¿Ha llegado el clima a un punto de no retorno?

Fuente: Alamy / Legion Media

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No cabe duda de que el clima actual de la Tierra se diferencia sustancialmente del que se observaba hace tan solo una veintena de años. Sin embargo, la comunidad científica internacional aún no ha alcanzado un consenso sobre el comportamiento del clima en el futuro. Sea como sea, los cambios climáticos ya hoy están generando problemas que amenazan la continuidad de nuestra civilización, en particular, la escasez de agua.

A mediados de octubre, los científicos británicos anunciaron, a través de la prestigiosa revista semanal Nature, que han establecido un peculiar ‘punto de no retorno’ para el calentamiento global en la región occidental. Dicho con otras palabras, los británicos han calculado la fecha en que la temperatura actual más alta se convertirá en la más baja. En México esta crisis tendrá lugar hacia el año 2031. Moscú ha tenido más suerte: el calor no invadirá la capital rusa antes del año 2063.

Pero, ¿es realmente el calentamiento atmosférico observado en los últimos años una tendencia a la larga, o se trata tan solo de un proceso de ‘temporada’ y pronto todo volverá a su lugar? En el ámbito científico no se ha forjado una opinión única a este respecto.

Los datos de las últimas observaciones meteorológicas hablan en favor de la teoría del calentamiento global. Según la información extraída de las estaciones meteorológicas rusas, la temperatura media anual del aire en Rusia ha subido 1ºC en los últimos 100 años (0,4 ºС solo en la última década del siglo pasado). Y de acuerdo con los pronósticos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático —una de las organizaciones internacionales con mayor autoridad en el campo climatológico—, en los próximos 20 años la temperatura experimentará un aumento medio de 0,2 ºС por década, y a finales del siglo XXI la temperatura de la Tierra podría haber aumentado entre 1,8 y 4,6 ºС.

En opinión del catedrático de Ecología de la facultad de Biología de la Universidad Estatal de Moscú, Alexéi Guiliarov, el deshielo glaciar de Groenlandia constituye un argumento indiscutible a favor del avance del calentamiento global. “Se puede ver cómo disminuye la masa total de hielo, lo que resulta preocupante, porque al entrar el agua dulce en el Atlántico se podría interrumpir el proceso por el que el agua salada de las profundidades sube desde el sur a la superficie de Groenlandia, se enfría y vuelve a bajar al fondo, lo cual constituye el motor principal del ciclo del agua en la Tierra, que es lo que garantiza una temperatura cálida en Europa occidental”.

Sin embargo, Elena Grigoreva, empleada del Instituto de Análisis Complejos de Problemas Regionales adscrito a la Academia de las Ciencias rusa, no considera que los procesos climáticos actuales constituyan un calentamiento global. “Observen las pinturas antiguas: en Inglaterra, donde hay una temperatura media anual de diez grados sobre cero, según cuadros de los siglos XVI-XVIII, antes se patinaba sobre hielo. Es decir, que el clima es inestable y nosotros no contamos con un conocimiento pleno de este; el periodo de observación de los cambios climáticos globales es muy limitado, se reduce a un breve periodo de tiempo”, señala Grigoreva.

Por otra parte, si bien la teoría del calentamiento global se podría cuestionar, las fatales consecuencias para la humanidad derivadas de los cambios climáticos son irrefutables. Las altas temperaturas ambientales favorecen la propagación de enfermedades infecciosas, el estrés térmico y algunos trastornos psíquicos relacionados con este. Asimismo, la creciente subida de la temperatura de la Tierra conllevará migraciones de personas a gran escala. En tal caso, será difícil esperar una estabilidad político-militar de las regiones con mayor densidad de población.

Pero por encima de todo, el calentamiento climático conducirá a la escasez de agua potable, lo que sí supone una causa directa para la ‘lucha mundial por los recursos’. Es más, la humanidad ya está sufriendo esta escasez de agua. Según datos aportados por los expertos de la ONU, hacia 2025 más de la mitad de los países del globo terráqueo podrían enfrentarse a una seria escasez de agua potable, y a mediados de siglo hasta tres cuartos de la población mundial sufrirán sed. En opinión de los científicos del Instituto Internacional de Gestión del Agua, si se mantiene el ritmo actual de crecimiento económico de la sociedad y la población mundial crece, la demanda de agua a mediados de siglo aumentará más de tres veces, lo que hará evidente la falta de agua potable en solo 20 años. Hoy en día, una de cada seis personas —más de 1.000 millones en todo el planeta— sufre la escasez de agua dulce en mayor o menor grado.

En Rusia, la situación es algo más favorable: el país ocupa uno de los primeros puestos del mundo en cuanto a recursos hídricos superficiales. Solo el lago Baikal concentra cerca del 20 % de las reservas mundiales de agua dulce. Además, con un volumen de 23.600 kilómetros cúbicos, este lago produce anualmente cerca de 60 kilómetros cúbicos de agua mineral natural.

Pero, ¿cómo garantizar el volumen necesario de agua en las regiones áridas de Rusia y en los países subdesarrollados con una creciente densidad de población? En estas condiciones, científicos y expertos coinciden en que la solución depende, principalmente, del componente económico: garantizar el ahorro de agua y el suministro de productos alimenticios en las regiones desérticas y semidesérticas será posible siempre que se importe todo lo necesario.

Sin embargo, la libre circulación de mercancías exige el cumplimiento de las condiciones políticas y económicas correspondientes, lo que en un tiempo conflictivo como el actual no siempre es posible.

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