Kiev, corazón del multitudinario movimiento
de protesta, aparentemente civil y espontáneo, que ha surgido tras la
negativa del Gobierno ucraniano a firmar el Acuerdo de Asociación con la
Unión Europea, es también y sobre todo capital de un país dividido.
Capital fundacional del primer estado ruso (Rus de Kiev) desde
finales del siglo X y hasta mediados del XIII, es un tomo ineludible en
la historia de Rusia, pero también lo es para una Ucrania independiente
que quiere olvidar el papel de "hermano menor" de Moscú con el que tuvo
que conformarse durante mucho tiempo.
En los últimos mil años,
fue parte de Rusia durante al menos 600 años, y hasta el día de hoy, el
ruso es la lengua predominante para la mayoría de sus tres millones de
habitantes.
Ciudad bilingüe como pocas en Ucrania, Kiev
tampoco encaja bien en la imaginaria línea que divide el país entre las
regiones del centro y oeste, feudos del nacionalismo ucraniano que se ha
situado en la vanguardia de la lucha contra el presidente Víctor
Yanukóvich, y los territorios rusohablantes, aunque no necesariamente
prorrusos, del este y el sur.
Un taxi avanza por las calles de
Kiev hacia la Plaza de la Independencia, donde miles de personas
llegadas de toda Ucrania han desplegado un inmenso campamento para
exigir la convocatoria de elecciones anticipadas de las que esperan que
salga un gobierno que de la espalda a Rusia para volver la mirada hacia
Europa.
"Las últimas elecciones al Ayuntamiento de Kiev han
sido amañadas. Nadie en Kiev está con Yanukóvich. Todos queremos
integrarnos en Europa", dice Vasili, el taxista que asegura que ya ni
siquiera en el sur del país están por aliarse con Rusia.
La
emisora de radio que suena en el coche concluye con un corto boletín de
noticias en ucraniano y pasa a la publicidad: a dos anuncios en
ucraniano les siguen otros dos en ruso, mientras Vasili llama a su novia
para decirle, en un perfecto ruso, que llegará tarde a casa.
El ruso se escucha por toda la ciudad: en hoteles, supermercados,
peluquerías, incluso en las tiendas del gran centro comercial
subterráneo bajo la Plaza de la Independencia.
Pero en el
"Euromaidán", como ya se conoce la protesta y la plaza (maidán es plaza
en ucraniano) tomada por miles de ciudadanos que claman contra
Yanukóvich, se habla ucraniano.
Kiev, situada en el norte de
la franja central de Ucrania a poco más de 200 kilómetros de la frontera
con Rusia, habla ruso pero no por eso, como recalcan muchos de sus
habitantes, quiere lanzarse en los brazos de Moscú.
No son
pocos, sin embargo, los que observan que la mayoría de los manifestantes
que han instalado tiendas de campaña en el centro de su ciudad proceden
de otras regiones del país, y se preguntan por quién paga los
desplazamientos, el ininterrumpido reparto de comida, mantas y ropa de
abrigo en el campamento del "Euromaidán".
"Les pagan 100
grivnas (unos 9 euros) al día para que estén allí, con el frío que hace.
Y la comida ya la tienen servida. Son casi todos jóvenes que no tienen
trabajo y pueden permitirse estar aquí", dice el conserje de un hotel
situado a menos de cien metros de la Plaza de la Independencia.
Ya en el "Euromaidán", un joven que se llama Igor y que más tarde
dirigirá un mitin frente a la Fiscalía General de Ucrania, asegura que
es el Partido de las Regiones el que ha traído a gente del este de
Ucrania para que apoyen a Yanukóvich en una manifestación alternativa.
"Quiero decir a todo el mundo que las autoridades han traído a gente
de otras regiones y les pagan 200 grivnas (18 euros) al día para que se
manifiesten a favor de Yanukóvich. Nosotros sí que estamos aquí por
nuestras ideas y no por dinero", dijo Igor, líder regional de la
formación Alianza Democrática.
Ucrania exhibe estos días su
división en Kiev en una nueva batalla política que de momento ganan por
goleada los europeístas, capaces de desplazar y sacar a cientos de miles
de personas a las calles de la capital.
Poco puede hacer para
remediarlo la débil propaganda oficialista ucraniana, que ha abierto
una investigación por acciones dirigidas a la toma ilegal del poder
después de que la oposición iniciara este domingo el bloqueo de los
principales edificios oficiales de Kiev.
Menos influencia aún
tienen en los acontecimientos los gobernantes y los medios de
comunicación rusos, que han denunciado una y otra vez que las protestas
son financiadas desde el exterior en un intento de apartar a Ucrania de
Rusia y hacerse con su mercado interno.
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