Las relaciones ruso-estadounidenses vuelven a estancarse

Cuatro años después de la puesta en marcha del “reinicio” se produce una pausa en las relaciones ruso-estadounidenses y se pospone indefinidamente el esclarecimiento del contenido de las relaciones bilaterales.

Dibujado por Niyaz Karim. Haz click en la imagen para aumentarla

La primera reunión del ministro de Exteriores de la Federación Rusa, Serguéi Lavrov, con la recién nombrada secretaria de Estado de EE.UU, Hillary Clinton, tuvo lugar el 6 de marzo de 2009 en Ginebra. La broma con el parecido de las palabras “sobrecarga” y “reinicio” en ruso (“peregruzka” y “perezagruzka” respectivamente) no nubló la atmósfera.

Después de esto las relaciones ruso-estadounidenses completaron un ciclo: la descongelación, las intensas negociaciones, el acuerdo, el intento de avanzar, el fracaso, la extinción y un nuevo conflicto. La aprobación de la ley Magnitskiy la respuesta que ha tenido en Rusia, incluyendo la prohibición de las adopciones, han provocado una ola de agudo rechazo mutuo.

Cuatro años después de que Lavrov y Clinton se encontrasen por primera vez, ha empezado  un nuevo ciclo: el ministro ruso ha recibido en Berlín a su nuevo colega John Kerry.

A las espaldas, una nueva ráfaga de mutua retórica negativa. Pero otra vez, por ambas partes,  el deseo de atenuar la tensión. Sobre todo porque en Rusia, los dirigentes, al parecer, decidieron que había llegado la hora de frenar la escalada.

¿Cabe esperar que se repita el escenario 2009-2012? Por un lado, el algoritmo de las relaciones no cambiaba desde los años 70: las distensiones daban paso a drásticos enfriamientos y viceversa. Hay pocos fundamentos para confiar en que la segunda administración de Obama y la tercera de Putin puedan salir de esta trayectoria en espiral, pues Rusia y EE UU no han encontrado una base sólida que les una.

Pero el modelo se puede corregir. Y esto tiene que ver con la erosión de los fundamentos de las relaciones.

La paridad nuclear soviético-estadounidense, base de la estabilidad estratégica, conformó  la carcasa del sistema internacional durante la Guerra Fría. Acabada la guerra, su relevancia disminuyó, aunque perduró como fenómeno y fue justamente lo que otorgó  al enlace de Rusia-EE.UU su carácter exclusivo, aunque dejó de situarlo en el centro de toda la política mundial.

Durante el mandato de George Bush la parte norteamericana consideró que esta problemática ya no era actual, que había habido suficientes negociaciones interminables y que cada parte debía hacer lo que quisiera con sus arsenales. Justamente en este periodo las relaciones alcanzaron el punto más bajo en un cuarto de siglo. A un nivel operativo, las negociaciones sobre el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), que establecieron el núcleo del reinicio, fueron capaces de arrastrarlas hacia atrás.

Actualmente es Moscú quien vuelve la espalda a la cuestión nuclear. Sus razones están claras. Las futuras reducciones plantearán un nuevo modelo para garantizar la seguridad nacional porque los proyectos estadounidenses del Escudo Antimisiles, el aumento gradual del potencial de China y el mal estado de las fuerzas armadas convencionales requieren mantener un recurso de disuasión competente.

¿Qué quedará en la agenda ruso-estadounidense si se retira este elemento conformador? La reunión entre Lavrov y Kerry señaló la respuesta a esta cuestión. 

Según las declaraciones de los representantes oficiales de ambas partes, se discutieron tres cuestiones: Siria (principalmente), las adopciones y el Escudo Antimisiles.

Siria, aun con toda la tragedia de los acontecimientos que allí tienen lugar, no deja de ser un conflicto regional que involucra a grandes potencias, como en la historia ha habido y seguirá habiendo multitud. Sea cual sea su desenlace, no tendrá un impacto sistémico en las relaciones ruso-estadounidenses.

Por su parte, la adopción es un tema más local.  La colisión alrededor de los huérfanos dice mucho del estado moral y la atmósfera social en los dos países. Pero por sí misma, la introducción de este tema en el nivel de la alta política es una anomalía condicionada por motivos internos, un síntoma de enfermedad, pero no su causa.

Finalmente el escudo antimisiles que, aunque esté directamente relacionado con las cuestiones estratégicas, tampoco promete nada sistémico. El cénit de las discusiones y los intentos por encontrar una solución han quedado atrás,  ya está más o menos claro cómo se comportarán ambas partes.

Lo más probable es que los EE UU corrijan sus planes de defensa antimisiles hacia un sistema más modesto y específico, sin abandonar su tesis esencial. Rusia, pudiendo alegar que los estadounidenses no abandonan su tesis, perfeccionará el potencial nuclear, simplificando su sistema en la medida en que Washington proponga hacerlo con sus propias opciones iniciales.

Quedan Afganistán e Irán. El primero toca a su fin: a partir de 2014 desaparecerá la crítica dependencia que  EE UU tenía de Rusia por el tránsito a través de su territorio. Irán no pierde actualidad, pero no se trata de un problema bilateral, sino de un problema enredado en una masa de variadas circunstancias, especialmente ahora, con los estragos de Oriente Medio de fondo.

Todo esto significa que en vez del ciclo acostumbrado, en vez de la enésima ronda de espirales, las relaciones ruso-estadounidenses iniciarán una pausa, solo cubierta por la tarea diplomática formal respecto de Siria e Irán, es decir, la “tercera” cuestión, que no está directamente relacionada con los contactos bilaterales.

Serguéi Lavrov y John Kerry son muy adecuados para un trabajo de este tipo. Y el esclarecimiento del contenido de las relaciones bilaterales se pospondrá para un futuro indefinido. 

Fiódor Lukiánov es el presidente del Consejo de Política Exterior y Defensa.

Texto reducido. Publicado originalmente en ruso en Gazeta.ru.

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