Los organizadores del Mundial de Fútbol de
Rusia 2018 quieren aprender de los errores de Brasil 2014 y construir
con antelación los estadios, y al mismo tiempo evitar un aluvión de
críticas como el que sufre Catar 2024.
Rusia inaugurará el 5
de septiembre, con casi cuatro años de adelanto, el tercero de los
nuevos estadios del torneo mundialista, el del Spartak Moscú, donde se
celebrará uno de los cuartos de final.
Antes ya había
inaugurado el de Fisht en Sochi (mar Negro), que acogió en febrero
pasado las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos de
Invierno, y el de Kazán, que albergó la Universiada en 2013.
Además, los organizadores han optado por el conservadurismo en lo que
respecta al Estadio Olímpico Luzhnikí, el escenario de la gran final,
que no será demolido, como se pensó en un primer momento, sino sólo
remodelado.
Las autoridades se gastarán 800 millones de
dólares en ese proyecto arquitectónico, que se propone conservar la
histórica fachada del Estadio Lenin, que llegó a tener una capacidad
para más de 100.000 espectadores.
También será remodelado el
de Yekaterimburgo (Urales), mientras el resto de instalaciones serán
construidas a partir de cero, ya que la mayoría de estadios de fútbol
rusos son vetustos y tienen menos de 20.000 asientos.
El único
lunar por el momento es el estadio de San Petersburgo, cuyo equipo, el
Zenit, es patrocinado por el gigante gasístico Gazprom, y que se ha
visto salpicado por sonados casos de malversación de fondos y fallos de
planificación.
Brasil fue precisamente criticado por la
improvisación y los retrasos, por lo que el presidente ruso, Vladímir
Putin, ha ordenado tener a punto todas las obras para Copa
Confederaciones, que se disputará en 2017 entre Moscú, San Petersburgo,
Sochi y Kazán.
Putin quiere utilizar el Mundial como punta de
lanza del nuevo desarrollismo ruso, que quiere convertir al país más
grande del mundo en una de las cinco principales potencias económicas
del planeta para finales de esta década.
Rusia descartó al
Cáucaso por motivos de seguridad y a Siberia para no confundir a los
visitantes con los husos horarios, pero la distancia entre la sede más
occidental, el enclave de Kaliningrado, y la más oriental,
Yekaterimburgo, es de unos 2.000 kilómetros.
Para hacer más
fácil los desplazamientos, el Gobierno tiene previsto tender líneas
férreas de alta velocidad, tarea en la que podría contar con la ayuda de
otros países con tecnología avanzada en ese terreno, como son Alemania y
España.
Para hacer más compacto el torneo, la FIFA valora
reducir a una decena el número de sedes mundialistas rusas, como en
Sudáfrica, aunque es verdad que Moscú concurrirá con dos estadios:
Luzhnikí y Spartak.
Al respecto, el ministro de Deportes de
Rusia, Vitali Mutkó, aseguró esta semana que el Mundial podría
disputarse dentro de cuatro años en sólo diez estadios, dos menos de los
escogidos por el comité organizador.
No obstante, todo
dependerá del trabajo que realicen las ciudades elegidas y del legado
que presenten al Kremlin y a la FIFA, aunque está claro que algunas
tienen su puesto garantizado: Moscú, San Petersburgo, Sochi y Kazán.
En cuanto a las temperaturas, el problema que podría obligar a la
FIFA a trasladar el Mundial de Catar al invierno, Rusia asegura que su
torneo no dejará frío a nadie, ya que la nieve es cosa del general
invierno.
El verano en este país es corto y las temperaturas
en junio pueden descender en ciertas regiones por debajo de los diez
grados, pero con la excepción de Yekaterimburgo, en los estadios
elegidos no hará ni frío ni calor.
En cuanto a la afición
rusa, uno de los aspectos que más preocupan a la prensa occidental por
los brotes racistas, las autoridades han prometido colaborar con los
clubes para garantizar una hospitalidad a toda prueba.
Tras la
mala actuación de la selección nacional en Brasil, en la que los rusos
no lograron clasificarse para la segunda fase en un grupo que incluía a
Bélgica, Corea del Sur y Argelia, ha cundido el desánimo entre los
seguidores.
No obstante, el italiano Fabio Capello fue
contratado para clasificar al equipo para su segundo Mundial, algo que
hizo por delante de la Portugal de Cristiano Ronaldo, e instruir a una
nueva generación de futbolistas con vistas a 2018.
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