¿Tirar comida? Los rusos apuestan por el consumo colaborativo

Cada vez hay más personas que comparten gracias a las redes sociales.

Cada vez hay más personas que comparten gracias a las redes sociales.

Alexandra Legkaia
Una vieja superstición rusa dice “Tirar pan, incluso, rancio, trae conflictos y pobreza”. Los rusos realmente conocen lo que cuesta conseguir los alimentos y eso se refleja en la lengua. El rápido aumento del consumo colaborativo confirma una vieja costumbre popular.

Mucha gente en Occidente tira comida a la basura y se siente culpable por ello. Al mismo tiempo, los supermercados y restaurantes se deshacen de grandes cantidades.

El volumen de la comida desechada a nivel global es alarmante. Según estimaciones de la ONU, cada año se desaprovecha cerca de un tercio de toda la comida que se produce en el mundo, alrededor de 1.300 millones de toneladas.

Entre los que comparten comida apuestan por el consumo colaborativo hay una desafección con el estado actual de las cosas. ¿Por qué tirar comida que pueden comer otras personas? El movimiento  de recuperar los productos, recoger lo que unos no necesitan para dárselos a otros de manera gratuita. Este movimiento se originó en Alemania y recientemente se está expandiendo por Rusia.

"Rescatadores" de comida

"Somos un proyecto no comercial. Incluso el trueque está prohibido", explica la joven petersburguesa Alexandra Liogkaia. En diciembre del año pasado fundó en la red social VKontakte un grupo llamado "Comida Gratis", pionera de las plataformas de consumo colaborativo en Rusia.

Actualmente el proyecto cuenta con más de 20.000 miembros y han surgido grupos similares en otros lugares del país como Siberia, Tatarstán o Carelia.

El sistema del consumo colaborativo es muy sencillo. Si alguien quiere deshacerse de una lata de pepinillos, por ejemplo, que no necesita, ponen un anuncio en el grupo con su dirección.

La primera persona que ponga un post que diga que lo quiere, podrá recogerlo. No hay preferencias sociales, lo único que importa en la velocidad de respuesta. Anteriormente los usuarios escribían mensajes sentimentales acerca del hambre que pasaban sus hijos, pero los organizadores decidieron que no debía elegirse a quién dárselo según el "talento literario" de los usuarios sino que el criterio debía ser objetivo y se decidieron por la velocidad de respuesta.

Sin embargo, esto solo es la punta del iceberg. Hay una tarea más importante y es que hoteles, restaurantes y fábricas tiran cada día montones de comida. Mientras la gente de a pie comparte los excedentes de su comida, los usuarios rusos de consumo colaborativo tienen problemas para contactar con las grandes compañías.

Aunque ya hay panaderías y pequeñas tiendas en Moscú, San Petersburgo y Krasnodar (745 km al sur de la capital) involucradas en el proyecto.

"En una tienda de Krasnodar estaban tan emocionados con la idea que querían mandar sus excedentes a Moscú", explica Liogkaia.

Uno de los participantes recibió un lote entero de leche cuando una tienda se quedó sin electricidad durante varias horas. Está prohibido vender leche de un refrigerador sin electricidad y no la querían tirar.

¿Quién participa?

Es imposible hacer un retrato de usuario medio. Hay estudiantes, pensionistas, hombres de negocios, trabajadores. La mayoría de los activistas está a favor de la protección del medio ambiente y del uso racional de los recursos. En algunas ciudades, los más activos en el movimiento promueven el veganismo.

En San petersburgo están conectados con otras organizaciones ecologistas y veganas y esta es una de las razones por las que el consumo colaborativo ha tenido un ascenso meteórico.

Hay un aspecto social que en algunos lugares cobra relevancia. "Muchos de nuestros participantes son estudiantes, así que saben lo que es andar justo para llegar a fin de mes", dice Nadezhda Medvédeva, fundadora del grupo en Tomsk, a más de 1.700 km al este de Moscú.

En Vorónezh, el excedente de comida lo recogen voluntarios del Ejército de Salvación.

"Mucha gente tiene miedo de la opinión de los demás, que pueden pensar que estás recogiendo limosna", se quejaba una de las activistas en Almtievsk,  a unos 600 km al este de Moscú.

"Sin una promoción seria en las comunidades online, la gente no hace casi nada. No quieren recoger comida", dice Ekaterina Travushkina, fundadora del movimiento en la ciudad siberiana de Novosibirsk. Aunque al menos se ha superado el primer paso y hay decenas de anuncios en las principales comunidades de consumo colaborativo.

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