Observar a Rusia con una mirada neutra, no
agresiva, "sin kaláshnikov", es el objetivo del periodista español
Daniel Utrilla en su primer libro, una crónica-guía sentimental del
Moscú de Putin cargada de recuerdos, personajes imposibles y humor.
"Si lo tuviera que definir, se trata de la búsqueda de las raíces
sentimentales de una obsesión por Rusia", dice a Efe Utrilla (Madrid,
1976) acerca de "A Moscú sin kaláshnikov" (Ed. Libros del KO), que acaba
de publicar en España.
El título viene a ser "sin
agresividad, esa agresividad con la que el periodista occidental ve a
Rusia" y esa prepotencia con que se ha visto al país desde 1917, afirma
Utrilla, y sabe de lo que habla, no en vano fue corresponsal en Rusia
del diario El Mundo durante once años, hasta que en 2011 decidió dar
otro rumbo a su vida.
Su particular obsesión por Rusia comenzó
a sus 13 años, cuando "todo lo que nos llegaba de Rusia, en el cine,
etc., era negativo", desde la rusofobia más burda de películas como
"Rocky" hasta formas más sutiles de demonización, como "Ninotchka" de
Greta Garbo.
"A mí me fascinaba esa perfidia de los rusos",
afirma Daniel, que finalmente escribió el libro en primera persona y
partiendo de esa tierna edad.
Para lograr esa mirada amable
hacia Rusia "he intentado que sea un libro más antropológico que
político, porque la política es caduca y lo corrompe todo", asegura el
escritor, afincado en Moscú.
Utrilla utiliza a los grandes
escritores rusos como guía a lo largo de su libro, sobre todo León
Tolstoi y Vladímir Nabokov, "porque la literatura rusa responde a
preguntas y dudas universales", señala.
Intenta no ver el lado
dramático de las cosas -"en ese sentido, soy más tolstosiano que
dovstoyevskiano", afirma- y de ahí las altas dosis de humor, a veces
basado en el absurdo de la realidad, que desgrana página a página.
"Y es que, como don Quijote, en Rusia soy derrotado todo el rato por
la realidad. Al final te das cuenta de que eres tú el intruso, y te ríes
de ti mismo. Tú no puedes imponerles a ellos tu criterio. Y el humor
surge del choque cultural", añade.
Esa realidad viene
aderezada y va cristalizando con una galería de personajes increíbles,
algunos extremadamente "frikis" que fue a entrevistar para su periódico a
lo largo de más de una década de corresponsal.
Por ello, el
subtítulo del libro habla de una crónica "envuelta en papel de
periódico", pero Utrilla considera que "el mérito de los personajes no
es mío, es de Rusia".
Personajes como el embalsamador de
Lenin, el cosmonauta Serguéi Krikialov, a quien la desintegración de la
Unión Soviética sorprendió en el espacio, o un ufólogo que decía haber
encontrado los restos de la nave extraterrestre que, según su teoría,
salvó a la humanidad al desintegrar un meteorito que iba a impactar en
Siberia.
También Vladímir Gólod, un empresario que plantaba
por toda Rusia estilizadas pirámides de unos 20 metros de altura a modo
de antenas inmunológicas "que crean un equilibrio entre el hombre y los
microorganismos".
Y el sexólogo Igor Kniazkin, guardián del pene embalsamado de Rasputin, "tumefacto, verdusco y portentoso".
De él dice Utrilla en su libro, "pocas veces me he sentido tan
impotente ante la embestida del absurdo ruso como aquella tarde de
contornos irreales de julio de 2004 que me enfrenté, cara a cara, como
en un cuento kafkiano, con el monstruoso pene embalsamado de Rasputin,
una estalactita gomosa protegida a cal y canto".
Pero el libro
también certifica para Daniel Utrilla "la muerte de una manera de hacer
periodismo", aquel periodismo sosegado y de análisis frente a las
prisas y las exigencias del periodismo digital.
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