Son las peores inundaciones que se recuerdan. Han afectado a más de un millón de kilómetros cuadrados. Fuente: RIA Novosti / Serguéi Mamóntov
El agua ha arrasado la cosecha. Bajo las crecidas han quedado las principales zonas agrarias de Extremo Oriente. La vista desde el helicóptero es desoladora: de entre la superficie marrón grisácea tan solo se divisan algunas hileras de soja o islitas de trigo, el resto es agua. Un mar sin límites. El Priamure es el granero de soja de Rusia, aquí se siembra la mitad de toda la soja del país. Las crecidas no han dejado ni rastro de la cosecha.
En el río Amur desaparecen una detrás de otra todas las islas. En breve sufrirán el mismo destino la isla de Bolshói Usuriski o la de Jeisiatsidao. Una parte de esta última pertenece a China y la otra a Rusia. Ni en la parte rusa ni en la china hay electricidad, han sido evacuados prácticamente todos los habitantes, a excepción de los guardias fronterizos que siguen trabajando. Los distritos de la provincia de Jeiluntsian también han sufrido la catastrófica inundación y el número de fallecidos supera los doscientos. En la parte rusa no hay víctimas mortales.
Se han dedicado grandes esfuerzos a las labores de protección y salvamento frente a las inundaciones. Cada día vuelan a Extremo Oriente aviones de transporte. Llevan hospitales móviles y diques de contención, alimentos y medicamentos. Han llegado cientos de toneladas de vacunas: en las regiones inundadas se está vacunando urgentemente a los habitantes de la hepatitis A y de la disentería. En la zona del desastre trabajan 13.000 personas de los equipos de salvamento que han llegado de todas partes de Rusia.
En la principal ciudad de Extremo Oriente, Jabárovsk, se intenta cercar a toda costa el "agua alta". Las mayores inundaciones se habían dado en esta región a finales del siglo XIX, el nivel del río entonces había alcanzado los 620 centímetros. Ahora el agua se ha acercado peligrosamente a la marca pero dentro de una semana, los hidrólogos calculan que alcanzará los ocho metros.
En la ciudad, que se extiende por una orilla de 50 kilómetros, se han construido diques de contención que crecen y se refuerzan las veinticuatro horas del día. En el paseo fluvial de la ciudad los obreros, soldados y voluntarios están apilando miles de sacos de arena.
Un empresario japonés, con guantes blancos, se pasó arrastrando sacos desde el mediodía hasta las siete de la tarde junto con los habitantes de Jabárovsk. "Estoy aquí en viaje de negocios", aclara el japonés. "He visto la desgracia que le ha acontecido a esta bella ciudad y no me he podido quedar de brazos cruzados".
Sin embargo el río se abre paso a través de los muros de contención que levanta la gente, las olas en varias calles y avenidas de la ciudad llegan ya hasta las casas. Lo que para la gente es una desgracia para el Amur no es más que normal.
Las inundaciones no hacen daño al río: "Esto es parte del régimen natural de Amur a lo que el valle, aledaños y todo el ecosistema que hay en ellos está acostumbrado", dice el profesor de Ciencias Geográficas y vicedirector científico del Instituto de Problemas Hídricos y ecológicos de la Academia de Ciencias de Rusia, Alexéi Majinov. "Pero tanta agua tendrá, por supuesto, una fuerte influencia sobre el cauce del río. Si el agua se va hacia la parte izquierda del Amur medio provocará cambios importantes en la frontera entre Rusia y China que pasa por el canal", pronostica el científico.
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