Dibujado por Niyaz Karim
Rusia ha experimentado un rápido ascenso en las clasificaciones de innovación durante los últimos cinco años. Refiriéndose a la caballería rusa, el estadista alemán Otto von Bismarck dijo una vez que esta era “difícil de ensillar, pero muy veloz”.
Nunca ha sido tan cierta esta frase como en lo referente a la innovación, sector en el que Rusia ha estado escalando puestos rápidamente a lo largo de los últimos cinco años. Recientemente, la escuela francesa de negocios Insead adjudicó a Rusia el puesto número 51 en su índice de innovación, mientras que Bloomberg coloca al país en el puesto 14 a nivel mundial en un nuevo ranking que mide la intensidad de inversión en I+D, entre otros factores.
El colapso de la Unión Soviética asestó un duro golpe al prestigio y la reputación de la ciencia rusa. La fuga de capital humano a través de la emigración de científicos, ingenieros y técnicos rusos muy calificados, fue dramática. Basta con preguntar a Cisco Systems, ahora un fuerte impulsor del emblemático proyecto Skólkovo para la innovación en Rusia: solo en Silicon Valley, cuentan con más de 700 emigrados rusos entre su personal.
El fuerte incremento de precios en el sector del petróleo, el gas y las materias primas que tuvo lugar en la década del 2000 dejó también una economía desequilibrada y la necesidad de diversificación, modernización y mejora de las infraestructuras, con especial énfasis en el crecimiento de pequeñas y medianas empresas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha destacado la necesidad de crear unos líderes alternativos a Gazprom y Rosneft fuera del sector recursos.
Es evidente que estas empresas son vitales para los ingresos de Rusia, pero deben emerger otras más ágiles, innovadoras y de menor tamaño en el panorama de la investigación del país.
En respuesta, el gobierno ruso ha iniciado una serie de iniciativas en el marco de la innovación que incluyen ciertas plataformas tecnológicas, agrupaciones territoriales impulsadas por determinadas ventajas fiscales, zonas económicas especiales y nuevas instituciones de desarrollo como Skólkovo, Rusnano, la Corporación rusa de capital de riesgo (RVC, por sus siglas en inglés) y el Fondo de Inversión Directa de Rusia.
Cundo se acabe de construir, Skólkovo será una nueva ciudad tecnológica situada a 19 kilómetros al suroeste de Moscú. Es el perfil más alto entre las iniciativas de este tipo y, desde su creación, ya se ha creado un plan que dará cabida a más 850 empresas de nueva creación; sin contar con la presencia estelar de grandes corporaciones internacionales como Samsung, Intel, Microsoft, Honeywell, Siemens, J&J, SAP y BP, todas ellas concentradas en la búsqueda de centros I+D o bien en la financiación de empresas de nueva creación mediante capital de riesgo.
Todo esto se ha logrado en menos de tres años de actividad.
En mi país de origen, Irlanda, la decisión de incrementar el gasto en I+D logró atraer la inversión hacia el interior, lo que dio lugar a un periodo de comercialización que duró diez años. En Rusia esto está ocurriendo de una manera mucho más acentuada, debido a la enorme inversión del Estado, el evidente talento técnico y la importante oportunidad de mercado que Rusia representa para las empresas inversoras.
Aparte de los emplazamientos tradicionales de investigación de primera línea, están surgiendo otros parques tecnológicos, como Skólkovo. Lugares como Novosibirsk, Nizhni Nóvgorod, Tomsk, Uliánovsk y Zelenograd que son fuentes de desafío competitivo en términos de I+D. Desde los tiempos de la Guerra Fría, Rusia dispone de un total de 11 ‘ciudades cerradas’ en las que los investigadores trabajaban principalmente en proyectos de defensa soviéticos.
Hoy en día, este talento se está redirigiendo a fines comerciales y se está impulsando a través de Skólkovo. Mientras que este lugar albergará a más de 31.000 residentes, la República de Tatarstán está creando un centro de innovación para más de 150.000 científicos, ingenieros y profesionales de las tecnologías de la información. Nikolái Nikíforov, el autor de la idea, fue nombrado ministro de Comunicaciones y TI de Rusia el año pasado, a la edad de 29.
Los expertos del MIT que gestionan el desarrollo del Instituto Skólkovo de Ciencia y Tecnología, también conocido como SkolTech, esperan que la escalada de Rusia en las clasificaciones de investigación garantice a los técnicos rusos un futuro en su país y evite que tengan que emigrar para desarrollar sus carreras.
SkolTech pretende inculcar valores como la comercialización, la investigación de alta calidad y la contribución mediante el emprendimiento con instituciones de tercer grado de toda Rusia. La disponibilidad inmediata de un talento significativo, la financiación y el acceso a la OMC están dando impulso a la inversión en Rusia.
Conor Lenihan es vicepresidente de Relaciones económicas exteriores en la Fundación Skólkovo. Anteriormente fue ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación en Irlanda.
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