Konstantín Léschenko trabajó seis años trabajando de Ded Moroz o Abuelo del Frío, personaje de un cuento tradicional ruso que vive en el norte y entrega regalos a los niños el día de Nochevieja. Konstantín se vestía con un caftán rojo, se colocaba una barba postiza y salía a desear unas felices fiestas a niños y adultos. Comprendió que podía recrear el cuento, y que esto proporciona una gran satisfacción en la gente.
“Me gustaba trabajar con los niños pequeños, aunque a veces también tenía que amenizar fiestas de empresa para adultos –explica–. Pero los niños creen en la magia y su sinceridad siempre te acaba descolocando”.
A Konstantín le encantaba trabajar en las guarderías. Había ocasiones en las que los niños le hacían unas preguntas de las que son difíciles de contestar. “Por ejemplo, estuvimos en una guardería y había un niño que todo el rato me miraba fijamente y no participaba en los juegos. Después, se me acercó y me preguntó: “Pero, Dédushka Moroz, ¿dónde está la nieve?” Aquel año aún no había nevado, recuerda Konstantín. “Me quedé desconcertado, empecé a improvisar que las nubes que traen la nieve se habían enganchado detrás de las montañas, y que se habían atascado y no podían llegar hasta la ciudad”.
A pesar de que le planteasen este tipo de cuestiones o que le pidiesen ver a los renos aunque hubiese llegado en coche, el cuento no podía arruinarse, por eso había que mantenerse en el papel hasta el último momento. “Para mí era muy importante que los niños no me viesen como un actor, incluso cuando ya me marchaba. Si no, todos los esfuerzos se echan a perder. La magia de la fiesta es muy frágil y valiosa, y yo quiero que los niños conserven esta sensación de cuento”, explica.
Para preservar al personaje, Ded Moroz no puede limitarse a trabajar cuando acude a una representación. Tal como explica Vladislava, que trabaja en el Museo de la Cocina Rusa, el protagonista de Año Nuevo siempre lleva caramelos para poder felicitar a todos los niños que se encuentre por el camino.
“Cuando acudimos a una celebración o simplemente Ded Moroz tiene que caminar por la calle antes de entrar en el local en que se celebra la fiesta, siempre llevamos los bolsillos llenos de caramelos y otros dulces para que pueda felicitar a todos los que se crucen con él. Así, preservamos el cuento, que explica que Ded Moroz es bueno y generoso, y se acerca a todos los niños, no solo a los que participan en la fiesta”, dice Vladislava.
Para convencer a los niños de que es el auténtico personaje, hay que recurrir a distintas artimañas, como por ejemplo introducir las manos en la nieve. “En las fiestas, los niños, especialmente los más pequeños, tratan de tocar las manos del protagonista del cuento para asegurarse de que su cuerpo está frío y es de verdad –explica Vladislava–. Por eso, antes de entrar en el lugar donde se celebra la fiesta, el actor siempre mete las manos en la nieve”.
Marina Sukóntseva trabajó 15 años en las fiestas de Año Nuevo y explica que no siempre es fácil convencer a los niños de que eres la verdadera ayudante de Ded Moroz en vez de una persona real.
“Una vez estaba interpretando a Snegúrochka junto al árbol de Navidad en la guardería de mi hijo.
Tenía un traje y me puse una peluca porque llevaba el pelo corto y Snegúrochka tiene que llevar trenza”, explica. Tras la actuación me marché a casa y después, por la tarde, volví a recoger a mi hijo.
Y, de pronto, una niña me señala y dice: “Mirad, es Snegúrochka”. Y otra le responde: “¿Te has vuelto loca o qué? Snegúrochka lleva trenza, y esta es casi calva”.
A veces es el traje el que provoca cierta incredulidad. Konstantín recuerda que él mismo, siendo niño, dudaba de que Ded Moroz fuera auténtico: llevaba un traje azul oscuro, pero, según la tradición, tiene que ser rojo.
Una vez, trabajando, se encontró con un niño que no acababa de fiarse de su barba. “Para los más pequeños tenemos un ritual, Snegúrochka les coloca sobre mis rodillas.
Le tocaba al siguiente niño y este dijo, “mira, es Ded Moroz, no da miedo, ¿verdad? Mira su barba, ¿es de verdad?” Y él respondió: “sí, es buena, en casa tengo una igual con una goma”, recuerda el actor, con una sonrisa.
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