Analogías entre la crisis en Ucrania y la Guerra Civil española

Dibujado por Alekséi Iorsh

Dibujado por Alekséi Iorsh

El paralelismo tiene cierta lógica histórica, pero afortunadamente hay herramientas para que no se repita un escenario tan trágico.

Hace pocos días en Washington, un exalto cargo del gobierno estadounidense me dijo que si en Ucrania estallase una guerra civil no seguiría el guión bosnio, sino el de la Guerra Civil española. Al igual que en la España de mediados de los años 30, el conflicto ucraniano podría intensificarse e internacionalizarse rápidamente, con una creciente participación de las principales potencias y una minimización de las posibilidades para alcanzar un acuerdo. 

Lo cierto es que este paralelismo tiene cierta lógica histórica. Los recientes acontecimientos muestran que hay un peligro creciente de que se produzca una escalada. Las autoridades de Kiev movilizan a la Guardia Nacional mientas que en el sur y en el este los voluntarios forman sus propias milicias. Ya ha habido víctimas y aumenta el volumen de armas que caen en manos privadas. 

Por su parte, en las fronteras de Ucrania vemos una acumulación militar sin precedentes. Rusia ha estado realizando ejercicios militares a gran escala en la región que han causado mucha preocupación en Occidente. Al mismo tiempo, la OTAN ha vuelto a utilizar la vieja retórica acerca del "enemigo del Este" y también ha decidido incrementar su presencia militar en algunas partes de Europa. EE UU desplegará militares en Polonia y los países bálticos. Además hay ejercicios navales de la Alianza en el Mar Negro, y el presidente de la República Checa ha pedido una presencia militar de la OTAN en la propia Ucrania. Destacados miembros de los servicios secretos occidentales han visitado Kiev con frecuencia, lo que también ha irritado a Moscú. 

Mientras tanto, se intensifica la guerra propagandística. Cada parte del conflicto muestro solo su versión de los hechos y cada vez hay más limitaciones tanto para los periodistas como en los canales de televisión. En Alemania hay incluso llamadas para retirar un monumento dedicado a la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial. 

Por su parte, Rusia está acercándose a la extrema derecha europea. Marie Le Pen, presidenta del Frente Nacional francés tuvo una cálida acogida en Moscú. Mientras, la ONU mantiene una postura ambigua respecto a la situación en Ucrania y las organizaciones europeas de seguridad no se deciden sobre qué hacer ante tales circunstancias. 

Estos hechos no son muy tranquilizadores. Sin embargo, el mundo en el siglo XXI es muy diferente de lo que era en los años 30 del siglo XX. A diferencia de lo que ocurría hace 80 años, no hay un choque de intereses irreconciliable entre las principales potencias. 

Al contrario, están unidas en su lucha por combatir nuevas amenazas contra la seguridad, como son el terrorismo internacional, la guerra cibernética o el extremismo político. En caso de que haya una gran crisis europea, la habilidad de los actores clave para sobreponerse a los desacuerdos en las causas, progresos y posibles soluciones es mucho mayor que en los años 30. 

El plan de salida solamente puede basarse en el compromiso por eludir la confrontación y en consolidar los esfuerzos por restablecer la condición de Estado de Ucrania así como en ayudar en el desarrollo de las necesarias reformas políticas y económicas. 

Las acciones concretas sobre el terreno son la base para encontrar un plan de rescate realista. Es importante que haya un grupo de contacto a algo nivel que pueda trabajar de manera permanente con las pertinentes autoridades ucranianas en tareas urgentes de estabilización política, social y económica, así como de seguridad.

Los participantes en el acuerdo de Ginebrala UE, Rusia, EE UU y Ucrania, deberían ser el eje de esta grupo de contacto. Pero esto no es suficiente. El grupo debería contar también con representantes de alto nivel de los estados europeos que firmaron el compromiso de acuerdo el pasado 21 de febrero con el entonces presidente Víktor Yanukóvich. 

La crisis en Ucrania no tiene una salida fácil. Debemos estar preparados para un largo viaje con gran cantidad de baches en el camino. Habrá, por su puesto, desacuerdos, frustraciones y reveses. Pero si lo hacemos bien, esta crisis no entrará en los libros de historia del futuro como una analogía de la Guerra Civil española sino como una modelo para tratar los conflictos en diferentes lugares del planeta, como un ejemplo de la nueva forma de gobernanza global en el siglo XXI. 

Ígor Ivanov fue ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia entre 1998 y 2004, y actualmente es presidente de Consejo Ruso de Asuntos Internacionales.

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