La tensión interétnica en Rusia se ha acrecentado en los últimos meses. Se ha notado un aumento del rechazo contra las expresiones que muestran la identidad propia. Fuente: Ramil Sítdikov / Ria Novsoti
Tras el conflicto interétnico en Moscú, en la capital y en general por todo el país aumentaron significativamente los sentimientos xenófobos. La encuesta del Levada center realizada en octubre demostró que el 43 % de los ciudadanos de Rusia y un 83 % de habitantes de Moscú sienten “la tensión interétnica en su ciudad, en su barrio”. Los sociólogos constataron que, respeto al año pasado, ha aumentado en una vez y media el número de habitantes que comparten los sentimientos xenófobos y casi el doble respeto a hace dos años.
Concretamente, un 61 % de los ciudadanos experimenta irritación, hostilidad o miedo hacia los originarios del Cáucaso y de Asia Central que viven en su ciudad y solo un 6 % sienten respeto o simpatía hacia ellos. En cuanto a Moscú, los sociólogos dilucidaron que no hay ningún encuestado que sienta simpatía hacia los inmigrantes.
La exacerbación del conflicto interétnico se ve reflejada en una actitud totalmente negativa hacia cualquier exteriorización en sociedad de la identidad nacional que no sea rusa u ortodoxa.
Por ejemplo, hace poco en Kislovodsk 18 estudiantes fueron expulsados de un instituto de educación superior de medicina por haber bailado la lezguinka (un baile típico del Cáucaso) en la calle. Los estudiantes, procedentes de repúblicas del Cáucaso Norte dicen que celebraban un cumpleaños. Sin embargo, en el Ministerio de Asuntos Interiores de la región de Stávropol consideraron que la interpretación de la lezguinka en un sitio público es una violación del orden público. A los estudiantes les pusieron una sanción por responsabilidad administrativa y una multa. Por su parte, la dirección del colegio universitario propuso a los bailarines que presentaran una carta de despedida de la institución educativa médica “por voluntad propia”.
En el año 2010 cinco estudiantes de primer curso procedentes de Chechenia fueron expulsados de la Universidad tecnológica estatal de Piatigorsk por bailar dnazas tradicionales en la plaza principal de Kislovodsk.
Además de la lezguinka, el hiyab es otro elemento que suele generar rechazo. En algunas regiones del país está prohibido llevar pañuelos en la cabeza. La prohibición se basa en el hecho de que la educación en Rusia es laica por ley.
En Chitá siete chicas se vieron obligadas a quedarse a estudiar en casa porque hay que asistir a las clases con la cabeza descubierta y sus padres no las dejan salir de casa sin hiyab.
Este pañuelo en las instituciones educativas es problemático no solo para los estudiantes sino también para el personal de servicio. En un jardín de infancia de Moscú los padres se quejaron de una musulmana de Tayikistán que llevaba hiyab y trabajaba fregando los platos. Exigieron a la dirección de la guardería que expulsaran a la chica o que le obligaran a quitarse el pañuelo. La administración del centro pidió a la chica que se pusiera un pañuelo normal en vez del tradicional.
El hiyab puede ser causa para quedarse sin trabajo y también para terminar en la comisaría. El 13 de noviembre la cajera de una sala de cine de Petrozavodsk llamó a la policía después de haber vendido una entrada a una chica con pañuelo.
Para suavizar el odio interétnico normalmente se propone que se cuiden las diferencias exteriores. Por ejemplo, en San Petersburgo los activistas publicaron un folleto con el nombre “Guía para el inmigrante laboral” en el que se explican algunas normas de comportamiento en la ciudad. Concretamente el folleto dice que en San Petersburgo no hay que “llevar el vestido tradicional siempre y en todas partes ya que llama mucho la atención; llevar siempre chándal y menos con zapatos de vestir; salir a la calle en bata de casa; ponerse en cuclillas en la calle”.
El presidente de la Asociación interregional de defensa de los derechos humanos Ágora, Pável Chíkov, explica que el rechazo de los ciudadanos rusos hacia cualquier exhibición nacional es un fenómeno social que no tiene un único motivo.
“El principal problema es que las autoridades de distintos niveles explotan en la política interior la imagen del inmigrante como enemigo”, explica el experto. Según Chikov, el odio interétnico provoca un flirteo con los nacionalistas, un apoyo tácito a las ideas conservadoras y de derechas y el “calentamiento” del ambiente general contra los inmigrantes.
Por ejemplo, el hecho de que las autoridades de la capital organizaran un campamento temporal para los inmigrantes en las afueras de Moscú en el barrio de Goliánovo en agosto. Todo esto provoca que en la sociedad se abra una brecha entre “los nuestros” y “los otros” que a la vez crea una base para la xenofobia en distintas formas.
Según otro experto, el hiyab no es aceptado por tratarse de un fenómeno arcaico.
“La reacción negativa hacia el hiyab y a los bailes ha sido un motivo para acusar a los ciudadanos de xenofobia”, explica el Director ejecutivo del Centro de análisis político, Viacheslav Danílov. “Sin embargo, en realidad se trata de una reacción natural de una sociedad modernizada a la obsesiva exhibición en público de manifestaciones arcaicas”.
Según el politólogo, algunas muestras anacrónicas de la identidad nacional son más adecuadas en el ámbito de festivales etnográficos que en espacios públicos.
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