Rusia ya está pagando el precio de su
aislamiento con la contracción de su economía y la renuncia a proyectos
como el gasoducto South Stream, mientras espera impaciente el discurso
sobre el estado de la nación que pronunciará mañana el presidente,
Vladímir Putin.
El jefe del Estado promulgó hoy, en víspera de
su intervención ante ambas cámaras del Parlamento, un decreto por el
que ordena congelar los sueldos de los funcionarios del Kremlin y del
Ministerio de Exteriores hasta 2016.
"El rublo se encuentra en
el nivel más bajo de su historia (...) y claramente la economía (rusa)
está notando los efectos de las sanciones" occidentales, dijo John
Kerry, secretario de Estado norteamericano.
La economía rusa
ya tuvo un crecimiento nulo en octubre y, según el Ministerio de
Economía, se contraerá en 2015, cuando podría entrar en recesión, en
caso de que se mantengan las sanciones por Ucrania y los precios del
petróleo continúen su caída libre.
La moneda nacional sigue
depreciándose, los beneficios empresariales caen y la fuga de capitales
rondará este año los 100.000 millones de dólares, lo que demuestra la
escasa confianza de los inversores en la recuperación de la economía
rusa.
Los rusos también empiezan a notar los efectos, ya que
la cesta de la compra se ha encarecido -Rosstat, la agencia estatal de
estadísticas, admitió hoy que en lo que va de año la inflación ha sido
del 8,5%-, al tiempo que se ha reducido su poder adquisitivo, lo que ha
obligado a muchos a renunciar a los viajes al extranjero.
El
fantasma del "crack" del rublo en agosto de 1998, en el que los ahorros
de los rusos se convirtieron de la noche a la mañana en papel mojado,
revolotea en el ambiente, aunque nadie espera una nueva suspensión de
pagos como entonces.
El líder ruso repitió hasta la saciedad
que son "mínimas" las dificultades que ha causado el aislamiento
occidental a la economía rusa, pero la caída de los precios del crudo ha
dejado en mal lugar sus predicciones.
Durante las últimas
semanas, Moscú ha enarbolado el mantra de la reorientación comercial y
energética hacia Asia, pero los expertos consideran que esos planes no
dejarán de ser una utopía hasta mediados de siglo.
Según los
expertos, a diferencia de 2009 -la última vez que la economía rusa se
contrajo influenciada por la crisis financiera internacional- en esta
ocasión la crisis ha sido creada por obra y gracia del propio Kremlin.
En medio de un nuevo ciclo de inestabilidad económica, el Kremlin
apostó por dar prioridad a sus ambiciones expansionistas, al anexionarse
en marzo la península ucraniana de Crimea y apoyar en abril a los
separatistas prorrusos en el este de Ucrania.
Todos estos
factores, según los expertos, dificultarán el cumplimiento del contrato
social firmado por Putin con el pueblo tras su reelección en 2012 y
pondrá a prueba la lealtad de los rusos, entre los que el sentimiento
patriótico ha aumentado a medida que crecía el aislamiento internacional
de su país.
Debido a las discrepancias con la Unión Europea,
Rusia tuvo que renunciar esta semana al costosísimo gasoducto South
Stream, un proyecto estratégico destinado a eludir a Ucrania como
territorio de tránsito del gas ruso con destino al sur de Europa y los
Balcanes.
Rusia ya gastó 5.000 millones de dólares en ese
gasoducto y ha invertido otros 25.000 millones, motivo por el que Putin
viajó a Turquía en busca de alternativas, lo que no evitará que Italia y
Serbia sigan dependiendo del gas ruso que les llegue desde Ucrania.
"Derrota diplomática de Putin", titularon algunos diarios
occidentales, aunque otros opinan que el Kremlin renunció al South
Stream por motivos puramente presupuestarios.
No obstante, no
todos son factores externos y geopolíticos, por lo que todos esperan
mañana la respuesta de Putin al mayor desafío internacional que afronta
desde que asumiera el poder hace más de 15 años.
El dilema es
la liberalización de la economía para romper el aislamiento o reforzar
las líneas maestras de un capitalismo de Estado que ha permitido a Rusia
superar la miseria postsoviética y crear un fondo del estabilización
contra los vaivenes financieros.
Recientemente, tras la
prohibición de los productos perecederos occidentales, Putin aseguró que
Rusia afronta una ocasión histórica para reducir su dependencia de la
importación de alimentos.
No obstante, por el momento el
sustituto de las manzanas polacas, los pimientos españoles y los lácteos
bálticos son las frutas marroquíes, las verduras israelíes y los
pescados y cítricos latinoamericanos.
Los altos funcionarios
mantienen su inquebrantable fe en la política del Kremlin: "¡Que Dios le
de mucha salud! Si él (Putin) gobierna como mínimo otros diez años,
estaremos encantados", declaró Yelena Batánova, vicegobernadora de la
región de Bélgorod.
Con todo, prestigiosos economistas como
Serguéi Guriev, que emigró a Londres tras discrepancias con el Kremlin,
considera que la contracción de la economía obedece en gran medida a la
renuencia de Putin a introducir dolorosas reformas estructurales.
"Putin se irá tarde o temprano y Rusia permanecerá y habrá que
buscarle un lugar en la gran Europa", dijo ayer Mijaíl Jodorkovski, el
magnate ruso que se exilió en Suiza tras cumplir diez años de cárcel a
raíz de polémicas sentencias.
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