Dibujado por Konstantín Máler
Yanukóvich ha evitado un derrumbamiento social y económico que habría tenido lugar irremediablemente si hubiera aceptado las condiciones del Acuerdo con la Unión Europea. Las nuevas negociaciones con Rusia tampoco prometían un paraíso, pero permiten al país mantenerse a flote para volver a coquetear más adelante con Europa.
La oposición, por su parte, ha encontrado un gran eslogan para su campaña: “Nos han robado el futuro europeo”. Además, Yulia Timoshenko sigue entre rejas, algo que también complace a los actuales líderes de la protesta.
Ahora se escapa el escenario moderado. El gobierno no se retractará, ya que si lo hiciera mostraría debilidad. Entre los manifestantes están ganando poder las fuerzas radicales, por lo que un compromiso con ellos se vuelve imposible. Y tampoco queda claro qué tipo de compromiso podría buscar: de hecho, no se trata de la asociación con la UE sino del gobierno. La batalla interna está adquiriendo un componente geopolítico.
La Unión Europea está molesta y ofendida con Yanukóvich por el fracaso de la cumbre de Vilnius, de modo que lo más probable es que apoye política y moralmente a cualquier fuerza que se oponga al presidente ucraniano. Incluso si se trata de una fuerza con menos intención que el presidente de asociarse a la UE, como por ejemplo el partido nacionalista Svoboda y su líder, Oleg Tiagnibok.
El excesivo uso de la fuerza contra los manifestantes podría, en primer lugar, llevar a un escenario no de la estabilización, sino todo lo contrario. En segundo lugar, obligará a Yanukóvich a buscar solidaridad únicamente en Moscú, algo que a su vez le privará de iniciativa.
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Además, pone a Rusia en una situación en la que esta se verá obligada a involucrarse en la política ucraniana. Y en este turbio pantano ya nos hemos quedado estancados decenas de veces.
Da la triste sensación de que no hay escenarios favorables para Ucrania. El intento de obligar a un país que no es consciente de sus intereses nacionales a decidirse definitivamente parece más bien una prueba de resistencia con cada vez más riesgo y menos garantías.
Fiódor Lukiánov es presidente del Consejo de política exterior y de defensa.
Artículo publicado originalmente en ruso en Kommersant.
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