La Primavera Árabe llega a Kiev

Dibujado por Konstantín Máler

Dibujado por Konstantín Máler

Los resultados de la experiencia revolucionaria en Túnez y Egipto despiertan la preocupación de Rusia sobre el futuro de Ucrania.

La revolución en Ucrania es, a día de hoy, un hecho. El Gobierno y el presidente del país han sido destituidos por la fuerza. Ahora, la principal cuestión es qué futuro le espera a Ucrania. Se podría tratar de responder a este interrogante analizando las recientes experiencias revolucionarias de algunos países árabes.

De hecho, el paralelismo entre los eventos de Kiev y la Primavera Árabe es evidente. En Egipto y Túnez, al igual que en Ucrania, todo comenzó cuando la gente normal decidió salir a la calle para protestar contra la corrupción, las violaciones de los derechos humanos y la baja calidad de vida.

Los folletos con instrucciones que los activistas distribuían en Maidán, Ucrania, eran los mismos que en su momento habían distribuido los rebeldes en la plaza Tahir de El Cairo. Y no se trata de una conspiración global. No; simplemente, los adversarios de Víktor Yanukovich han estudiado con atención la experiencia revolucionaria de sus predecesores árabes.

En ambos casos, la revolución ha significado una radicalización de las facciones rivales y la polarización de toda la sociedad. En Túnez y Egipto la población se ha dividido entre islamistas y partidarios de un Estado laico. En Ucrania, el sudeste filorruso se opone a un oeste de orientación nacionalista.

Todo esto ha sucedido y está sucediendo con el telón de fondo de graves dificultades económicas. Ucrania, como también Egipto, están en una situación inestable, al borde del colapso.

La pregunta que surge es, ¿qué debemos esperar de los acontecimientos en Ucrania? ¿Por qué advierte con tanta insistencia el Ministerio de Exteriores ruso de la amenaza que constituiría el ascenso al poder de los extremistas ucranianos? Para responder a estas cuestiones es suficiente ver cómo se han desarrollado los eventos en el Medio Oriente árabe.

Tras la revolución, tanto en Túnez como en Egipto, han subido al poder grupos islamistas, hasta entonces considerados extremistas. En el momento en que cayó el régimen precedente, eran la única fuerza organizada y capaz de llenar el vacío que quedaba en el poder. Lo mismo está sucediendo en Ucrania. La actual oposición política (Yatseniuk y sus colaboradores) no goza de un apoyo popular incondicional. No existen partidos de oposición normales, sino un solo grupo cohesionado, bien organizado y armado, de nacionalistas radicales que se pronuncia a favor de una 'ucrainización' del país.

Es probable que los nacionalistas se aprovechen de unas elecciones convocadas apresuradamente para conquistar el poder. Pero ¿qué sucederá después?

Otra vez, la respuesta se puede encontrar en las experiencias de Egipto y Túnez, donde rápidamente ha quedado claro que, aunque los islamistas hayan podido conquistar el poder y poner en marcha una islamización general del país, no han sido capaces de resolver los problemas del país, a pesar de la generosa ayuda económica que se les ha ofrecido.

Los ciudadanos de a pie, al darse cuenta de que a cambio de la islamización no han recibido ni puestos de trabajo ni beneficios sociales (al contrario, todo esto se les negaba para devolver los créditos del FMI), han vuelto a salir a la calle. Además, los islamistas se han demostrado incapaces de devolver la estabilidad a una sociedad fuertemente dividida.

Una vez que alcanzaron el poder, los Hermanos Musulmanes solo se preocuparon de establecer normas para absolutamente todo, de volver a incluirse en la Constitución y de asignar cargos a sus protegidos, sin buscar el consenso del resto de las fuerzas políticas.

En Egipto, todo eso ha provocado un golpe de Estado por parte del Ejército, luchas callejeras, ataques terroristas y una nueva fase de inestabilidad de amenaza con durar años. También en Túnez el Gobierno islamista ha provocado un aumento de las tensiones, homicidios políticos, revueltas y, otra vez, un repunte de la inestabilidad. Es probable que también su presencia en el poder tenga los días contados.

Como resultado, tanto Túnez como Egipto se ven obligados ahora a recomenzar de cero: deberán volver a redactar la Constitución y buscar nuevos líderes para restablecer la paz nacional, todo esto con el telón de fondo de un empobrecimiento del nivel de vida y una recesión económica que no aún no han logrado paliar.

No se puede tampoco olvidar a Libia, donde el cambio de gobierno, apoyado activamente por Occidente, ha llevado a la anarquía y la fragmentación del país.

Se ha ofrecido a Ucrania ayuda financiera por valor de 1.000 millones de dólares, la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea y apoyo político. Sin embargo, eso no es una garantía contra la crisis económica, que amenaza con empeorar ante la posibilidad de la ruptura de las relaciones con Rusia.

Si a los problemas económicos se añaden la opresión a la lengua rusa y la total 'ucranización' (son visibles ya sus primeros síntomas), no es difícil prever cómo reaccionará la parte oriental del país, que sigue con desconfianza los eventos de Kiev.

Los paralelismos con la Primavera Árabe son evidentes ahora no solo para los expertos y los periodistas, sino también para los líderes rusos. Así lo ha señalado claramente el jefe de la Comisión de Asuntos Internacionales del Consejo de Rusia, Mijaíl Marguelov, un experto arabista. Y, a juzgar por sus últimas declaraciones, también el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso teme una situación negativa del mismo tipo.

Nikolái Surkov es profesor de Estudios Orientales en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú. 

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