На момент своего запрета "Свидетели Иеговы" - это обширная религиозная организация, объединяющая около 165 тысяч человек. По России действуют 395 местных организаций, сейчас оказавшихся вне закона. На фото: "Свидетели Иеговы" вместе читают молитвы на собрании в Ростове-на-Дону (959 км. к югу от Москвы), 2015 г.
Getty ImagesActualmente hay 165.000 fieles de los Testigos de Jehová en Rusia y 395 filiales, todas están prohibidas. Fuente: Getty Images
Las autoridades rusas nunca tuvieron demasiada simpatía por los Testigos de Jehová. En el mejor de los casos no les prestaban atención, y en el peor, sufrían prohibiciones y la represión, como por ejemplo en 1951, cuando por orden de Stalin fueron deportados a Siberia algo más de 8.000 miembros de esta confesión.
Los Testigos de Jehová consideran el nuevo ataque como más duro. Si en 1951 había cerca de 10.000 creyentes en toda la URSS, ahora, de repente, 165.000 personas quedan fuera de la ley (según datos de Román Silantyeva, vicepresidente del consejo de expertos sobre religión del Ministerio de Justicia). En los últimos años en Rusia se han cerrado varias congregaciones regionales de los Testigos y más de 60 libros han entrado en las listas de materiales extremistas. El 15 de marzo el Ministerio de Justicia presentó una demanda ante el Tribunal Supremo para que consideraran a los Testigos de Jehová una organización extremista y fueran prohibidos.
La razón, tal y como explicaron miembros del Ministerio de Justicia a RBTH, es que en la producción escrita de los Testigos se han encontrado ideas de superioridad respecto a otras religiones y alegatos a la violencia. El viceministro de Justicia Serguéi Gerasimov había emitido una orden de suspender las actividades de todas las congregaciones que hay en el país antes de la decisión judicial.
En el propio juicio, que se prolongó durante un mes, el Ministerio de Justicia hizo hincapié en decenas de decisiones judiciales contra delegaciones regionales de los Testigos de Jehová, a las que el centro de administración nunca había reaccionado.
Imagen de una de las páginas web no oficiales de los Testigos de Jehová (todavía no está bloqueada por Roskomnadzor), tomada el 20 de abril de 2017, el día en que se tomó la decisión de la prohibición de la organización. "Fecha 20 de abril de 2017 tiene la oportunidad de pasar a la historia como un día negro para las libertades fundamentales en Rusia", escriben los seguidores indignados.
Por su parte, los abogados de los Testigos de Jehová declararon que jurídicamente las congregaciones regionales no están subordinadas a la dirección y que por ello las demandas contra estas no pueden conllevar la prohibición de toda la organización. Además, la dirección no fue llamada a tomar parte en esos juicios y no recibió ninguna advertencia por parte del Ministerio de Justicia. Incluso las publicaciones que habían sido consideradas como extremistas no han estado en el centro de administración.
Desde el principio las tentativas de prohibir a los Testigos de Jehová causó perplejidad en algunos de los funcionarios más leales al Kremlin y en varios personajes públicos. Por ejemplo, Maksim Shevchenko, miembro del consejo presidencial sobre el desarrollo de la sociedad civil y los derechos humanos y presidente del Centro de Investigaciones Estratégicas de Religión y Política en el Mundo Actual, considera que la demanda del Ministerio de Justicia quiebra principios fundamentales de la libertad de conciencia.
“Es difícil llamar organización extremista a los Testigos de Jehová – explica-. No han estado involucrados en ningún atentado terrorista, ni han instado a realizar acciones ilegales. A menudo se les acusa de predicar que sus enseñanzas son la verdad absoluta, pero eso es común a otras iglesias. Creo que solo hay una razón para perseguir a los Testigos de Jehová: son una competencia para la Iglesia ortodoxa rusa en las regiones, ya que trabajan según el principio de persona a persona. De modo que está clara la mano del Patriarcado de Moscú y de altos funcionarios de los seguridad que simpatizan con ellos”.
El centro de administración de los Testigos de Jehová se encuentra en San Petersburgo. Llamé allí antes del fallo definitivo del Tribunal Superior, pero después de que el Ministerio de Justicia suspendiese su trabajo. Encontré el número de teléfono en la página web oficial de los Testigos de Jehová. Para mi sorpresa, la oficina seguía abierta y me respondió un hombre muy amable.
Le dije que me gustaría asistir a una reunión de los Testigos en Moscú. A pesar de que la “suspensión de funcionamiento” del centro supone también la suspensión de cualquier tipo de reunión, el hombre me dio la dirección: calle Mijáilovskaya, 36. “Los sábados y domingos”, añadió.
Un domingo fui a la calle Mijáilovskaya, 36 (muy cerca del metro Kóptevo, a 12 km del Kremlin). Al llegar me encontré ante un chalet de dos plantas construido en la década de 1920 para alojar allí una fábrica de paño fino. En la época soviética aquí se encontraba el Palacio de Cultura, ahora, según los datos de Rosreestr (Servicio Federal del Registro de la Propiedad), este edificio es de propiedad privada. Los Testigos de Jehová llaman el chalet la “sala de los reinados de los Testigos de Jehová”, está claro que les pertenece el edificio entero.
Fuente: Aleksandr Artemenkov/TASS
Cerca de la “sala de los reinados” se ha formado una cola de varias decenas de personas. En la entrada están los guardias que llevan puesta la misma chaqueta negra (más tarde descubriré que ellos también son miembros de esta fe). Uno de ellos sospecha algo de mí y me aparta de la cola preguntándome por el motivo de la visita, pero después me deja entrar.
Al dejar el abrigo en el guardarropa entro en la sala de 300 asientos. La sala está llena, me cuesta encontrar un sitio donde sentarme, pero en cuanto me siento en una de las últimas filas, se acerca un tipo grande y fuerte con una cicatriz que le atraviesa toda la cara (es el “jefe Anatoli”, al menos eso dice su tarjeta de identificación).
Me interroga durante diez minutos: quién soy, dónde vivo, si trabajo para un medio de comunicación (soy el único periodista que está en la sala, encima voy camuflado), cómo me he enterado de lo que va a pasar aquí y advierte que no puedo grabar nada con el móvil (finalmente he conseguido sacar un par de fotos a escondidas).
Resulta que “he tenido suerte” porque el encuentro al que he asistido no es una mera reunión, sino un congreso que se celebra una vez cada seis meses y en el que se reúnen todos los jefes de los Testigos.
En la sala pequeña (resulta que ésta era la pequeña) los espectadores solo podían ver lo que ocurría en una pantalla, la función tenía lugar en la sala principal en la segunda planta, donde había aún más gente. Al escuchar mis respuestas, Anatoli no encontró nada que reprocharme, pero insistió en que fuese a verle cuando se acabase el congreso.
En la pantalla aparecen dos hombres sentados uno frente al otro. Representan una escena teatral de una conversación entre dos hermanos. La mujer del más joven está enferma y necesita una transfusión de sangre, que está estrictamente prohibida para los miembros de la organización, por eso el marido acude a su hermano mayor en busca de un consejo.
“Necesito ayuda de la persona que tiene las cosas muy claras”. El diálogo termina con las palabras del hermano mayor: “Lo más importante es creer en Jehová. Incluso si la persona se muere, Jehová es capaz de devolverle la vida”. La gente en la sala aplaude.
En las reuniones se escuchan sermones y se canta. Fuente: Getty Images
Casi cada uno de los asistentes tiene una Biblia y un bloc de notas en el que hace apuntes. Lo que más llama la atención del público es la última intervención del “inspector del barrio” Nikolái (el “inspector del barrio” controla varias comunas de entre 50 y 100 personas, él es su mentor a pesar de vive de sus donaciones).
Nikolái se parece a un miembro de las Juventudes Comunistas: un chico joven con el pelo bien planchado y con una mirada iluminada. Haciendo pausas teatrales, habla en un tono dramático del pecado más grave, que es la falta de fe, y de cómo evitarlo. Advierte: “Muy pronto Jehová destruirá el viejo mundo lleno de injusticias y solo los que no pierden la fe serán recompensados completamente”.
Al final de su discurso, a petición de Nikolái, la sala se levanta y canta la “canción número 43” (“Sean espirituosos, persistentes y firmes”) que recuerda La Marsellesa. Después el inspector pregunta al público: “¿No queréis agradecer de forma modesta a los que han organizado este congreso en unas condiciones muy duras?”. Suenan fuertes aplausos.
En el pasillo hay dos cajas grandes que llevan una inscripción: “Donaciones para la causa mundial”. Los Testigos ordinarios (he de reconocer que no parecen estar ni asustados ni hipnotizados) ponen su dinero voluntariamente. No he podido averiguar qué cantidad de dinero fue reunida finalmente, pero muchos donaban billetes de 1.000 o 5.000 rublos (de 17,5 a 87,8 dólares).
Salgo a la calle y me intercepta el precursor Anatoli, que me pregunta si me gustaría saber más acerca de los Testigos de Jehová y, por alguna razón, si estoy casado (más tarde me cuentan que hasta a los testigos “potenciales” no se les recomienda estar casados con personas no creyentes). Intercambiamos los números de teléfono.
Conozco también a Ekaterina, una mujer de mediana edad que me convence para asistir a una reunión de testigos. Se celebran cada fin de semana en casa de algún miembro de la ciudad. Katia me cuenta que los testigos tienen muchas cosas prohibidas: no se puede ser funcionario, participar en manifestaciones (ni de la oposición ni a favor del poder), servir en el ejército, ponerse en pie cuando suena un himno, ni siquiera gemir durante la consumación del matrimonio.
Le pregunto cómo se convirtió, a lo que Katia responde: hace muchos años su padrastro le dio una paliza y ella, sentada en el suelo completamente desesperada, se puso a rezar. Justo en aquel momento llamaron a la puerta de su apartamento. Abrió y encontró a unos Testigos. Estos le dieron dos libros que cambiaron su vida, y no solo su vida, sino también la de su padrastro. Ahora los dos se dedican a llamar a las puertas de la gente para hablar sobre los Testigos de Jehová y recomendar libros.Esta historia puede ser cierta o no, pero es un clásico para todos los adeptos de la organización. El fundador de los Testigos de Jehová en 1931, el juez estadounidense Joseph Rutherford, abrazó esta nueva fe de un modo muy similar: siendo estudiante de derecho trabajaba vendiendo enciclopedias y a menudo recibía un no por respuesta.
Entonces se prometió a sí mismo que cuando tuviera un empleo mejor, si alguien llamaba a su puerta vendiendo libros, se los compraría. De este modo compró un día textos de los Estudiantes de la Biblia. Rutherford lo consideró como un presagio y se entregó a esta creencia en cuerpo y alma.
Katia asegura que no gana un centavo por los libros, por el contrario, ella contribuye a esta “causa mundial” con entre 50 y 100 dólares al mes. A mí no me pide nada, aunque no sabe que yo no llegaré a asistir a la reunión.
En primer lugar, pocos días antes Katia me avasalla con mensajes de texto cuyo sentido es incomprensible para los no iniciados. “No te desanimes, tus sueños se cumplirán”. “Lo que intentaba compartir contigo es una revelación exclusiva. El Anticristo ya ha llegado al mundo, sus dictámenes ya están aquí”.
“Información: las cinco películas de “Terminator” rodadas por judíos mesiánicos de EE UU”. “Lo sé todo desde hace unos 20 años y por eso intentan enviarme a un manicomio”. El día del atentado en San Petersburgo me escribe: “Apocalipsis, capítulo 15, versículo 2. Créelo. En él se habla de ese mar de vidrio mezclado con fuego”. En mi opinión, no se trata de extremismo, sino de falta de cordura.
El debate sobre si los Testigos de Jehová son una secta o sencillamente estafadores de medio pelo siempre ha tenido cierto fundamento. Pero la prohibición ahora les amenaza con hasta seis años de cárcel. No obstante, el miembro del consejo de expertos del Comité de la Duma Estatal de la Federación Rusa para las asociaciones públicas y las organizaciones religiosas, Vladímir Riajovski, opina que la persecución de este grupo es inevitable.
“Ahora mucha gente cree que la ley no se cumplirá en la práctica. Yo creo que sí, y que ya está aprobado todo el procedimiento. En 2009, en Taganrog se prohibió una comunidad local y más tarde, en 2012, se publicaron unos videos que demostraban que se había celebrado una asamblea. Entonces se abrió una causa penal muy prolongada: la sentencia del tribunal no se anunció hasta finales de 2015. Es cierto que únicamente se les condenó a pagar multas y, en algunos casos, a libertad condicional, pero al menos fueron condenados. Ahora la ley será mucho más severa, y no solo se aplicará en una comunidad aislada, sino en toda Rusia”.Llamo por teléfono al precursor Anatoli. “¿Qué harán ahora que los Testigos de Jehová se han prohibido definitivamente? “Rezar a Dios -responde él- todos los que han intentado destruirnos han acabado mal. Hitler quiso exterminarnos en los crematorios, Stalin nos dejó pudriéndonos en Siberia, ¿y dónde están ellos ahora? Fueron malditos. Y nosotros estamos vivos. Ahora también sobreviviremos. No pensamos rendirnos”. A la pregunta sobre “cómo piensa Anatoli no rendirse”, no responde. Según él, la cúpula de los Testigos planea recurrir la sentencia del Tribunal Supremo (para esto se requiere un mes). Sin violencia ni extremismo.
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