Miles de personas aguardan en refugios
subterráneos en la ciudad de Donetsk a que las gestiones diplomáticas
den algún fruto y poder así reanudar su vida normal en esta ciudad del
este de Ucrania, "capital" de la rebelión prorrusa contra el Gobierno de
Kiev.
Uno de estos refugios, el del barrio de Petrovka, no
está vacío desde junio. No todos los taxistas aceptan llevarte allí,
pero desde luego todos preguntan con sorpresa: "¿Petrovka, allí donde
bombardean?".
El refugio se encuentra en el sótano de la Casa
de la Cultura, un lugar donde hasta hace poco se repartía ayuda
humanitaria para los habitantes del barrio.
Pero a finales de
enero, los bombardeos de artillería se reanudaron con más intensidad y
los voluntarios que distribuían los alimentos y otros productos de
primera necesidad ya no quisieron ir más.
Hace solo dos días
que cayó por última vez un proyectil muy cerca, "justo a las 23.38",
recuerda con precisión Liubov Mijailovna, que vive permanentemente en el
refugio desde agosto pasado con sus dos hijos.
"Nos asustamos
mucho, los niños se despertaron y comenzaron a llorar. Mi hijo mayor
corrió arriba, subió del sótano al edificio y allí todas las ventanas
estaban rotas, había cristales por todas partes... Luego estuvo toda la
noche tapándolas con plásticos", afirmó.
El más pequeño, de 4
años, apenas sale a la calle, solo unos 20 minutos cada día y no muy
lejos de la puerta, se lamenta la mujer.
De hecho, todos los niños en el refugio están pálidos, no van al colegio y muchos tienen una persistente tos.
Este día, unos periodistas alemanes les han traído caramelos, algo
que no es muy del agrado de Liubov Mijailovna: "mejor habría sido que
les trajeran fruta. Necesitan vitaminas, no dulces", señala enfadada.
En estos momentos, en el refugio viven permanentemente 65 personas.
La mayoría son familias con niños pequeños, desde un año en delante.
Son parte del millar de niños ucranianos que están atrapados en una
docena de refugios antiaéreos en Donetsk, sufriendo enormes niveles de
estrés, y a veces en condiciones lamentables de frío, falta de higiene o
superpoblación, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF).
En Petrovka, todas las familias duermen juntas, en
"cabañitas" construidas con mantas. Entre todos cocinan los alimentos
que sobraron de la ayuda humanitaria.
Hoy han comido borsch, la sopa tradicional ucraniana a base de remolacha y otras verduras.
Por suerte hay electricidad, pero no siempre es así, ya que periódicamente se va la luz.
Muchas de las familias refugiadas perdieron su casa por los
bombardeos de artillería, pero hay otras personas que simplemente no
consiguen conciliar el sueño en la suya, están asustadas y bajo tierra
se sienten más protegidas.
La pequeña Ana cuenta cómo vio
impactar un proyectil en el portal vecino a su casa, "y después el techo
se cayó". Por eso ahora vive con su abuela en el refugio.
Los
habitantes del refugio están convencidos de que las fuerzas ucranianas
disparan porque quieren atacar el transformador eléctrico y dejarles sin
electricidad y, por ende, sin calor.
Pero la realidad es que
cerca hay varias bases militares de los batallones rebeldes de la
autoproclamada república popular de Donetsk.
"Los milicianos
disparan toda la noche desde aquí, y por eso las fuerzas ucranianas
disparan también. Es que todo el barrio está lleno de puestos de
control", cuenta nuestro taxista.
El avance que han logrado
las milicias prorrusas es un hecho, ya que hace solo cuatro meses te
traían a esta zona los soldados del Ejército ucraniano, cuya base se
encontraba a solo cinco minutos a pie de la Casa de la Cultura.
En el refugio, sus habitantes esperan que las últimas gestiones
diplomáticas puedan arrancar al menos una tregua que los libre del fuego
cruzado.
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