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En todas partes existe la tentación de comentar lo que ha conseguido y lo que no ha podido conseguir el nuevo presidente desde las elecciones del 4 de marzo, ya que estas suponían una clara frontera que debía definir en gran medida la configuración del poder en Rusia.
Si bien antes de las elecciones teníamos formalmente un presidente e informalmente un líder del país, las elecciones estaban llamadas a formalizar a Putin en calidad de líder incondicional del país.
En primer lugar, tras las elecciones presidenciales todos los políticos y analistas mostraban su preocupación por saber cuál sería la configuración del poder tras la investidura de Vladímir Putin y tras la formación del nuevo gobierno. Algunos analistas políticos tenían la esperanza de que tras la investidura se mantuviera el tándem Putin-Medvédev, de manera que durante algún tiempo seguiría habiendo el mismo modelo de gobierno en el país.
Sin embargo, muy pronto quedó claro que no había razón alguna para mantener el tándem. Y si Medvédev, durante su gobierno, había necesitado recibir algún apoyo de la autoridad y la experiencia política de Putin, de la presencia de Putin como garantía de consenso dentro de la élite y de consenso entre la sociedad y el poder, tras su investidura al nuevo presidente no le ha hecho ninguna falta un compañero, entre otras cosas porque Medvédev tampoco había logrado convertirse en un recurso político propio.
En segundo lugar, hay que prestar atención a una circunstancia muy importante: la lucha sin precedentes contra la corrupción que se inició en Rusia justo tras la vuelta de Vladímir Putin al Kremlin. Da la sensación de que el gobierno planea seriamente un proceso de limpieza por el que deban pasar todos los funcionarios y empresarios relacionados con ellos...
La Duma está a punto de aprobar una ley que prohíba a los funcionarios ser propietarios de acciones o cuentas en bancos extranjeros y los obligue a declarar los bienes inmuebles que estos posean fuera del país. Muchos expertos políticos entienden esta ley como un intento de Putin de poner bajo control del Estado a la élite rusa. Algunos consideran que es un intento por parte del gobierno de “nacionalizar a la élite rusa”. En mi opinión los pasos que da el gobierno en esta dirección son parte integrante de la lucha contra la corrupción, lo cual contribuirá a volver más transparente al gobierno ruso.
Debido a esto, en los círculos políticos y de expertos se tiende a opinar que si Putin opta por eliminar la condición de intocables a los funcionarios de más alto nivel, podría conllevar escandalosas revelaciones sobre altos dignatarios, como ministros o vice primeros ministros involucrados en casos de corrupción y, quizás, ajustes de cuentas a algunos de ellos. ¿Llevará esto a un importante cisma en los círculos de élite y a la debilitación de la base política del actual presidente?
Generalmente se supone que la base del poder de las sociedades en transición, como Rusia, se encuentra en gran medida en las élites consolidadas.
Pero en el caso de Putin sabemos que, desde el mismo comienzo de su presidencia, las élites económicas o los funcionarios corruptos nunca han constituido la base de su poder. El presidente ruso tiene ya experiencia en la lucha contra este tipo de "base" del poder. En la época de Yeltsin se contemplaba a los oligarcas y a los gobernantes regionales como parte de esta base. Y mediante una distribuida y exitosa lucha contra estas fuerzas tan poderosas, Putin se decantó en sus primeros años por unas instituciones del gobierno muy débiles en aquel entonces: el sistema ejecutivo y, por supuesto y en primer lugar, el apoyo masivo de la población. Hoy en día estas instituciones son bastante más eficaces y poderosas, tanto como para servirle a Putin de base en esta nueva lucha.
Por esta razón, en mi opinión, la lucha de Putin y su equipo por la eliminación en el gobierno de la corrupción generalizada puede ser más eficaz y productiva, y apenas supondrá un riesgo real para el gobierno actual.
Un año después de las elecciones se observa una especie de caída en el índice de popularidad del presidente, lo cual se explica no sólo porque este es un fenómeno común en todos los países durante el primer año de presidencia, sino también porque la sociedad rusa tiene realmente muchas esperanzas puestas en Putin para el saneamiento de la situación del país, tanto moral como económica.
Como he indicado más arriba, la fuerza de Putin y la base de su poder es el apoyo de la población. Para evitar que su índice de popularidad siga cayendo, el presidente deberá mostrar a la sociedad unos resultados convincentes de la actividad del gobierno: éxitos en la economía, en la lucha contra la corrupción, en el proceso de limpieza del gobierno y en el saneamiento de la atmósfera moral y política del país y de la sociedad.
Teniendo en cuenta la situación actual, las condiciones poco favorables de la economía mundial, será más difícil alcanzar éxitos rápidos y visibles en el ámbito económico, por lo que el gobierno podrá alcanzar resultados convincentes en otras direcciones, como en la lucha contra la corrupción, lo cual a su vez creará unas condiciones más favorables para el crecimiento económico.
Texto reducido. La versión completa publicada en ruso en Izvestia.
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