Crimea celebra mañana el primer aniversario
del referéndum por el que se separó de Ucrania y dos días después fue
anexionada por Rusia, unos acontecimientos que la mayoritaria población
rusa de la península sigue apoyando a pesar de que no todo ha cambiado
para mejor en sus vidas.
En el año transcurrido ha tenido
lugar un rápido proceso de rusificación en las cosas más cotidianas: los
residentes han obtenido pasaportes rusos, se ha pasado al huso horario
de Moscú, la grivna ucraniana ha sido sustituida por el rublo y los
prefijos telefónicos ucranianos han desaparecido para dar paso a los
rusos.
Un reciente sondeo del centro ruso de estudios de la
opinión pública VTsIOM mostró que un 90 % de los residentes de la
península bañada por el mar Negro están contentos con la adhesión, que
rechazan sobre todo las minorías ucraniana y tártara.
Pero
incluso otro estudio del instituto ucraniano GfK también da cuenta de un
82 % de respaldo a lo que aquí se llama pomposamente "la primavera
crimea".
La consulta separatista arrojó un 97 % de votos
favorables a la integración con Rusia y se hizo apenas dos semanas
después de que un comando ruso ocupara el Parlamento de Crimea, en lo
que fue el primer paso de una intervención que Moscú justificó entonces
como una operación para defender los derechos de la mayoritaria
población rusohablante ante en cambio de poder en Kiev.
Sin
embargo, desde entonces muchas cosas han ido a peor: las sanciones
económicas y financieras impuestas por Occidente a Rusia y a Crimea han
provocado una grave crisis, los salarios han perdido valor adquisitivo
por la galopante inflación, la mayoría de las empresas extranjeras se
han marchado y no es posible hacer pagos con tarjeta de crédito o sacar
divisas de un cajero ya que Visa y Mastercard han dejado de operar.
La península está más aislada que nunca, no solo económica sino
también geográficamente, ya que de Ucrania la separa ahora una frontera
nacional y las autoridades de Kiev han suspendido el tránsito de trenes y
autobuses a Crimea.
Para ir a Rusia sólo es posible cruzando
en ferry o desde el aeropuerto de Simferópol, que ha dejado de ser
internacional a pesar de mantener su nombre, debido a las sanciones, y
el puerto de Yalta, antaño parada obligada de numerosos cruceros, ha
desaparecido de las rutas.
"Las autoridades nacionalizaron las
operadoras telefónicas ucranianas aquí y de la noche a la mañana nos
encontramos con que nuestros números ya no servían, perdimos todos
nuestros contactos", dijo a Efe Vladímir, un residente local.
"Ahora todo son números rusos y se dan situaciones curiosas como que no
es posible tener internet móvil ni siquiera con tarjetas 'sim' rusas",
agrega.
El presidente ruso, Vladímir Putin, acaba de reconocer
que, si bien no planeó la anexión de Crimea antes de que la oposición
se hiciera con el poder en Kiev, sí la ordenó en las horas siguientes al
derrocamiento de su aliado, el prorruso presidente ucraniano, Víktor
Yanukóvich.
En un documental difundido por la televisión rusa
con el título "Crimea: el regreso a la patria", el jefe del Kremlin
aseguró que él mismo dirigió en persona la operación militar incruenta
para la "reunificación".
Ello porque contaba con sondeos que
indicaban que la mayoría de la población de la península ucraniana
quería volver a integrarse con Rusia, de donde había salido en 1954,
cedida por el entonces líder soviético, Nikita Jruschov, a Ucrania,
cuando ambos países formaban parte de la URSS.
"Nuestra
ventaja es que me dediqué en persona a este asunto. No porque lo hiciera
mejor que nadie, sino porque cuando estas cosas las hacen los
mandatarios, los ejecutores trabajan con más facilidad", afirma Putin en
el documental.
En él asegura que habría estado dispuesto a
poner en alerta su arsenal nuclear y afrontar cualquier situación en el
desarrollo de los acontecimientos tras tomar la decisión de integrar
Crimea en la Federación Rusa.
En agradecimiento por su papel,
las autoridades de Crimea han propuesto otorgar a Putin el título de
"ciudadano de honor" de la península, lo que puede ocurrir en los
próximos días.
Entretanto, la gran estatua de Lenin que
preside la principal plaza de Simferópol ha sido remozada de cara a los
actos previstos a partir de mañana, un hecho de gran simbolismo que se
contrapone a la oleada de derribos de estatuas del líder bolchevique que
recorrió Ucrania durante la revolución del Maidán.
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