Tras el caso del famoso extécnico de la NSA sería conveniente que Rusia y EE UU fomentasen la confianza mutua para prevenir la guerra cibernética. Fuente: Reuters
Tras las revelaciones del exagente de la CIA, los fiscales rusos empezaron a investigar los servicios de Google y Facebook en Rusia; las autoridades sospechan que ambos han violado los acuerdos internacionales sobre el procesamiento de datos personales.
El transcurso de la historia de Snowden podría generar una atmósfera tóxica a largo plazo que afectaría a una serie de negociaciones bilaterales concernientes a cuestiones delicadas que aluden a este tema en concreto. Entre estas cuestiones podría incluirse el intercambio de agentes expuestos, la consideración de las solicitudes de información sobre delincuentes cibernéticos y sobre sospechosos de terrorismo, o bien el intercambio —entre la inteligencia rusa y la estadounidense— de prácticas eficaces para el procesamiento de grandes volúmenes de datos.
Por otra parte, Rusia puede olvidarse de la posibilidad de recuperación de Víctor Bout u otros ciudadanos rusos que se enfrenten a un procedimiento judicial enEstados Unidos.
La Casa Blanca, por su parte, está al borde del caos en lo que respecta a la promoción en Rusia de sus valores fundamentales; la libertad en el uso de internet y la protección de los derechos de los usuarios, los cuales ya han sigo gravemente vulnerados con las revelaciones de Snowden. ¿Quién sabe qué otros secretos se está reservando el exprisionero de Sheremetyevo o lo difícil que le va a resultar resistir la tentación de compartirlos con los servicios rusos de inteligencia? ¿Pero cuál es la verdadera gravedad de todo esto? ¿Realmente garantizar el asilo de Snowden equivale a cruzar la línea roja en las relaciones ruso-estadounidenses?
Con la decisión de dar asilo temporal a Snowden, Rusia está enviando una señal clara a la Casa Blanca de que está dispuesta a seguir negociando: “Podemos darle un refugio temporalmente, pero miremos más allá”.
El gobierno ruso, ciertamente, no perderá el interés en acceder a la información que Snowden guarda, aunque el acuerdo vigente ya sugiere que dicha información seguirá siendo un as en la manga de la diplomacia rusa, que puede usar en un momento difícil durante las conversaciones con Washington, pero no puede compartirla con la comunidad internacional.
Cabe destacar todavía más, que las relaciones con EE UU son demasiado diversas y estratégicas como para estancarse a causa de un único escándalo, independientemente de lo sonado que haya sido. A pesar de la tendencia descendente de las relaciones bilaterales incluidas en el plan del reinicio, otras cuestiones han demostrado la enorme capacidad que tienen estos países de mantener la cooperación y un desarrollo constructivo en los asuntos estrechamente relacionados con Snowden.
El historial ruso-estadounidense de medidas para el fomento de la confianza en el ciberespacio es un buen ejemplo de ello. Últimamente, esta cooperación ha dado importantes muestras de progreso. El 17 de junio, como parte de uno de los temas de debate de la cumbre del G8 celebrada en Irlanda, Putin y Obama emitieron una declaración conjunta sobre las medidas para el fomento de la confianza en el ciberespacio que incluía tres acuerdos.
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Rusia y Estados Unidos están ahora obligados a mantenerse informados sobre cualquier ciberincidente o ciberataque, a reforzar la cooperación nacional para dar respuesta a ese tipo de supuesto, y a acudir a la línea directa para advertirse mutuamente sobre una emergencia.
Por esta razón, ambas partes han llegado a un acuerdo en este ámbito incluso en medio de las condiciones desfavorables que ahora predominan en sus relaciones bilaterales, aunque a causa de la crisis y el escándalo diplomático actuales surgen algunas dudas sobre cuándo debe sacrificarse la cooperación. La colaboración podría retraerse e incluso suspenderse en algunos aspectos, pero el historial de medidas bilaterales para el fomento de la confianza debería desarrollarse como un posible mecanismo para prevenir la guerra cibernética. Esto es algo que el Kremlin y la Casa Blanca saben muy bien.
Oleg Demídov es coordinador de proyectos de seguridad y gobierno en el Centro Ruso de Estudios Políticos (centro PIR).
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