La Unión Económica Eurasiática (UEE), un
ambicioso proyecto de integración en el espacio postsoviético, comenzó
hoy su andadura marcada por las dificultades económicas y el aislamiento
internacional de Rusia, motor de esta agrupación, de la que también
forman parte Bielorrusia y Kazajistán
A los tres Estados
fundadores se sumarán, mañana, Armenia y, en mayo próximo, Kirguizistán,
para conformar un mercado común de cerca de 180 millones de
consumidores, al que podrá incorporarse cualquier país que comparta los
objetivos y criterios de la UEE.
Según cálculos de los
promotores del proyecto, el efecto sinérgico de la unión de los
potenciales económicos de estos países podría suponer en diez años un
crecimiento adicional de entre el 17 y el 20 por ciento del producto
interior bruto (PIB) de cada uno de los miembros la UEE.
La
integración eurasiática incluye la puesta en práctica de la libre
circulación de mercancías, capitales, servicios y fuerza de trabajo, así
como la coordinación de las políticas económicas.
Sectores
como la agricultura, la construcción y el comercio se liberalizarán a
partir de hoy, mientras que otros lo harán de manera gradual.
El mercado común de energía eléctrica en el marco de la UEE deberá
esperar a 2019, mientras que el de hidrocarburos comenzará a operar a
más tardar en 2025.
Los estatutos de la Unión subrayan que el
proyecto es exclusivamente económico, que excluye todo componente
político, por lo que es improbable que pueda tomar la senda hacia un
modelo de integración similar al de la Unión Europea, con estructuras
supranacionales.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha
declarado de manera reiterada que la Unión Eurasiática será una entidad
de integración puramente económica y que no persigue recrear la extinta
Unión Soviética.
Sin embargo, durante los dos años y medio que
duraron las negociaciones tripartitas para la elaboración del acuerdo,
Moscú intentó incorporar elementos políticos en el proyecto, esfuerzos
que resultaron infructuosos en vista de la férrea oposición de
Bielorrusia y Kazajistán.
"Es un asunto que no está en el
orden del día y no hay que incorporarlo de manera artificial. No hay que
crear estructuras supranacionales", declaraba en medio del proceso
negociador el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko.
El presidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev, era incluso más claro:
"Hagamos lo que pide nuestro pueblo. Lo importante es la independencia
política, la soberanía y la estabilidad del Estado".
La
anexión de Crimea por Rusia y el estallido de la sublevación separatista
prorrusa en el este de Ucrania reforzaron en Astaná y Minsk los recelos
sobre la política de Moscú.
La decisión del Gobierno ruso de
prohibir la importación de alimentos desde los países que habían
adoptado sanciones contra Moscú por su postura en la crisis ucraniana
sentó mal en Bielorrusia y Kazajistán, ya que pese a formar una unión
aduanera con Rusia estos dos países no fueron consultados sobre la
medida.
Pero las preocupaciones de los socios eurasiáticos de
Moscú van mucho más allá y se refieren a la grave situación que
atraviesa la economía de Rusia debido al desplome de los precios del
petróleo y las sanciones internacionales, y al impacto que ello podría
tener en sus propias economías.
La devaluación del rublo, que
el pasado diciembre llegó a perder la mitad de su valor, llevó al
presidente bielorruso a exigir a su Gobierno que cobre en dólares o
euros los suministros a Rusia.
Según ha admitido el primer
ministro ruso, Dmitri Medvédev, actualmente existe el riesgo de que
Rusia caiga en una "profunda recesión".
"Hemos entrado o
entramos en una crisis económica en toda regla. El próximo año (en 2015)
la sentiremos en plena medida", afirmaba hace poco más de una semana el
exministro de Finanzas Alexéi Kudrin, quien fue el artífice de la
estrategia que permitió a Rusia superar sin grandes costes las
turbulencias financieras de 2008.
Según el exministro, incluso
si los precios del petróleo vuelven a los 80 dólares (65,8 euros) por
barril , la caída del PIB de Rusia "será del 2 % o más" y si los precios
son del orden de los 60 dólares, "el PIB caerá el 4 % o más".
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