El debilitamiento de Occidente afectará a Rusia

El escenario global está cambiando rápidamente. Occidente pierde poder mientras que la región de Asia adquiere cada vez más importancia. Rusia está interesada en que la estructura de la integración europea no fracase, ya que ha sido garantía de estabilidad y ha evitado un posible conflicto de consecuencias catastróficas.

Dibujado por Alexei Yorsh

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En la década de 1990, tras la caída del comunismo, comenzaron a despertar muchos conflictos que habían permanecido en letargo durante la confrontación estructural de la URSS y EE UU, que entonces eran el bloque oriental y el occidental.

El primero en estallar fue el de Yugoslavia. A esta le siguieron Transnistria y Chechenia. Tanto Rusia, debido a su debilidad tras la revolución, como occidente, debido a la euforia resultante de una victoria aparente en la Guerra Fría, dejaron pasar la obtención de armamento nuclear por parte de India y Pakistán, que sortearon el mecanismo hasta entonces establecido para su distribución.

Por suerte, no todo despertó. Hubo un tiempo para tomar un respiro. Pero, desde mediados de los años 2000, comenzó lo que llamo el segundo despertar, que fue una consecuencia retardada del hundimiento del mundo bipolar.

La primera y verdadera globalización del mundo llevó a un crecimiento disparado de la periferia asiática, que llevaba 200 años bajo el control de occidente, de las normas e instituciones de la Guerra Fría y viviendo en la pobreza y la debilidad.

El auge de la nueva Asia previsiblemente resultó en un auge de naciones con sus intereses y fobias, la región comenzó a recobrar su propia geopolítica, en lugar de tener una ofrecida o impuesta por fuerzas externas.

El proceso quedó cualitativamente fortalecido por los penosos fracasos del viejo occidente, que había dominado el mundo durante casi 500 años. Estos comenzaron con las aventuras inexplicables en Irak y Afganistán, y se desarrollaron con los problemas económicos estructurales de EE UU y de la UE, que salieron a la luz como resultado de la crisis del 2008.

Pero lo más importante es que estos fracasos se vuelven evidentes debido a la incapacidad de la democracia occidental en la forma “humano-liberal medio socialista” que adoptó hacia el siglo XXI de solucionar los graves problemas estructurales a los que se enfrentaba.

En la región comienzan a desatarse temores político-militares alrededor de arrecifes hasta el momento desconocidos para todos. Los países retoman cada vez más a menudo antiguas rencillas entre sí.

En Asia oriental y del sur ha comenzado una carrera armamentística, empezando por el armamento marítimo. Dentro de la región ya está surgiendo una decena de conflictos potenciales y uno muy real, entre India y Pakistán.

Más alarmantes aún se presentan los resultados del segundo despertar de la otra Asia: el extenso Oriente Próximo. El debilitamiento del control externo ha sacado a la superficie viejas y nuevas desconfianzas, diferencias religiosas, y el odio acumulado durante tantos años de dominación externa hacia todo lo extranjero, especialmente hacia occidente y el mundo cristiano. La región ha entrado en una racha de guerras, degradación social, y proliferación del fanatismo religioso y nacional.

Podría darse un tercer despertar del desastre para Rusia: el hundimiento de la Unión Europea.

Fue creada por los grandes países europeos para enterrar la historia del nacionalismo estatal europeo, que había sido la causa de cientos de guerras y había llevado a dos totalitarismos: el comunista y el nazi, y a dos guerras mundiales.

Se logró una infinidad de cosas. Europa, que durante los últimos siglos había sido la fuente de las principales amenazas para sí misma y para el resto del mundo, se convirtió en la más potente avanzadilla del mundo. Los rusos, con su historial de guerras con Europa y en Europa, deben estar especialmente agradecidos a los padres del proyecto de la integración europea.

Pero los herederos de los grandes fundadores (los franceses Jean Monné y Robert Schuman, el británico Winston Churchill, el alemán Konrad Adenauer, y el belga Paul-Henry Spaak), una vez alcanzado el éxito, se durmieron en los laureles y nadie, excepto los alemanes, los suecos y algunos otros países del norte, supo ver los desafíos competitivos del nuevo mundo.

Se lanzaron a una expansión demasiado apresurada y se pusieron objetivos muy poco realistas. Ahora toca pagar por ello. Es necesario llevar a cabo una reforma integral de la Unión Europea y de la zona euro.

Será inevitable hacer otra transformación profunda en el futuro (el cual ya ha comenzado), privarse de mucho de lo que hay en el estado social para poder volver a ser competitivos. Y esto llevará inevitablemente a la necesidad de cambios en las instituciones de política interior: de la democracia pseudosocialista liberal actual a algo mucho más estricto.

Rusia está vitalmente interesada en el éxito de las necesarias reformas europeas para que no se derrumbe la estructura de la integración europea. Para que no despierte un tercer conflicto, para que no nos topemos además con un sur cada vez más peligroso y un inquietante oriente, con un occidente inestable y de nuevo hostil.

El primer despertar sucedió. El segundo solo se está desplegando ahora, causando infinidad de desafíos y amenazas, y hay que controlarlo. No podemos dejar que haya un tercero.

SerguéiKaragánoveselpresidenteadjuntodelConsejodepolíticainteriorydefensa

Artículo publicado originalmente en ruso en Védomosti.

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