Estado Islámico: amenazas para la región del Cáucaso

Alekséi Iorsh
Es conveniente examinar la amenaza que representa el Estado Islámico (EI) en el contexto geopolítico. El Estado Islámico es un instrumento que se utiliza para contener a Irán, parece ser que fue creado para no permitir la formación de un cinturón chiita (Irán-Irak-Siria-Líbano), y por eso los combatientes y los recursos financieros ahora son imprescindibles en primer lugar en el Próximo Oriente.

De cara al futuro actualmente se divisan dos escenarios posibles para el EI: la transformación en un estado de pleno derecho o bien, lo que parece más probable, su desintegración tras el cese de la financiación exterior.

Ambos escenarios comportan sendas amenazas para la Federación de Rusia. El primero representaría la aparición de una entidad agresiva que se dedicaría a la exportación del extremismo a otras regiones (por ejemplo, Asia Central, Balcanes o Cáucaso Norte). El segundo escenario supondría la aparición de una gran cantidad de combatientes “vagabundos” que se dispersarían por el mundo, incluyendo los que regresarían al Cáucaso. Una situación similar ya tuvo lugar a finales de los años 1990, tras el fin de la guerra en Afganistán.

Ideología peligrosa

Por otra parte, hay que reconocer que de momento no existe una amenaza inmediata para el Cáucaso. A pesar de las bélicas declaraciones de algunos comandantes de campo, la región del Cáucaso ahora no es un objetivo de la expansión directa de EI. Los principales esfuerzos de los jihadistas están concentrados en Siria e Irak. (Las filiales del EI en otros países son un producto secundario, se trata de grupos locales que decidieron utilizar esta marca que se ha hecho tan famosa).

Para la región del Cáucaso ahora no es tan peligroso el propio EI como su ideología, que puede inspirar a la juventud musulmana local. Algunas agrupaciones en el Cáucaso Norte ya han jurado fidelidad al EI e intentan reanudar los ataques armados con el objetivo de atraer a los patrocinadores extranjeros.

También hay que recelar de la afluencia de combatientes llegados del Próximo Oriente. Ahora en las filas del EI hay cerca de mil jihadistas rusohablantes (según otros datos, la cantidad llegaría a los tres mil). Uno de los compañeros de lucha más cercanos al califa Abu Baker al-Bagdadi, Omar al-Shishani, es oriundo de Georgia. Algunas fuentes aseguran que los chechenos son la principal fuerza de choque del Estado Islámico. Si se dispone de financiación exterior todo esto puede desembocar en la aparición de una peligrosa clandestinidad armada jihadista. En la Federación de Rusia esta información se toma muy en serio. El presidente de Chechenia, Ramzán Kadírov, por ejemplo, ya ha propuesto despojar de la ciudadanía a aquellos que ingresan en el EI.

Las regiones que se cree que son más vulnerables al regreso de extremistas son Daguestán e Ingushetia, y también la vecina Georgia (el desfiladero de Pankisi). Por lo demás, es poco probable que los combatientes del EI puedan controlar durante un largo tiempo parte del territorio de la Federación de Rusia. Moscú tiene la fuerza militar para hacerles frente mientras que en otros países de la región eso no está tan claro.

¿Cómo luchar?

En principio el EI existe en unas condiciones muy específicas: un régimen poco popular, con contradicciones entre sus comunidades (o entre las distintas etnias), la presencia de una gran capa de jóvenes descontentos, un exceso de armamento y de refugiados, financiación exterior (en el contexto de la confrontación regional) y actividad subversiva de los servicios de inteligencia extranjeros.

Hay razones suficientes para temer la penetración de los emisarios e ideología del EI al Cáucaso. La región es vulnerable ya que en ella se dan muchos de los factores enumerados anteriormente. Además, el Cáucaso se encuentra relativamente cerca del baluarte del EI. El secretario adjunto del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Yevgueni Lukiánov, explicó a los medios de comunicación que hasta unos dos mil ciudadanos de Rusia, sobretodo procedentes de la región del Cáucaso Norte y otras regiones, hace tiempo que luchan en el Próximo Oriente. Y éstos ya regresan, pasando a través de la frontera turca bajo el aspecto de turistas que han perdido el pasaporte.

En general las autoridades rusas comprenden que para combatir al extremismo hay que luchar contra los factores que crean un ambiente favorable para que éste se instaure. Este es el motivo por el que se intenta trabajar en dos direcciones: mejorar la situación social (se intenta dar perspectivas a los jóvenes y también explicarles los principales dogmas del islam) y activar las labores de los servicios de inteligencia (incluyendo el intercambio de información entre estados de la región y un control más escrupuloso de la frontera).

Nikolai Surkov, docente de la cátedra de estudios orientales del Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales

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