Fuente: Alekséi Karelski
El antiguo Yak-42 de la empresa Izhavia en el que viajaba llegó desde Moscú a la capital de Udmurtia en menos de dos horas. El minúsculo y ordenado aeropuerto de Izhevsk estaba casi desierto. Pero allí me esperaba Farid, un particular que hace las veces de taxista y que me entretuvo con sus historias a lo largo de los 24 kilómetros que separan el aeropuerto de la ciudad.
Entre otras cosas, Farid me contó en el trayecto que a menudo recibe en su granja la visita de un erizo. De hecho, aquí hay muchos erizos. El patio del legendario diseñador de armas Kaláshnikov, que recientemente cumplió 93 años y al que los lugareños se refieren con especial calidez como nuestro Mijaíl Timoféyevich, alberga una casita especial en la que se cobija una familia completa de erizos…
Con el mismo cariño se habla aquí de Andréi Deriabin, fundador de la fábrica de armas de Izhevsk, que dio inicio al desarrollo de esta ciudad como un importante centro industrial. Fue en la primavera de 1807 cuando Deriabin, a petición del emperador Alejandro I, inició la construcción de la fábrica junto al río Izh. Las primeras armas se fabricaron ya en otoño de ese mismo año.
En el museo Izhmash, ubicado en un antiguo palacete de piedra que se conserva en la ciudad desde 1804, se puede conocer toda la historia de la fábrica. El museo cuenta con una exposición de numerosos tipos de fusiles producidos en la fábrica a lo largo de sus 200 años de historia. Entre las muestras encontramos una carabina con el grabado I. V. Stalin, y también modelos de recuerdo a escala 1:3 del fusil de francotirador Dragunov y del fusil de asalto Kaláshnikov del cual los fabricantes regalaron un ejemplar de la serie más reciente a Vladímir Putin por su 60 cumpleaños en octubre del año pasado.
Momentos difíciles
Es evidente que la fábrica no está pasando por sus mejores momentos. La producción militar está prácticamente detenida: el Ministerio de Defensa tiene unas reservas ingentes de armas automáticas. La demanda ha caído hasta tal punto que, en este momento, solo se mantiene una cadena de producción.
El director de producción, Vladímir Labadin, explica: “No se prevé ningún pedido del Ministerio de Defensa, por eso ya no es rentable la explotación y el mantenimiento en activo de muchas cadenas”. Los principales pedidos, según sus palabras, provienen del Ministerio del Interior, el Sistema Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), el Servicio Penitenciario Federal (FSIN) y el Servicio de Protección Federal (FSO).
“El pedido estatal lo cerramos el año pasado y estamos empezando a desarrollar un enfoque más civil; daremos paso a partidas medianas y pequeñas”, nos cuenta el director comercial adjunto, Pável Kolegov.
“El mercado más prometedor es, sin duda, el de EE UU, que representa el 67% de las ventas de armas de ánima lisa para civiles. En 2012, el suministro de producción civil a EE UU aumentó un 15%, llegando a suponer el 80% de toda la producción de la fábrica; el valor de las ventas totales alcanzó los 16 millones de dólares. El usuario norteamericano puede absorber toda nuestra producción, independientemente de la cantidad que exportemos”.
La fabricación de armas es un oficio muy laborioso. Las piezas se acoplan manualmente, después se dispara cada cañón en un espacio de tiro especial. “Mire, el encargado de la cadena de montaje, Víctor Dmítrievich, que trabaja en la fábrica desde hace cuarenta años, le enseña los espacios vacíos del campo de tiro. Antes, en cada uno de estos espacios trabajaba un turno entero de tiradores”.
Después de probar las armas se vuelven a desmontar, se limpian y se pintan. Y, finalmente, se vuelven a montar para su entrega. En 1986, en la cadena de montaje trabajaban dos turnos de 1.000 personas y el ciclo completo de producción, hasta el embalaje, duraba tres días; hoy el ciclo es de seis días. Ha disminuido el número de trabajadores y los turnos se han reducido a uno solo.
El viejo maestro armero recuerda orgulloso que, en el pasado, la fábrica llegó a producir hasta 600.000 fusiles Kaláshnikov y 8.000 fusiles de francotirador Dragunov al año. “En el difícil periodo de los años 90 dejamos de recibir pedidos estatales. Gracias a que nuestros diseñadores crearon una gama de armas de ánima lisa basadas en el modelo Kaláshnikov hemos sobrevivido. Ahora solo fabricamos fusiles automáticos (A.K.) de caza, como los modelos Saiga, Tigr, Sobol, Bars y Los”.
Si hace cinco años, según informa Pável Kolégov, el 80% del género que se vendía en las tiendas de armas rusas provenía de Izhevsk, ahora este porcentaje constituye solo el 20%. Han entrado fabricantes extranjeros con productos más atractivos. En la fábrica, están convencidos de que el estilo militar característico de las armas de Izhmash, basado en los modelos Kaláshnikov, está pasado de moda. Es imprescindible introducir un cambio de diseño. La principal esperanza en esta carrera competitiva es el fusil de ánima lisa Saiga-12, que imprime un giro de bala que permite un disparo de gran precisión.
La dirección de la fábrica tiene grandes planes para el año 2013: contará con cerca de 10 novedades y aumentará la producción total al doble. Sobre todo para el mercado estadounidense: artículos económicos de calibre pequeño para el deporte amateur.
Otro enfoque es la clase premium, a la que antes prácticamente no se le prestaba atención en Izhmash. Ahora, Izhmash tiene la intención de competir con los populares fabricantes italianos Beretta y Benelli. Pero primero deben conseguir que los fusiles de Izhevsk lleguen a los mostradores de las tiendas.
En 2012, según anunció el vice primer ministro, Dmitri Rogozin, se habló de crear un holding bajo el nombre de Kaláshnikov para dar salida a la producción de dos fábricas: Izhmash e Izhmej. A la pregunta sobre la viabilidad económica de dicha asociación, Pável Kolegov solo señaló que la unión de sus esfuerzos permitirá a los armeros rusos ser más competitivos. “También sería conveniente poder contar con medidas de apoyo del Estado”, señala el director adjunto.
“Por ejemplo, se podrían introducir rebajas fiscales para los productores rusos o bien barreras arancelarias para la producción extranjera”. Sin este apoyo, al parecer, los productores de los Kaláshnikov no ven futuro.
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