Rusia o la UE: el falso dilema para Ucrania

Dibujado por Konstantín Máler

Dibujado por Konstantín Máler

En las relaciones entre Rusia y la UE hay éxitos y cuestiones delicadas. Sin embargo, la mínima contradicción o suceso negativo ensombrece fácilmente todo el bagaje de logros positivos existente. Esto sucede porque no hay una estrategia de futuro desarrollo de las relaciones. La cuestión fundamental no está resuelta: ¿Quién somos el uno para el otro? Vecinos a nuestro pesar, competidores geopolíticos o socios estratégicos.

 

Dibujado por Konstantín Máler

Los recientes acontecimientos de Ucrania han provocado una nueva e importante crisis entre Rusia y la UE. Pero no muestran una solución práctica para que las relaciones tomen el camino de una verdadera colaboración estratégica.

Lo sucedido en Ucrania no tiene otra explicación que la lógica de la falsa elección "entre Europa o Rusia" creada por la Unión Europea. Este enfoque va acompañado del menosprecio por los procesos de integración existentes en el espacio postsoviético que se interpretan bien como inmaduros, bien como intentos por parte de Rusia de satisfacer sus ambiciones imperiales.

La Gran Europa sin líneas divergentes tan solo será posible en un espacio de colaboración económica y política más amplio, construido sobre el respeto mutuo y que tenga en cuenta los intereses y las peculiaridades mutuas. La consigna de la Unión Europea de unidad en la diferencia hay que entenderla de forma más amplia: como la creación de estructuras de cooperación capaces de garantizar las sinergias de actores tan dispares como los países del centro y la periferia de la UE, los países de la Asociación Oriental, Rusia y los países de la Unión Aduanera Euroasiática.

La política de la Asociación Oriental imitaba una estrategia que ya se había aplicado con éxito anteriormente en la transformación de antiguos países soviéticos. La Unión Europea utilizó la fuerza blanda, un modelo atractivo de organización política y socioeconómica, como principal recurso.

La principal conclusión de la crisis ucraniana es evidente. La fuerza blanda de la Unión Europea no es suficiente. La comprensión de este hecho es extremadamente dolorosa para la élite política europea. No es casualidad que la reacción ante la decisión de Yanukóvich fuera en el fondo emocional.

La diplomacia de Moscú consiguió (sin poner en duda la intención de Ucrania de desarrollar unas relaciones más estrechas con la UE) mostrar a los políticos ucranianos que la asociación con la UE conllevaría consecuencias muy negativas para Ucrania. En primer lugar se recrudecería la competencia con los productos de la UE en el mercado interno, para lo que la economía ucraniana todavía no está preparada. Además, al pasar de un régimen privilegiado al régimen de mercado normal, perdería una parte del mercado ruso .

Además las conclusiones de la comisión intergubernamental ruso-ucraniana del 17 de diciembre, muestran la disponibilidad de prestar ayuda real entre los socios. Este es precisamente el apoyo real que Ucrania no recibirá de la Unión Europea.

Obviamente es una gran tentación interpretar esta ayuda como un pago por la renuncia a la elección europea. Pero los partidarios de esta interpretación se olvidan de un pequeño detalle: Ucrania no ha declarado su renuncia a asociarse con la UE. Y la ayuda rusa no es caridad, se fundamenta no solo en la amistad sino en la coherencia económica.

Bajar los precios del gas le permite a Gazprom mantener un volumen de ventas en el importante mercado ucraniano. Y toda una serie de acuerdos, como por ejemplo la fabricación en serie conjunta de aviones An-124 o la colaboración en el área de la construcción naval y la industria aeroespacial, abren grandes posibilidades para beneficiarse mutuamente de una cooperación productiva.

Además el éxito táctico de la política rusa no significa de ninguna manera que Ucrania caiga en la órbita de Rusia. Esto, en principio, no puede suceder mientras que muchos ucranianos vean a Rusia como el heredero de las ambiciones imperialistas de la URSS.

La paradoja es que Rusia no tiene ese objetivo. El falso dilema de 'Europa o Rusia', tan solo es bueno para los partidarios del mesianismo en política exterior. La diplomacia rusa ha declarado en más de una ocasión que no está en contra de la integración en la Comunidad Económica Euroasiática y de la profundización en la colaboración con la UE y hace grandes esfuerzos para coordinar ambos caminos.

Tanto Ucrania como Rusia están pasando por un complicado proceso de construcción de un sistema político y económico eficaz. Si se genera el mejor nivel posible de relaciones entre la UE y Rusia, el proceso de modernización interna tan solo puede ganar. El objetivo final es la creación de un amplio espacio económico común europeo (una futura zona de libre mercado). En este espacio pueden y deben entrar no solo Rusia y la Unión Europea, sino los países de la Unión Aduanera de la Comunidad Económica Euroasiática y Ucrania, así como otros países socio orientales.

Hay cierto avance en esta dirección. Rusia y la UE han desarrollado un entendimiento mutuo sobre la esencia de esos aspectos del nuevo acuerdo base, cuyas contradicciones habían llevado anteriormente a que se produjese una interrupción de las negociaciones excesivamente larga.

Hay acuerdo en el formato de participación en estos acuerdos de la Comisión Económica Euroasiática, que no se convertirá en parte en las negociaciones, pero podrá participar en calidad de observador.

Se ha acordado un plan de acción entre Rusia y Ucrania para la regulación de las complicadas cuestiones del comercio bilateral, incluidas las relacionadas con las condiciones del acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania. Todo esto son los primeros pasos, aunque modestos, en la coordinación de los diferentes procesos de integración en el continente europeo. La propuesta de Rusia de negociaciones a tres bandas da la oportunidad de reconciliar el funcionamiento de tres zonas de comercio.

El chasco de la estrategia de la UE en Ucrania debería hacer que los políticos europeos responsables reflexionasen si se puede construir una Gran Europa siguiendo el esquema de 'una Unión Europea más una periferia de países transformados a su imagen y semejanza y sometidos a ella'. No parece que sea muy realista, incluso si dejamos de lado la inevitable marginalización de Rusia que nunca ha estado de acuerdo con representar el papel de periferia. 

En la perspectiva a largo plazo solo una unión de recursos y superioridades competitivas será capaz de generar una mayor competitividad mundial de las economías de los países de la Gran Europa, crear nuevos impulsos de modernización tanto en un extremo como en el otro del continente.

Nikolái Kaveshnikov, director de la cátedra de integración europea de la Universidad MGIMO, principal colaborador científico del Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia.

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