El Ártico no es lugar para el conflicto

Dmitri Divin
Obama ha anunciado que los EE UU acelerarán la construcción de rompehielos para el Ártico. Sin embargo, es un espacio de cooperación conjunta donde podría rebajarse la actual tensión diplomática.

El Ártico es una región marítima especial con gran parte de su extensión prácticamente inaccesible. Las aguas del Océano Glacial Ártico bañan las costas de solo cinco países (Rusia, Noruega, Canadá, Dinamarca y los EE UU) y una serie de cuestiones relevantes exigen un alto nivel de coordinación regional, ya que no pueden resolverse sin tener en cuenta las posturas de estos países.

Recientemente, los EE UU han reactivado su política exterior en esta región de creciente importancia geoestratégica. Paradójicamente, este hecho podría incluso resultar beneficioso para Rusia, ya que con ella surge un nuevo ámbito en el que Moscú y Washington pueden colaborar estrechamente, en un momento de tensión diplomática.

Los EE UU cuentan con infraestructura y tecnologías suficientes para reaccionar de forma oportuna a los retos y amenazas que vayan surgiendo en el Ártico. En este sentido, resultaría más cómodo para estos países seguir de forma conjunta el cumplimiento de actividades económicas en la región y cooperar en el ámbito de las tareas de búsqueda y rescate así como en la reacción a las filtraciones de petróleo o de control de la navegación.

Por esta razón, los comentarios alarmistas de algunos expertos norteamericanos, que consideran el retraso estadounidense respecto a Rusia en el desarrollo del potencial ártico, como una seria amenaza, despiertan cierta extrañeza. Por ejemplo, el resurgimiento del potencial de la Marina de Rusia se valora como la preparación para un conflicto armado, aunque este se está llevando a cabo de forma considerablemente más modesta que durante la época soviética.

La preparación de Rusia en el Ártico no es una preparación para la guerra, sino una necesidad objetiva de prepararse de cara al descubrimiento y conquista de nuevos territorios, cada vez más probable a medida que cambia la situación climática.

La necesidad de una cooperación en el Ártico entre Estados Unidos y Rusia figura en el mismo nivel que la resolución conjunta de problemas como el iraní, el norcoreano, la guerra contra el terrorismo internacional o las tareas de la no proliferación de armas nucleares.

Existe la esperanza de que la solución conjunta de los desafíos y amenazas en el Ártico siente la base de una nueva agenda ruso-estadounidense. Antes del inicio del conflicto en Ucrania se habían alcanzado determinados éxitos en este sentido, como los acuerdos sobre la formación de un régimen internacional de pesca en la parte abierta del Océano Ártico. Proyectos, como la discusión de medidas para regular la pesca en el estrecho de Bering, son iniciativas bastante recientes.

La crisis ucraniana ha influido negativamente en el desarrollo de la cooperación internacional en el Ártico: los ejercicios militares marítimos conjuntos se han congelado; no se celebró el encuentro entre jefes de Estados Mayores y se ha interrumpido la creación del Foro de Guardia Costera de los Estados Árticos.

En este sentido, la preocupación principal consiste no tanto en la amenaza fantástica de una confrontación armada como en el hecho de que la tensión entre los EE UU y Rusia existente fuera de esta región puede ejercer una influencia destructiva en el desarrollo de la situación en el Ártico.

Pável Gudev es doctor en historia e investigador sénior en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales E. M. Primakov de la Academia Rusa de Ciencias.

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