La riqueza llega a Rusia pero se mantienen los dilemas morales

Dibujado por Markovka

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Cuando Gerard Depardieu llegue a Rusia tendrá que enfrentarse las cuestiones que afectan a los intelectuales en el país

La decisión no-tan-repentina del presidente Vladímir Putin de conceder la nacionalidad rusa a la legendaria estrella de cine Gerard Depardieu, debería llenar a los rusos de orgullo.

El actor, que cuenta con magníficas interpretaciones entre las que se encuentran Cyrano de Bergerac, Dantón o Napoleón, decidió renunciar a su nacionalidad francesa después de que el gobierno del presidente François Hollande introdujera un impuesto del 75 % sobre aquellos ciudadanos que ingresaran más de un millón de euros al año.

Ha prometido aprender ruso y establecerse  en el campo, a unos kilómetros de Moscú.

Los rusos, y esto quizá sea sorprendentemente, se encuentran divididos ante la decisión de Depardieu. Mientras que la mayoría estará, sin duda, contenta de tener como compatriota a un actor de fama mundial, una minoría cuestionará la integridad de Depardieu.

Personalmente no veo nada malo en que alguien se niegue a pagar el 75 % de sus ingresos. Es un porcentaje desorbitado y descaradamente injusto.

La cuestión se encuentra, más bien, en un plano puramente moral.

Depardieu es famoso por su pronta disposición a presentar sus respetos a gente como el dictador uzbeco Islám Karimov (o mejor dicho a su hija Gulnara), a Ilhám Aliyev  el hombre fuerte de Azerbaiyán o al checheno Ramzán Kadírov. Un vídeo del pasado otoño le muestra gritando en un mal ruso “¡Gloria a Ramzán!” en una celebración pública por el cumpleaños del líder checheno en la capital, Grozni. 

Se da por hecho que Depardieu se lleva a casa unos buenos honorarios por estas apariciones. No es el único, ni mucho menos, en esto. Sin embargo otros, como Hillary Swank, posteriormente han mostrado arrepentimiento y han donado sus honorarios a asociaciones benéficas.

No sucede así con Depardieu que parece no solo encantado de embolsarse dinero (si es cierto que lo hace), sino también de ofender a la opinión pública. Su carta de agradecimiento a Vladímir Putin alaba a Rusia por su “gran democracia”.

Esto ha hecho que muchos intelectuales rusos se quejen de la falta de escrúpulos morales del actor francés. El debate es una de las características de la Rusia contemporánea, y el año pasado el tema de la moral y la reputación de los personajes públicos se convirtió en un tema especialmente candente.

Hace bien poco el escritor satírico Mijáil Zhvanetski y el economista y ex primer ministro Evgueni Yasin (ambos miembros de la élite liberal urbana que generalmente se enfrenta al Kremlin) sufrieron ataques por parte de sectores de la sociedad por aceptar premios de Putin.

Este es un problema que no va a desaparecer así como así. El Kremlin ha optado claramente por la polarización de la opinión pública, sobre todo retratando a cualquiera que se oponga a las políticas de Putin como 'antirruso'.

En estas circunstancias será cada vez más difícil mantener una atmósfera amigable y de buena fe entre los intelectuales de las capitales, sin hacer referencia a su posición política. Hace tan solo seis o siete meses todavía se podían obviar estas diferencias ideológicas.

Pero la serie de leyes promovidas por el Kremlin limitando las libertades civiles y la reciente “ley anti-Magnitski”, que prohíbe a los ciudadanos estadounidenses adoptar niños rusos, han hecho que muchas personas se enfrenten con serios dilemas políticos y morales.

Estos dilemas ya tienen sus consecuencias: la pérdida de las relaciones personales a los dos lados de la brecha política, entre otras. Puede que Gerard Depardieu descubra muy pronto lo que esto significa, si se decide a vivir en Rusia.

Konstantín Eggert es comentarista y locutor de Kommersant FM, la principal cadena de noticias 24 horas de Rusia. Fue redactor del servicio ruso de la BBC en Moscú. También trabajó algún tiempo como vicepresidente en Rusia de ExxonMobil. Ha sido nombrado miembro honorario de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II.

Artículo publicado originalmente en RIA Novosti.

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