Europa y Rusia enfilan la rampa de lanzamiento hacia Marte

La Agencia Espacial Europea (ESA) y la rusa Roscosmos darán mañana un importante paso en la exploración de Marte con el lanzamiento del programa ExoMars, que aspira a encontrar signos de vida presente o pasada en el planeta rojo.

Desde el cosmódromo ruso de Baikonour (Kazajistán), a las 09.31 GMT del 14 de marzo, un cohete Protón-M llevará al espacio la primera de las dos misiones ExoMars, que transportará un dispositivo para estudiar la atmósfera del planeta del sistema solar más similar a la Tierra, el Trace Gas Orbiter (TGO), y un módulo que se posará en su superficie, el Schiaparelli.

ExoMars 2016 será el preludio de una segunda misión de la ESA y Roscosmos, que en 2018 enviarán a Marte un vehículo "rover" con un taladro para tomar muestras del subsuelo y, de paso, preparar un primer viaje de ida y vuelta en la próxima década.

Pero para ello es clave el éxito de esta primera empresa pues, entre otros cometidos, servirá para probar la tecnología de aterrizaje que permitirá el desarrollo de la segunda fase del programa, ExoMars 2018.

"La misión ExoMars busca vida más allá de la Tierra (...). Es parte de la herencia humana, la ciencia, la geopolítica y, por último, fascinación, inspiración y motivación", señaló el director general de la ESA, Jan Woerner, en la presentación de la misión en Baikonur.

El lanzamiento de ExoMars 2016 aprovecha la actual posición de Marte respecto a la Tierra, que limita a solo siete meses de viaje, de forma que la nave llegará a su destino el próximo octubre, cuando la distancia entre ambos planetas sea de unos 175 millones de kilómetros.

Tres días antes de alcanzar la atmósfera marciana, el orbitador expulsará al pasajero Schiaparelli, que enfilará la superficie a unos 21.000 kilómetros por hora.

El módulo despertará de su hibernación solo unas horas antes de llegar a la atmósfera del planeta rojo, a una altitud de unos 122,5 kilómetros sobre la superficie e intentará un descenso controlado, hazaña inédita para la exploración espacial europea tras el fallido proyecto conjunto de la ESA y el Reino Unido en 2003, el Beagle.

Cuando se encuentre a unos 11 kilómetros del suelo y a una velocidad de 1.650 kilómetros por hora, Schiaparelli desplegará un paracaídas para ralentizar el descenso y se desprenderá de dos fundas de protección térmica diseñadas para evitar que se desintegre debido a la elevadísima temperatura de la atmósfera marciana, de 1.500 grados centígrados.

A solo dos metros de tocar suelo, se activará un sistema de propulsión líquida que reducirá su velocidad hasta los 7 kilómetros por hora.

A continuación se apagarán los motores y tomará tierra en caída libre, con un impacto final a 11 kilómetros por hora en una zona con rocas de 40 centímetros de alto y pendientes de 12,5 grados.

El explorador, de 600 kilos, se posará en la región marciana Meridiani Planum, un enclave que interesa a los científicos porque contiene una antigua capa de hematita, hierro y óxido que, en la Tierra, aparecen casi siempre asociadas a zonas que contienen agua líquida.

Logrado su cometido principal, Schiaparelli permanecerá activo entre dos y ocho días marcianos (un día marciano tiene 24 horas y 37 minutos) y efectuará algunas mediciones científicas como la velocidad y dirección del viento, la humedad, la temperatura o la presión del entorno, antes de apagarse.

Entonces arrancará el trabajo de su compañero de viaje pues a partir de 2017, y al menos durante un año marciano (687 días terrestres), el TGO orbitará a unos 400 kilómetros de la superficie con el objetivo de analizar el 1 % de gases concentrados en la atmósfera marciana y su origen, a través de cuatro aparatos científicos.

El dispositivo pondrá especial interés en los hidrocarburos y sulfuros atmosféricos, en busca de procesos biológicos o geológicos activos.

La aventura del orbitador TGO y del módulo Schiaparelli será el inicio de un programa dotado con más de 1.200 millones de euros en el que la industria aeroespacial española participa al 6,7% y que culminará con ExoMars 2018.

Esa segunda misión colocará en Marte el cuarto aparato controlado en pisar la superficie del planeta vecino, tras una larga lista de intentos que arrancó el 10 de octubre de 1960 con la fallida misión soviética Marsnik 1.

Ese "rover", que recogerá muestras a dos metros de profundidad, abrirá la senda para la próxima gran gesta científica, una eventual misión de ida y vuelta al planeta vecino a partir de 2020.

Y alimentará la esperanza de colocar algún día a un ser humano en el planeta más parecido al nuestro.  

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