En la vida microscópica del océano Ártico tiene lugar un fenómeno sorprendente y poco estudiado. Fuente: Matthias Wietz
¿Cómo nos imaginamos el Ártico? Un océano oculto bajo una gruesa capa de hielo, un desierto infinito de nieve, viento, mucho frío… Al hablar de esta parte del planeta seguro que no esperamos ver algo parecido a un campo cubierto de flores blancas transparentes. Pero en el Ártico se produce un fenómeno excepcionalmente bello, extraño y poco estudiado: el de las flores congeladas. Y aquí la naturaleza le ha dedicado gran esfuerzo a un arte floral de filigrana singularmente fascinante.
Estas “flores” crecen en el hielo fino recién formado. Como el agua puede pasar del estado sólido al gaseoso evitando el líquido, en la superficie de hielo del océano Ártico se forma una capa sobresaturada de humedad que, ante la diferencia de 20 grados de temperatura entre el hielo y el aire, se enfría bruscamente y se condensa.
Por ejemplo, cuando la temperatura del hielo recién formado en una capa sobresaturada de humedad es próxima a los cero grados, y la temperatura del aire es de unos veinte bajo cero, durante unos segundos contados crecen “las flores árticas”: cristales de hielo de varios centímetros de altura.
Después de un determinado tiempo, en los cristales de hielo se asientan aerosoles salinos, por eso el contenido en sales en las flores congeladas es aproximadamente cuatro veces mayor que en el agua del mar.
A primera vista, las flores congeladas pueden parecer unos cristales sin vida alguna. Pero no es así. Son un ecosistema en miniatura temporal y singular. Por causas aun desconocidas, la cantidad de microorganismos que habitan en las severas condiciones del Ártico supera varias veces a la cantidad que hay bajo la capa de hielo.
Cada flor congelada contiene cerca de un millón de bacterias. Por este motivo algunos científicos han expuesto una teoría según la cual la vida en el planeta habría surgido en estructuras naturales similares.
La naturaleza ártica es única por su ascetismo. Los cerros de nieve helada se transforman suavemente en el cielo con nubes. La frontera entre el cielo y la tierra no suele verse. Solo los contornos difusos de un sol pálido entre nubes de nieve y las manchas oscuras del agua que sale a la superficie atravesando la gruesa capa de hielo, cual pinceladas de un pintor invisible, le dan color al lienzo blanco de este trozo de Tierra no alterado por el hombre.
No es posible transmitir con palabras la tormenta de sentimientos y emociones cuando se descubre, entre cerros helados, todo un campo de flores congeladas.
Lamentablemente, las flores congeladas del Ártico son frágiles y efímeras. En cuanto el grosor del hielo joven aumenta y su temperatura se acerca a la temperatura del aire, las flores desaparecen.
Además, el área y la altura de las flores congeladas dependen de la capa sobresaturada de humedad y esta es muy variable. En ella influyen multitud de factores, incluso el viento.
Los científicos advierten de que, a pesar de toda su belleza, las flores congeladas tienen influencia potencialmente dañina para la atmósfera. La luz del sol induce reacciones químicas, como resultado las flores producen gran cantidad de formaldehído y de compuestos de bromo que destruyen la capa de ozono de nuestro planeta.
Cierto que de momento los científicos no han podido decir hasta qué punto influyen en los procesos naturales. Sin embargo, el aumento de hielo joven en el Ártico, donde precisamente crecen las flores congeladas, deber servir de estímulo para el estudio de este fenómeno de la naturaleza.
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