Retos y dificultades de los inmigrantes sin papeles en Rusia

Migrantes chinos muestran sus tarjetas de registro en el oriente de Rusia.

Migrantes chinos muestran sus tarjetas de registro en el oriente de Rusia.

Ria Novosti / Vitali Ankov
Cada año miles de personas cruzan la frontera con Rusia como turistas con la esperanza de encontrar un empleo. De los más de 10 millones de inmigrantes, solamente 1,5 millones están en situación regular. La gran mayoría procede de antiguas repúblicas soviéticas, generalmente de Asia Central o del Cáucaso. Las autoridades han creado un sistema para facilitar la obtención de documentos, aunque hay organizaciones sociales que critican la medida por insuficiente.

Rashid llegó a Moscú desde Tayikistán el año pasado. Tiene 20 años, no tiene estudios y habla un ruso precario. Vive en un apartamento alquilado de dos habitaciones, en los suburbios del norte de la capital, con la familia de su hermano mayor y varias personas más.

Hace unos meses, lo paró la policía y le puso una multa por sobrepasar el periodo de 90 días que un visitante extranjero puede pasar en Rusia sin un permiso especial. Ahora ha entrado en una lista negra y ya no podrá solicitar ningún estatus legal.

Rashid trabaja de manera irregular, sobre todo cargando y descargando mercancía en un mercado. “Gano unos 20.000 rublos [unos 300 dólares] al mes, a veces menos”, explica. La suma es tres veces menor que el salario medio en Moscú, pero es más de lo que podría ganar en su país. “Tengo familia aquí y sé que no me van a abandonar”, insiste.

La mayor parte de los inmigrantes que llegan a Rusia proceden de las antiguas repúblicas soviéticas, atraídos por las oportunidades laborales y salarios más altos que los de sus países. Normalmente encuentran trabajos no cualificados en la construcción, la limpieza o el comercio.

Según Nikolái Kurdiúmov, responsable de la ONG Alianza Internacional “Trabajo Inmigrante”, el 80 % de todos los inmigrantes de Rusia son ciudadanos de la CEI (Comunidad de Estados Independientes), que incluye a 11 países de la antigua Unión Soviética, exceptuando los países bálticos y Georgia.

Los ciudadanos de la CEI no necesitan visado para entrar en Rusia y pueden permanecer legalmente hasta 90 días. Pero muchos deciden quedarse y trabajar en negro.

“Lo más doloroso es el hecho de que la gran mayoría de inmigrantes no tengan un estatus legal en Rusia”, explica a RBTH Muhammad Amin Madzhumder, presidente de la Federación de Inmigrantes de Rusia. De los 10 millones de inmigrantes que hay en el país, solo 1,5 millones están legalmente, añade.

Un problema clave para lograr un estatus legal es que la falta administrativa más leve, como sobrepasar el límite de 90 días, por ejemplo, incluye al inmigrante en la lista negra y le impide solicitar un permiso de trabajo.

Más de dos millones de inmigrantes están en esta lista, que obliga a los que se quedan a vivir bajo sospecha, ilegalmente. Otros 800.000 han sido deportados, lo que anula cualquier posibilidad de que se legalice su situación.

Difícil integración

 

La situación irregular de los inmigrantes dificulta su integración y los lleva a vivir en condiciones precarias. Sin un permiso de trabajo, tienen pocos incentivos para aprender ruso. Muchos viven al margen de la sociedad y encuentran refugio en sótanos, almacenes u otros lugares igualmente inhóspitos.

“Como es natural, los que están empleados de forma ilegal no residen en viviendas”, dice Kurdiúmov. “Se esconden. A menudo están rodeados de criminales, a veces les roban los pasaportes”.

Cuando Rusia entró en recesión, a finales de 2014 y cayó el precio del rublo al cambio con otras divisas, empezaron a aparecer noticias sobre elevadas cifras de inmigrantes que dejaban el país.

Sin embargo, los expertos dicen que es demasiado pronto para hablar de un éxodo en masa de emigrantes.

“Muchos se quedan”, dice Vasili Kravtsov, responsable de la ONG Emigración Siglo XXI. “Hay un indicador ilustrativo: la suma de dinero que mandan a sus familias en sus respectivos países. En rublos, esta cantidad no ha disminuido, es más, incluso ha aumentado”.

Y, aunque algunos inmigrantes de Asia Central hayan partido, su ausencia ha sido providencial para la llegada de refugiados desde una Ucrania destrozada por la guerra: casi dos millones de personas, según Kravtsov

Sentimentos antiinmigración

Durante años, ha existido un fuerte sentimiento antiimigración en la sociedad rusa, basado en el miedo a que los inmigrantes roben el trabajo a los rusos y cometan delitos. Pero los hechos contradicen esta idea.

“Es un error pensar que los inmigrantes les roban el trabajo a los rusos”, dice Kurdiúmov. “En su mayor parte, desempeñan trabajos no cualificados y mal remunerados en los que los rusos no están interesados”.

Del mismo modo, las ideas sobre el alto porcentaje de crímenes cometidos por inmigrantes no se apoyan en pruebas reales.

Entre enero y julio de 2015, solo el 2 % de todos los crímenes registrados en Rusia fueron cometidos por ciudadanos extranjeros, según los datos publicados en la web del Ministerio del Interior.

Las autoridades han cambiado este año algunos de los procedimientos. Ahora se permite a los inmigrantes de la CEI comprar “patentes” (una especie de tarjeta de residente permanente), en lugar de solicitar un permiso de trabajo. A diferencia de los permisos, permiten que su poseedor cambie de empleo, y el procedimiento para su obtención es mucho más sencillo. Pero el nuevo sistema también tiene desventajas.

Un inmigrante en Moscú tendrá que pagar entre 60.000 y 70.000 rublos (entre 700 y 900 euros) al año, lo que está por encima de lo que muchos pueden permitirse.

Como resultado, hay margen para la falsificación y la corrupción. “No es ningún secreto que muchos seguros médicos y certificados de idiomas, necesarios para conseguir la patente, simplemente se compran de compañías dudosas, dispuestas a sacar beneficios de la situación”, dice Kravtsov. “Y muchos inmigrantes siguen trabajando ilegalmente. Sencillamente, sobornan a la policía local”.

Otros expertos han expresado un optimismo cauto sobre las futuras perspectivas del sistema de patentes. “Si por lo menos una parte de los inmigrantes salen de la economía sumergida gracias al nuevo sistema, eso será positivo”, dice Kurdiúmov.

En un discurso el pasado abril, en el que se analizaban los primeros resultados de la nueva política migratoria, el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, anunció que desde principios de este año los ingresos por la venta de patentes se habían multiplicado por cuatro, comparado con el mismo periodo del año pasado. Pero no mencionó qué diferencia podría suponer este aumento de los ingresos para la resolución de diversas cuestiones, entre otras, el limbo legal en el que se encuentran las personas incluidas en la lista negra.

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