Lela Janashvili, en el seminario que tuvo lugar en el Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de Barcelona. Fuente: Maite Montroi
“Recuerdo que cuando era pequeña, al principio de mi calle vivían dos ladrones en la ley. Eran los héroes del barrio. Afortunadamente, los niños de hoy en día no les tienen esta consideración”, asegura la doctora Janashvili, queriendo subrayar uno de los aspectos positivos de la lucha contra el crimen organizado: el rechazo social.
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También recalcó los logros judiciales y policiales conseguidos en España, entre ellos, la desarticulación de organizaciones tan poderosas como la tambóvskaya o el encarcelamiento del peligroso capo georgiano Tariel Oniani, gracias supuestamente, entre otros, al testimonio del exespía Alexander Litvinenko y a la colaboración de la policía rusa, que lo extraditó a España.
Sin embargo, el crimen organizado transnacional –en general- y el que proviene de antiguas repúblicas soviéticas, en particular, sigue siendo una amenaza “muy preocupante, compleja y cambiante”.
Se calcula que hay más de 2.000 'ladrones en la ley' en activo en todo el mundo, si bien se presentan en sociedad como hombres de negocios.
“Tienen mucho más poder, mucho más dinero y son muchos más peligrosos que la mafia italiana”.
Una de las dificultades a las que han de hacer frente los investigadores es que “viven en un sitio, delinquen en otro y blanquean en un tercero”, explicó otro de los participantes en la jornada, el comisario de la policía española José María Delgado. Crimen, blanqueo de capitales y corrupción van de la mano en este tipo de delincuencia.
Rechazó el término 'mafia rusa' –muy popular en los medios de comunicación españoles- y propuso el de 'mafia del Este de Europa' o “de los países ex soviéticos”.
“El crimen organizado necesita de la complicidad política”, destacó Lela Janashvili, quien, por cierto, rechazó el término 'mafia rusa' –muy popular en los medios de comunicación españoles- y propuso el de 'mafia del Este de Europa' o “de los países ex soviéticos”.
Se trata de un fenómeno “relativamente nuevo” o, mejor dicho, que “es percibido por la sociedad como nuevo”. De hecho, se remonta a la Rusia imperial, si bien es en los años 30 del siglo XX cuando se empieza realmente a desarrollar en los campos del Gulag.
En los años 60-70, se da un salto cualitativo, cuando miembros de la mafia se infiltran en los puestos más elevados del Partido Comunista y manejan la economía sumergida.
Finalmente, antes de la Perestroika estos grupos se consolidan, pero es a partir de la disolución de la URSS cuando se produce “la explosión definitiva” de este fenómeno y la extensión a otros países del mundo.
“Tenían –y aún tienen- sus códigos de conducta”, explica Janashvili. Por ejemplo, les estaba prohibido formar su propia familia o colaborar con la justicia. También tienen sus liturgias, como las reuniones en las que se realiza el “bautismo” de los ladrones en la ley.
Otro de sus símbolos es el “obshiak”, una especie de caja común, donde todos ponen dinero, que se utiliza para hacer inversiones en el negocio criminal; para sobornos; para ayudar a las familias de los presos, etcétera.
No existe un núcleo claro de poder –lo cual, dificulta la labor policial- sino que más bien hay igualdad entre los ladrones en la ley.
Ya en la época de la URSS empezó la persecución de estos criminales, aunque los resultados fueron “muy poco efectivos”. Actualmente, es necesaria la colaboración policial –a través de la Interpol- y la judicial. Sin embargo, el hecho de que Rusia, Georgia y Ucrania –los países donde más arraigados están estos grupos criminales- no sean miembros de la Unión Europea dificulta las extradiciones, que se tienen que negociar una a una.
Y les encanta España. ¿Por qué? Algo tienen que ver el sol, la playa, la buena comida y el buen vino, pero sobre todo, se sienten muy cómodos en las urbanizaciones aisladas de grandes mansiones que existen en la geografía española. Y lo más importante, la facilidad que encuentran para blanquear dinero, sobre todo, en el mercado inmobiliario.
O, como dijo un vor al juez español que le interrogaba, “porque ni sus leyes ni su policía están preparados para luchar contra nosotros”.
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