Fuente : PhotoXPress
En una historia que se ha convertido en algo penosamente común, se ha revelado que un hombre de la región de Yaroslavl podría haber sido condenado erróneamente por pedofilia. La base de la acusación fue que salió de su coche para orinar en el arcén durante un viaje largo (las áreas de descanso públicas aún no existen en la mayoría de carreteras rusas) y unos niños que pasaban por allí lo vieron.
Acusado de actos lascivos por policías a los que había llamado en primer lugar para que le ayudaran a aclarar la situación con el padre de los niños, finalmente le pidieron que pagara un soborno de 200.000 rublos (6.580 dólares), reconocer su culpa e ir a la cárcel.
Cuando este se quejó, se falsificaron pruebas para relacionarlo con un caso de exhibicionismo sin resolver. Lo sentenciaron a siete años de cárcel y ahora está luchando por que se revoque su veredicto, aún cuando los investigadores que falsificaron las pruebas ya han sido despedidos.
Este horrible caso, tal y como informaban en Novye Izvestiya, destaca varios problemas del sistema policial y legal en Rusia. En primer lugar, la innegable corrupción.
Luego están las iniciativas bienintencionadas de arriba abajo en el gobierno, como la directiva para cazar pedófilos, cuya consecuencia es que los oficiales van por ahí buscando a quién encarcelar. Después de todo, nadie quiere que le recriminen ser poco estricto. Y si arruinas alguna que otra vida, ¿qué más da? La ejecución de la ley no parece tener que rendir muchas cuentas al público, aunque quizá esa parte esté cambiando poco a poco.
Finalmente, está el problema de un sistema de justicia criminal que odia reconocer sus errores, y los jueces continúan trabajando en tándem con los fiscales. No es un tándem oficial, por supuesto, pero es una especie de relación cómoda e informal que data de los tiempos de la URSS. Por eso incluso un caso lleno de errores garrafales puede asegurar una condena.
El camino al infierno está asfaltado de buenas intenciones... y la calle de la antipedofilia, por desgracia, no ha resultado ser una excepción.
Las iniciativas decentes se chocan contra una enorme e insaciable máquina de justicia criminal. La gente que compone sus ruedas y engranajes no son monstruos malvados, sino que la mayoría están hastiados y solo les preocupa complacer a sus jefes. Para ellos es más fácil seguir la corriente.
Mientras no cambie esta tendencia que dura ya décadas, el sistema de justicia criminal no podrá ganarse la confianza del público.
Artículo publicado originalmente en inglés en The Moscow News.
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