Cómo funciona la única radio de enfermos mentales de Rusia

Estudiante rusa tomó la idea de una emisora española.

Estudiante rusa tomó la idea de una emisora española.

servicio de prensa
Este tipo de emisoras de radio dirigidas por enfermos mentales existen en países como España, México, Uruguay, Suecia y Argentina. No solo es una terapia eficaz, sino también una forma de cambiar la opinión que tiene la sociedad de los pacientes de hospitales psiquiátricos. Desde el año 2014, gracias a un equipo de voluntarios, la Clínica Psiquiátrica Nº1 de Moscú tiene su propia emisora.

La estudiante de la MGU Tatiana Scherbakova encontró por casualidad la emisora española Radio Nikosia, en la que trabajan personas con problemas de salud mental y decidió crear algo parecido en Rusia. A la idea se sumó la organización regional Club de Psiquiatras y a los pacientes que mostraron interés en participar en el proyecto se les destinó un puesto y un horario en el hospital psiquiátrico de día Alexéiev. La redacción de radio Zazerkalie comenzó a funcionar en marzo de 2014.

El proyecto está dirigido por Daria Lébedeva, estudiante del departamento de radio de la facultad de periodismo de la MGU. Durante el primer semestre, los autores de Zazerkalie aprendieron a trabajar en una emisora de radio. La página web se inauguró en noviembre de 2014.

Las reuniones de la redacción

A la primera reunión acudieron ocho pacientes de distintos hospitales psiquiátricos. Nos dieron una habitación grande y luminosa. Pusimos las sillas en círculo, nos sentamos y nos presentamos. Entre las primeras preguntas que me hicieron figuran: “¿En qué frecuencia emitiremos?” o “¿Cuándo nos oirán en México?”. Todos se sumaron al proyecto con la firme determinación de cambiar la opinión que se tiene de los enfermos mentales en todo el mundo.

Esta reunión me decepcionó un poco: todos me parecían demasiado normales. Me esperaba un grupo de locos gritando sin parar. Más tarde un médico me dijo que aquellos pacientes eran personas con discapacidades del primer grupo.

Decidimos que empezaríamos con un programa de una hora. Después pasamos a discutir los temas.

En una de las reuniones propuse hablar de qué es lo que le falta a una persona con una discapacidad mental.

— Trabajo, — respondieron al unísono Kostia y Dima.

— Verás, — empezó Maksim, — nosotros no necesitamos tanto dinero… Quiero decir, con un poco nos basta. Para comprar un ramo de flores a nuestra chica o ahorrar para un nuevo teléfono. Pero lo más importante es pasar tiempo con personas sanas, poder sentirse como una persona normal. Lo único que tenemos son los odiosos pisos donde nos pusimos enfermos en los que viven nuestros familiares enfadados y un hospital de día en el que nos tratan como a enfermos.

Un segundo programa

Kostia es un paciente del primer grupo, tiene además una discapacidad física. Ha pasado el último medio año en un hospital psiquiátrico. Ha estado ingresado muchas veces antes de esto. Tiene 36 años, aunque no aparenta más de 25.

Llegamos al estudio.

— Vamos allá. Buenos días. Esto es Radio Zazerkalie, me llamo Konstantín. ¿Está bien? ¿Lo vuelvo a leer? Bien. Bueno, lo leo otra vez. Buenos días. Esto es Radio Zazerkalie, me llamo Konstantín.

Y Kostia comenzó a hablar sobre cómo se puso enfermo.

— Recuerdo que mi novia y yo decidimos probar una sesión de espiritismo. Mi enfermedad se estaba desarrollando y me interesaba todo lo sobrenatural. Recuerdo que deletreé dos palabras con los dedos: “Estás loco”. Así me respondió el espíritu. Yo me escandalicé. Salí a la calle y cogí el coche. Llevaba unas chancletas de goma. Era el verano del año 1998. Creía que me perseguían los servicios secretos. De pronto sentí la necesidad de hablar con miembros del gobierno sobre lo que estaba pasando en nuestro país en aquel momento. Y con este objetivo, me fui al Kremlin. Pero al pasar junto al edificio del Servicio Federal de Seguridad, detuve el coche y decidí que era allí donde necesitaba ir. Era noche cerrada, la puerta principal estaba cerrada y no había guardias. Y estallé, me puse a gritar y rompí la puerta del edificio. Me tendí en el umbral con la pose de Jesucristo. Me creía un superhombre. Pocos minutos después llegaron los guardias de seguridad. Les pedí que me llevaran a ver al primer ministro. Ellos llamaron a la policía. Dos semanas después ingresé en un hospital psiquiátrico.

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