Dibujado por Konstantín Máler
Quedan pocos días para la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, un evento importante para todos los rusos, aunque considerado como un proyecto personal del presidente, Vladímir Putin. Según el analista político Serguéi Markedónov, “si Rusia quiere ser considerada una gran potencia, debe organizar eventos de relevancia mundial, como los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol”.
Y a pesar de que muchos aseguran que el alto coste de los Juegos es una pérdida innecesaria de dinero, Putin ha declarado que se trata de una inversión en conciencia nacional. “Tras la caída de la Unión Soviética, después de varios episodios de violencia en el Cáucaso, el estado general de la sociedad era tan deprimente y pesimista que necesitábamos cambiar las cosas de alguna manera. Debemos darnos cuenta de que somos capaces de llevar a cabo proyectos de esta envergadura”, declaraba Putin.
No obstante, las cosas no han salido del todo como Putin esperaba. Algunos políticos occidentales comenzaron a promover el boicot de los juegos de Sochi basándose en la ley rusa contra la propaganda homosexual, y algunos invitados VIP han rechazado asistir a los Juegos Olímpicos. Entre ellos figuran los presidentes de Estados Unidos, Alemania, Francia y Polonia, así como los primeros ministros de Bélgica y Canadá.
Algunos periodistas han comparado Sochi con los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, ya que el evento fue boicoteado por muchos países occidentales debido a la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. Pero la ausencia en la actualidad de los líderes mencionados no es un boicot real. A diferencia del año 1980, ningún deportista hará boicot a los Juegos. Además, solo unos pocos líderes, como la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite o el presidente de Alemania, Joachim Gauck, han atribuido públicamente su rechazo a las violaciones de los derechos humanos existentes en Rusia.
En cuanto al resto de políticos, su decisión de no asistir al evento puede deberse a la falta de una buena relación con Putin más que a un resentimiento político. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tampoco asistió a los Juegos Olímpicos de Londres o Vancouver, a pesar de que Reino Unido y Canadá se cuentan entre los mejores aliados de Estados Unidos.
Además, la canciller alemana, Angela Merkel, no ha asistido a ningunas Olimpiadas en los ocho años que lleva en su puesto. Los primeros ministros británicos también acuden poco frecuentemente a los Juegos Olímpicos de Invierno, con la excusa de que a su país no se le dan del todo bien este tipo de deportes. Sin embargo, el primer ministro británico, David Cameron, ha condenado cualquier idea de boicotear los Juegos Olímpicos, alegando que tendría un efecto “contraproducente”.
Los invitados que participarán al evento serán de igual relevancia que los que se lo perderán. La familia real holandesa planea asistir al evento, a pesar de la serie de conflictos que tuvieron lugar el año pasado entre Rusia y Holanda, como la detención de diplomáticos o del buque de Greenpeace con bandera holandesa Arctic Sunrise.
Además, a pesar de las tensas relaciones entre Rusia y Georgia, el primer ministro georgiano, Irakli Garibashvili, se ha ofrecido a ayudar a Rusia a reforzar la seguridad en la región, ya que Sochi se encuentra cerca de la frontera de esta república caucásica. Estos ejemplos indican que los Juegos Olímpicos de Sochi no darán muestras del aislamiento de Rusia frente a la comunidad mundial, sino más bien de un deseo de promover la paz y la cooperación entre los pueblos, igual que en los viejos tiempos.
Gevorg Mirzayan es corresponsal para Expert Magazine e investigador del Instituto de Estudios sobre Estados Unidos y Canadá de la Academia de Ciencias de Rusia.
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