El crimen organizado no fue, de ningún modo, derrotado, pero sí domesticado. Fuente: RIA / Valeri Mélnikov
Una única bala de 9 milímetros no solo acabó con la vida del famoso capo de la mafia Aslán Usoyán: acabó también con una era. Aunque todavía quedan mafiosos que se autodenominan 'vori v zakone' (ladrones de ley), esta fraternidad del hampa soviética está al borde de la extinción.
El rígido código de comportamiento, la autodisciplina casi monástica, la rápida disposición de ir a la cárcel antes que romper una promesa, son parte del pasado mítico de la mafia rusa. Por otra parte, el futuro pertenece a una raza diferente de gángsters.
Usoyán (étnicamente, un yazidí kurdo georgiano), era ampliamente conocido por su alias criminal, Ded Hasán, 'El Abuelo Hasán'; se trataba prácticamente del último veterano superviviente de la vieja escuela del hampa.
Se inició en las filas de los 'vori v zakone' en un campo de prisioneros en 1985 y, desde entonces, se dedicó a construir una red multiétnica de mafiosos que se extendía por gran parte del país. A los 75 años, había abandonado hacía mucho tiempo la participación directa en actividades criminales.
En su lugar, asumía el papel de 'hombre de Estado' experimentado: señalaba oportunidades, resolvía disputas, aceptaba tributos y, cuando hacía falta, hacía valer su autoridad sobre sus subordinados e incluso sobre los extraños.
En el proceso, ni que decir tiene, hizo enemigos, y no solo el mafioso georgiano Tariel Oniani ("Taro"), encarcelado pero no por ello menos poderoso o la joven promesa azerí Rovshan Janiev. Pero quizá lo más relevante es que no supo cambiar con los tiempos.
En el mundo del hampa ruso ya no es sacrosanto un trato cerrado mediante un apretón de manos, los padrinos tampoco pueden hacer ostentación de su estatus (a menudo, Usoyán celebraba juicios en restaurantes de Moscú); en este mundo, ya no basta simplemente con ser un gángster.
Oniani y Janiev son técnicamente 'vori', pero, como la mayoría de los que reivindican el título, no siguen el código y no serían reconocidos como tales según los tradicionalistas de la era soviética.
La nueva generación de jefes del crimen, los llamados 'avtoriteti' (autoridades) son una clsae más refinada y cínica. Los tatuajes elaborados y los alias pintorescos no están hechos para ellos.
Son hombres de negocios del crimen, que combinan sus negocios sucios con otros legales y que construyen estrechas alianzas con las elites políticas locales y nacionales. A diferencia de Usoyán, que, por lo general, limitaba sus operaciones a Rusia (con algunas conexiones con Ucrania y Georgia), sus ambiciones son internacionales. También predominan los étnicamente rusos, en vez de georgianos, chechenos y otros sureños, que aún se aferran a antiguas y rudas tradiciones.
Pero la muerte de Usoyán también pone punto final a otra era: más de una década de paz en los bajos fondos.
Los años 90 fueron testigo de una Rusia desgarrada por violentos conflictos entre criminales. Las bandas luchaban por ocupar el vacío dejado por el Estado soviético y se arrebataban el territorio y los recursos, mientras que al gobierno le faltaban los recursos y la voluntad para luchar contra ellas.
Antes de la ascensión de Putin a la presidencia en el año 2000, los conflictos comenzaban a resolverse. En cualquier caso, él aceleró el proceso, proporcionando más financiación a la policía y dejando claro que no iba a tolerar gansterismo explícito en las calles.
El crimen organizado no fue, de ningún modo, derrotado, pero sí domesticado. Se adaptó al nuevo orden y, aunque seguía recurriendo a la violencia para arreglar cuentas y castigar a los rivales, lo hacía de un modo mucho más selectivo.
En cualquier caso, este nuevo orden podría estar a punto de quebrarse. Una nueva generación de mafiosos quieren su tajada. Algunos mafiosos, otrora poderosos, quedaron empobrecidos a raíz de la crisis financiera de 2008.
Por el contrario, hay otros que se han enriquecido de repente gracias al aumento de la cantidad de heroína afgana que fluye hacia y a través de Rusia. Esta es la llamada 'Ruta Norte' hacia Europa, y China acapara ya un tercio del total. Los cimientos del antiguo status quo están empezando a resquebrajarse.
Es casi inevitable que los sucesores de Usoyán se venguen de quienquiera que sea sospechoso del asesinato. Su red podría fragmentarse en líneas grupales o étnicas, o enfrentarse a luchas internas por la sucesión.
Él quería que su sobrino 'Miron' asumiese su cargo, pero hay muchos que se preguntan si está capacitado. Si las mafias que proceden mayoritariamente del Cáucaso parecían ya en decadencia, esto podría incitar a sus rivales étnicos, los rusos, a tratar de tomar el relevo.
Dada la precaria naturaleza del equilibrio de poderes en el mundo del crimen, cualquiera de estos acontecimientos podría ser la chispa que desencadenase una nueva sucesión de sangrientas guerras de bandas.
Pero, aunque esto no suceda, sí es probable que se produzca una reorganización de las mafias, a medida que los 'avtoriteti' completan su ascenso al poder. De uno u otro modo, la era de Usoyán y de los 'vori v zakone' ha tocado a su fin.
Mark Galeotti es catedrático de Asuntos Internacionales en la New York University. Su blog "In Moscow's Shadows" (en inglés) se puede leer aquí.
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