Los peligros del excepcionalismo estadounidense

Dibujado por Alexéi Iorsh

Dibujado por Alexéi Iorsh

La doctrina que defienden muchos estadounidenses sobre el carácter excepcional y diferente de los EE UU es peligrosa para el resto de países. Creerse excepcional siempre implica el peligro de estar dispuesto a cometer excesos.

Recientemente, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, publicó en  The New York Timesun artículo de opinión sobre Siria. Una de las parteque más revuelo despertó fue su conclusión, en la que se hablaba del “excepcionalismo estadounidense”. Putin escribió: “Es extremadamente peligroso animar a la gente a verse a sí misma como un caso excepcional, sea cual sea el motivo. Hay países grandes y pequeños, pobres y ricos, países con tradiciones democráticas seculares y otros que están recorriendo el camino hacia la democracia. Sus políticas también son diferentes. Todos somos diferentes, pero cuando pedimos que Dios nos bendiga, no debemos olvidar que Dios nos creó a todos iguales”.

Putin no cuestionó explícitamente las credenciales de los EE UU para reclamar este excepcionalismo, pero ese es, en realidad, el quid de la cuestión. Tomemos, por ejemplo, la diferencia de ingresos. Hace poco, en un panel de la CNN Money sobre desigualdad, el exsecretario de Trabajo de los EE UU y profesor de Berkeley, Robert Reich, hizo una afirmación sorprendente: las 400 personas más ricas de los EE UU tienen más dinero que los 150 millones más pobres todos juntos. Pero no se trata solo de desigualdades económicas: hay diferencias en la esperanza de vida y en la educación. Y los patrones de desigualdad se multiplican cuando se aplican a las diferencias raciales en EE UU. Es un hecho que los prejuicios raciales están muy extendidos en la sociedad estadounidense.

La seguridad que tienen los EE UU de ser excepcionales no admite réplicas. Pero se cometen una media de 87 asesinatos al día en su territorio. EE UU ostenta el récord mundial absoluto de guerras y actos de agresión. Es el único país que ha utilizado armas nucleares. Todo esto lo hace excepcional, pero solo en un sentido negativo.

Podríamos echar un vistazo a las consecuencias que han tenido las políticas desarrolladas basándose en este excepcionalismo. Una gran parte del mundo cree que los EE UU peca de hipocresía cuando habla de excepcionalismo, hecho que solo les ha hecho perder prestigio a nivel mundial. Washington habla de la aplicación de “valores” solo de manera selectiva. Hay un rasero para Irán y otro para Arabia Saudí; una respuesta a Bahrein y otra opuesta a Siria; hay un estándar rígido para Gaza y una flexibilidad sin límites para los actos violentos de Israel, a pesar de que todos están en la misma región.

Las políticas de los EE UU obligan cada vez más a los países pequeños con mayor conciencia de su vulnerabilidad a desarrollar estrategias disuasorias para protegerse de una hipotética agresión estadounidense. Esto tiene un impacto negativo en la arquitectura de la seguridad mundial. Por otro lado, la noción del excepcionalismo ha incitado a los EE UU a actuar a espaldas de la legalidad internacional y de la Carta de la ONU, lo que constituye un peligroso precedente y debilita a este organismo mundial, que, a pesar de sus defectos, sigue siendo el único foro disponible para promover la paz y el desarrollo.

La doctrina del excepcionalismo estadounidense se puso a sí misma en evidencia en Afganistán e Irak, donde la aproximación prescriptiva de los EE UU no llegó a la población, aferrada a su historia, su cultura y sus tradiciones. Irónicamente, al final la medida del éxito de las intervenciones estadounidenses en estos países ha sido la eficacia con la que han podido retirar sus tropas de la zona de conflicto sin crear caos y confusión. Cabe dudar de que estos dos países vayan a practicar nunca una democracia genuina según las normas de EE UU.

La tesis del presidente Barack Obama de que los ideales y principios de los EE UU hacen al país “diferente y excepcional” es una doctrina peligrosa. Tiene un aire a otra, igualmente evocadora, que se expuso hace unas ocho décadas en Europa, con consecuencias igualmente desastrosas. Creerse excepcional siempre implica el peligro de estar dispuesto a cometer excesos. Guantánamo y Abu Ghraib son recuerdos imborrables de los horribles crímenes cometidos por los EE UU a resultas de acciones emprendidas con el pretexto del excepcionalismo.

 

 

Las intervenciones de EE UU en Estados soberanos a menudo han servido solo para empeorar situaciones que ya eran complicadas de por sí: Haití, Liberia, Somalia, Afganistán o Irak pueden servir de ejemplo. Esto es lo que convierte a la cuestión siria en un problema de excepcional importancia. Se podría argumentar que el excepcionalismo estadounidense solo ha preparado el terreno para una trágica guerra civil en Siria. Gracias a la oportuna intervención de la iniciativa diplomática rusa, se pudo detener otra intervención militar directa de la administración de Obama en nombre del excepcionalismo. Ahora, es necesario encontrar un modo de que Siria recupere su identidad como una sociedad secular excepcionalmente diversa, donde muchas religiones e identidades étnicas puedan coexistir pacíficamente. 

M. K. Bhadrakumar es un exdiplomático indio, comentarista y analista de asuntos internacionales, especialmente sobre los acontecimientos en Rusia, Asia Central, China, Afganistán, Pakistán, Irán y Oriente Medio. Es columnista en The Asia Times Online, Strategic Culture Foundation (Moscú), The Hindu and Deccan Herald and Rediff.com.

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