dar a G. la nota más alta, algo que podía haber impedido que el alumno recibiera la 'medalla de oro'. Maestro y alumno se conocían desde hacía tiempo, ya que Andréi Kirillov había sido tutor del grupo del atacante.
Serguéi G. creció en una familia militar, su padre y su abuelo fueron oficiales del Ejército. El arma estaba a nombre de su padre, que trabaja en el Servicio Federal de Seguridad (FSB) y es aficionado a la caza. Los rifles estaban guardados en una caja fuerte en su casa, aunque el adolescente conocía el código de seguridad. En su página de la red social rusa VKontakte figura un solo vídeo sobre el disparo más rápido del mundo. Además de ser aficionado a las armas, el estudiante practicaba sambo, una arte marcial muy extendida en Rusia.
Según informan al periódico Komsomólskaya Pravda las compañeras del atacante Ania y Liza, Serguéi era diferente del resto de niños: “Era como de otro mundo, cuando hacía bromas nadie se reía. Seguramente él lo sabía y no se sentía a gusto”.
Según Pável Astájov, defensor del menor de la Federación Rusa, ahora lo más importante es poner en claro las causas de la tragedia, averiguar cómo llegó el adolescente a esta situación.
“Es evidente que el niño no tomó esta decisión de manera espontánea, puede que, debido al estrés al que estaba sometido, decidiera copiar el ejemplo americano”, declara Astájov.
Evacuación de los escolares. Fuente: youtube / MrDandan112
Posibles explicaciones de la conducta
“La gente en nuestro país ni va al psiquiatra ni lleva a sus hijos, y eso no está bien. De hecho, la presión constante provoca a menudo colapsos psicológicos”, declara Valeri Riazanski, senador y director del Comité de Política Social.
“Es muy posible que este niño estuviera sometido a mucha presión. Por ejemplo, por parte de sus padres, que le exigían los mejores resultados en la escuela y en las actividades extraescolares. Es probable también que recibiera mucha presión por parte de su profesor, de la escuela o de los demás estudiantes”, afirmó.
“En general, si echamos un vistazo a nuestra sociedad, percibiremos en ella un elemento de agresividad, y esto es culpa de la enorme cantidad de videojuegos con escenas de violencia y crueldad”, concluye. El presidente del Comité Nacional Anticorrupción, Kirill Kabánov, incluso propone prohibir este tipo de juegos.
Alexander Schadura, psicólogo y consultor especializado en adolescentes y familia, plantea un punto de vista algo diferente: “Es posible que los casos análogos ocurridos en Estados Unidos, que el estudiante sin duda conocía, también pudieran haber influido en él para llegar a cometer estas acciones, escenas de violencia que también podría haber encontrado en juegos. Pero esta no es la causa. Este es el resultado de un largo proceso cuyas causas también podrían ser la presión de los padres, la falta de atención o un desorden hormonal. No se puede hablar de una sola causa, ni tampoco se puede decir que esto se podía prevenir”.
Seguridad en las escuelas
El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, que acudió al lugar de los hechos, ha exigido que se lleve a cabo una inspección en todas las escuelas de la ciudad y que se tomen medidas adicionales para reforzar la seguridad.
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“Se han creado sistemas de videovigilancia y de guardias de seguridad financiados por la ciudad”, declaraba el alcalde, añadiendo que en la escuela nº 263 se ha abierto una investigación oficial.
Cabe señalar que el problema de la seguridad de los estudiantes comenzó a preocupar al Gobierno local en 1999, tras una serie de explosiones ocurridas en edificios de viviendas en Moscú. Entonces se permitió a todas las escuelas contratar a empresas de seguridad privadas cuyos servicios eran pagados por los padres de los alumnos. Pero tras el secuestro de una escuela en Beslán el 1 de septiembre de 2004, el departamento de Educación de la capital instaló botones de alarma y videocámaras en las escuelas y alrededor de estas se colocaron vallas metálicas. En algunas instituciones educativas aparecieron torniquetes de control de paso. Hoy en día, los vigilantes de seguridad son financiados por el presupuesto de la ciudad.
Para este artículo se ha utilizado información de Kommersant, Moskovski Komsomólets y Gazeta.ru.
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