Dibujo de Alena Répkina.
Para ilustrar lo descrito, tomemos un documental sobre las cárceles rusas, recientemente proyectado en el canal de televisión LCP (“La Chaîne parlamentaire”, medio de comunicación de la Asamblea nacional francesa)). La cinta traza paralelismos entre las condiciones de detención en Rusia hoy y en los días del Gulag. Entre los testimonios y comentarios suena incansable el recuerdo del año 37, que en última instancia conduce a la identificación de Putin con Stalin. Este "documental" se ha emitido varias veces en uno de los canales nacionales, a pesar del hecho de que en su forma y contenido sea descaradamente propagandista.
En el periodismo moderno, la presentación de la información se basa en dos reglas básicas: la simplificación, y a veces vulgarización de la información proporcionada, y la prevalencia de datos nacionales sobre los internacionales.
La primera surge del hecho de que las plantillas permiten que los medios de comunicación simplifiquen la comprensión de la información al público. El uso de la segunda regla garantiza que la comunicación de información del exterior se realice a menudo a partir de una única valoración. Como resultado, Vladímir Putin y las autoridades rusas quedan como el mal absoluto.
Ciertamente, la imagen de Vladímir Putin (y con ella, la de Rusia) sufre. Esto, a su vez, desemboca en consecuencias políticas muy tangibles. Durante las visitas oficiales de dirigentes de países europeos o las visitas de altos funcionarios rusos a Europa, en la agenda se incluye el análisis de las cuestiones de derechos humanos, la situación en Chechenia, el movimiento de protesta, la situación de los presos políticos, pues la postura oficial de Moscú es a menudo desconocida para el público europeo.
El resultado son restricciones en la política y en el comercio y la cooperación económica con Rusia, ya que cualquier cooperación con el "régimen dictatorial" tiene un impacto negativo sobre la imagen de los líderes europeos y, por lo tanto, reduce sus posibilidades electorales.
Lo más eficaz ante esta situación sería desarrollar con el Kremlin una estrategia de comunicación coherente.En esta estrategia, los autores no deberían recurrir a la propaganda ni a la glorificación laudatoria bajo ningún concepto, dado que tales métodos, en las actuales circunstancias, causarían más daño y serían, a lo sumo, criticados severamente por los medios de comunicación europeos.
Sin embargo, es necesario centrarse en dos aspectos: que la comunicación de la información por parte de Europa sea más completa y que las autoridades rusas dejen claro su posicionamiento en referencia a las cuestiones clave en política interior y exterior.
Sin duda, el gobierno ruso puede seguir ignorando el hecho de que la imagen de Rusia en el extranjero empeora. Pero, en tal caso, deberá aceptar que las visitas del presidente de Rusia a los países europeos tengan lugar en un ambiente de secretismo y que, cuando aparezcan noticias sobre los movimientos opositores, se dé la palabra exclusivamente a los representantes de la oposición no parlamentaria.
Toma Guenole, politólogo y profesor del Instituto de Ciencias Políticas de París; y Katerina Ryzhakova, consultora de comunicaciones.
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