¿Quién ha influido en la política del Gobierno ruso para tomar una u otro decisión? Fuente: Airpano.com
La situación comenzó a agravarse cuando el presidente Víktor Yanukóvich, recientemente destituido, se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con la UE en la cumbre de Vilnius los días 28 y 29 de noviembre.
El Gobierno ruso había estado trabajando conjuntamente con Kiev en esta materia (la parte rusa de la comisión intergubernamental estaba encabezada por Vladímir Putin personalmente) y las discusiones sobre esta materia comenzaron mucho antes de la cumbre en Vilnius.
Fueron las acciones del Gobierno ruso durante el verano y el otoño de 2013, con sus restricciones a la importación de productos ucranianos, lo que provocó el rechazo del acuerdo con la UE, según declaraba un representante del gobierno 'prerrevolucionario' ucraniano. Rusia, por su parte, cita la necesidad de proteger sus propios intereses económicos como la única razón de las acciones que llevó a cabo el año pasado.
“A grandes rasgos, la situación actual en Ucrania es un ejemplo paradigmático de una guerra comercial”, declara una fuente en el Kremlin al periódico Vlast. “Estudiamos con detenimiento el acuerdo con la UE y concluimos que planteaba una amenaza directa contra nuestros intereses”.
Existen dos razones para ello. En primer lugar, según algunos funcionarios del Ministerio de Economía, Ucrania, que cuenta con 45 millones de habitantes, es un mercado importante para la industria rusa. Una transición del país hacia los estándares europeos cerraría este mercado a los productos rusos. En segundo lugar, y todavía más importante, esta posibilidad implica una amenaza para el propio mercado ruso.
Europa podría utilizar el relajado régimen de montaje industrial existente en Ucrania para importar productos prácticamente elaborados, es decir, apretar un par de tuercas y venderlos a Rusia como si fueran productos ucranianos, libres de impuestos adicionales. “El mercado ucraniano sería como ‘un caballo de Troya”, explica un funcionario que prefiere mantener su anonimato.
Aunque según una fuente de Vlast, la firma por parte de Kiev del acuerdo con la UE no debería interferir en sus perspectivas de adherirse a la Unión Aduanera.
“Nosotros comprendimos cuáles eran las intenciones de Moscú a principios de noviembre”, reconoce uno de los participantes ucranianos en las negociaciones. “Pero la negativa del FMI a ofrecernos una línea de crédito fue decisiva. Alcanzamos un consenso respecto a un acuerdo a largo plazo que beneficiaría a Ucrania, pero el déficit a corto plazo debería ser cubierto por un crédito”.
El papel del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia jugó un papel secundario. Según fuentes de Vlast, el principal objetivo de la diplomacia era centrarse en las negociaciones con la UE y Estados Unidos (esta ha sido la tarea del ministro Serguéi Lavrov y su equipo), así como en la publicación de resúmenes ejecutivos y comunicados acerca de la postura oficial de Rusia.
Además, los círculos diplomáticos no consideraban a Yanukóvich como un político prorruso, especialmente tras su decisión de encarcelar a la ex primera ministra Yúlia Timoshenko a pesar de las objeciones de Moscú.
“Nunca ha habido la más mínima intención de apoyar a Yanukóvich. Todos los pasos amistosos que se han dado en relación con Rusia no han sido más que una concesión pragmática al electorado del este de Ucrania, fue todo por sus votantes y no por nosotros”, comenta una fuente diplomática.
El papel de la administración presidencial del Kremlin
Dentro del Kremlin, Ucrania y los países de la CEI eran oficialmente responsabilidad del Departamento de Relaciones Interregionales y Culturales con Países Extranjeros, directamente subordinado al jefe de la administración. En la nueva administración de Putin, este departamento estaba dirigido por Vladímir Chernov.
La fuente de Vlast explica con una lógica propia del aparato del Estado por qué el asistente del presidente, Vladislav Surkov (nombrado en este puesto el 20 de septiembre de 2013) no estaba oficialmente involucrado en los asuntos de Ucrania, pese a que su función es supervisar la Dirección de Cooperación Social y Económica con los países de la CEI, Abjasia y Osetia del Sur.
“Ucrania es responsabilidad del director de la administración y del departamento subordinado a este”, comenta la fuente de Vlast en el Kremlin que, además, señala que en 2004, durante la revolución naranja, “Ucrania también se encontraba en el ámbito de supervisión del entonces director de este departamento, Dmitri Medvédev”.
Sin embargo, otra fuente explica: “Hasta el mes de noviembre, la situación en Ucrania era vista casi exclusivamente a través de los ojos de un solo hombre: Serguéi Gláziev”.
Gláziev, asistente presidencial sobre integración euroasiática, ocupó este cargo el 30 de julio de 2012 (anteriormente fue secretario ejecutivo de la Comisión de la Unión Aduanera desde 2009), y ha sido descrito como el político ruso que más ha viajado a Ucrania.
La tarea de Gláziev era convencer a todos los políticos y empresarios ucranianos de los beneficios de trabajar con la Unión Aduanera. En febrero dio una entrevista para la edición ucraniana del periódico Kommersant en la que llamaba a las autoridades a calificar a los manifestantes del Maidán de “insurgentes” y a adoptar una postura más dura al respecto, al tiempo que proponía la federalización de Ucrania.
Serguéi Gláziev trabajaba en Ucrania con un antiguo diputado de la Duma Estatal, ahora director del Instituto de los Países de la CEI, Konstantín Zatulin.
Tratar con Ucrania: lecciones por aprender
La falta de coordinación y la abundancia de conflictos entre departamentos son aspectos que destacan todos los participantes de este proceso en Moscú. Durante las negociaciones de integración con Kiev, el gobierno ruso no ha mantenido contacto con Serguéi Gláziev. Y él mismo tampoco se ha comunicado demasiado ni con el Gobierno, ni con el Ministerio de Asuntos Exteriores, ni con su compañero en el Kremlin, Vladislav Surkov.
Al mismo tiempo, los expertos coinciden en señalar que Moscú ha sido víctima de sus antiguos clichés propagandísticos sobre la amenaza 'naranja' en Ucrania, lo que ha retrasado el establecimiento de vínculos con la oposición moderada. “Todos somos víctimas de los estereotipos, pero cuando el asunto tiene que ver con una profunda crisis en un país importante, estos estereotipos juegan un papel destructivo”, subraya el politólogo Gleb Pavlovski.
Otro estereotipo que ha impedido una evaluación más sobria de la situación ha sido pensar que el papel de Occidente sería inevitablemente nocivo. “La idea de que los radicales proocidentales y los fascistas estaban en un lado y los políticos prorrusos que se han visto obligados a ceder en el otro es una simplificación muy peligrosa que ha distorsionado el análisis general y ha cerrado la puerta a muchas otras opciones”, comenta el presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa, Fiódor Lukiánov.
Si Moscú se hubiera alejado de los estereotipos, se habría abierto la puerta a la cooperación con la oposición moderada e incluso con Occidente.
“Rusia debería haber colaborado con todas las fuerzas políticas, no sólo con el partido en el poder y con los funcionarios del gobierno”, reconoce Andréi Chesnakov, director del Centro de Coyuntura Política.
Otra conclusión importante que debería sacar Moscú acerca de la situación en Ucrania es la falta de experiencia a la hora de tratar con el espacio postsoviético.
Artículo publicado originalmente en ruso en Kommersant-Vlast.
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