La oposición mantuvo hoy el pulso con el
Gobierno de Ucrania en las calles de Kiev, donde miles de manifestantes
siguen en la Plaza de la Independencia y dentro o cerca de edificios
oficiales, mientras continúan las exigencias de dimisión del presidente
Víctor Yanukóvich, de viaje en China.
Desde primeras horas de
la mañana, cientos de opositores bloquearon la entrada principal de la
sede del Gobierno ucraniano, pero sin aislar completamente el edificio.
Por primera vez en lo que va de semana, el primer ministro, Nikolái
Azárov, y los miembros de su Gabinete pudieron acceder a las oficinas
del Gobierno gracias un corredor formado por la policía antidisturbios,
que impidió a los opositores bloquear totalmente, como en los días
anteriores, el complejo gubernamental.
Allí, Azárov hizo un
llamamiento a frenar la escalada de tensión en el país y aseguró que su
Gobierno no tolerará un "desarrollo catastrófico de la situación".
"El motivo de las protestas ya no existe", subrayó Azárov, recordando
que el Gobierno cuenta con la confianza del Parlamento, que ayer
rechazó una moción de censura.
Mientras tenía lugar la reunión
del Gabinete, en el edificio de la Rada Suprema (Legislativo), la
sesión parlamentaria tuvo que ser suspendida por su presidente a los dos
minutos de comenzar, ya que los diputados opositores bloquearon la
tribuna.
"Seguiremos bloqueando el Legislativo hasta que se
cumplan nuestras exigencias", afirmó el líder del bloque opositor
"Batkivschina" (Patria), Arseni Yatseniuk.
"Nuestras dos
exigencias clave son la dimisión del Gobierno y el fin de las
persecuciones políticas, así como la liberación de Yulia Timoshenko",
dijo el líder parlamentario del partido que encabeza la encarcelada
exprimera ministra.
En el exterior del edificio se
manifestaban hoy cientos de seguidores del presidente Yanukóvich,
separados de los activistas opositores por un cordón policial.
"Llevan allí a la gente en autobuses. Les pagan 200 grivnas por noche,
que es mucho dinero en Ucrania", dijo sobre esta manifestación
oficialista a Efe Igor, un joven llegado a Kiev desde otra región y que
fue uno de los desalojados violentamente de la Plaza de la Independencia
la madrugada del sábado pasado.
"La paliza que nos dieron los
"Berkut" (fuerzas antidisturbios) fue una prueba de cómo el Gobierno de
Ucrania y el presidente ven el futuro del país", observó el joven.
"Le pregunté a un policía qué estaba haciendo y me dijo: 'Corred,
chicos'. Acto seguido me lanzó fuera de la fila que habíamos formado. Y
al compañero que estaba a mi lado le dio un cabezazo con el casco y le
partió la cara", relató.
"Por eso estamos ahora aquí, en el
Maidán, en la plaza, en este campamento organizado, donde hacemos
guardias, repartimos comida y participamos en distintas acciones. No nos
iremos de aquí hasta conseguir nuestros objetivos", prometió.
Por cuarto día consecutivo, desde la gran manifestación del domingo
pasado, la icónica Plaza de la Independencia -escenario en 2004 de la
Revolución Naranja- así como el Ayuntamiento y la Casa de los Sindicatos
siguen tomados por manifestantes, que se han instalado y montado
campamentos.
Hoy, unos 3.000 manifestantes marcharon hasta la
sede del Ministerio del Interior, siguiendo la consigna del movimiento
opositor "Svoboda" (Libertad) de formar piquetes en otros puntos
neurálgicos, aunque el propio organismo informó de que "no se han
registrado violaciones del orden público".
El alcalde de Kiev,
Alexander Popov, que tiene su oficina tomada por activistas, dijo hoy
que no se plantea utilizar la fuerza para sacar del edificio a los
manifestantes que acampan allí desde el domingo y lo han convertido en
"cuartel general".
"Estoy totalmente convencido, y voy a hacer
todo para que de ninguna manera haya un conflicto con uso de la fuerza
en la cuestión de la liberación del edificio", dijo Popov a los
periodistas.
Los opositores ucranianos no piensan cejar en su
empeño de cambiar el régimen de Yanukóvich, después de que rompiera sus
sueños de acercarles a la UE por el rechazo a firmar un acuerdo de
asociación.
Mikola Ivánovich, un ucraniano de Lvov, de unos 50
años, dijo a Efe que en el Euromaidán "hay mucha gente de Ucrania
Occidental. Hemos venido por nuestros hijos y por la integración
europea. Cuando pegaron a nuestros hijos, en la madrugada del sábado,
nadie en su sano juicio pudo tolerarlo más".
"Hemos venido
para que nuestros nietos vivan en un país europeo, donde no haya
corrupción y los gobiernos cuiden de su pueblo. Ya no podemos más.
Tenemos que demostrar que somos una nación, un pueblo", subrayó.
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