El Teatro Bolshói ha sumado una nueva muesca
a su interminable retahíla de escándalos con las acusaciones de
extorsión de una bailarina estadounidense que dejan en mal lugar al
director del ballet, Serguéi Filin, convaleciente tras ser atacado con
ácido.
"Me enteré de que debía pagar 10.000 dólares (7.400
euros) por una variación (un solo), por participar en un espectáculo e
interpretar un papel", dijo Joy Womack, estadounidense de 18 años, al
diario Izvestia.
Womack, la primera bailarina norteamericana
en firmar un contrato con el Bolshói, conoció esa cifra cuando Filin ya
había regresado al teatro tras someterse en Alemania a innumerables
operaciones quirúrgicas para recuperar la vista después del brutal
ataque.
"Me decían: 'Joy, tú no tienes patrocinador, debes
tener a alguien que pueda defender tus intereses, que ahora en nuestro
teatro de otra forma es imposible'", asegura.
La
norteamericana, que soñaba con ser la primera bailarina de EE.UU. en
triunfar en la catedral mundial del ballet, no quiso desvelar el nombre
de la persona que le mencionó la tarifa para poder bailar un solo, "ya
que lo respeto mucho".
"Una de las profesoras casi se echa a
llorar y me dijo que nunca había visto una chica con tanto talento a la
que no le dejaran bailar. Me aconsejó ir a otra compañía para no sufrir
más", señaló.
Womack, que siguió su consejo, abandonó el
Bolshói y, según la prensa, ya ha firmado un contrato con la compañía de
ballet del Kremlin, acudió a Filin para que le diera una oportunidad,
pero éste dijo que debía esperar.
"Míreme, aunque sea una sola
vez, y verá de lo mucho que soy capaz, verá que se me puede sacar al
escenario. Él me contestó: 'No, ya lo sé todo. No me importa que hayas
estudiado en una academia moscovita. Piensa por ti misma, tienes que ser
más pícara'", comentó.
La respuesta no se ha hecho esperar, y
la abogada de Filin, Tatiana Stukalova, adelantó que se plantea
presentar una querella en virtud del artículo 152 (defensa del honor).
"Si hay fundamento para la demanda y mi cliente así lo desea,
entonces acudiremos a los tribunales. En el artículo, hay muchas frases
sacadas de contexto. Artículos como este justifican el crimen y se ponen
del lado de los criminales", dijo la abogada, quien agregó que las
afirmaciones de Womack no son ciertas.
Precisamente, Filin
aseguró la pasada semana al prestar testimonio contra Pável
Dmitrichenko, el bailarín que supuestamente organizó el ataque con ácido
en diciembre de 2012, que le habían intentado sobornar a cambio de
otorgar papeles, pero que siempre los había rechazado.
Por su
parte, el nuevo director del Bolshói, Vladímir Urin, recomendó a Womack
dirigirse a los órganos de seguridad pertinentes para denunciar lo que
calificó de "acusaciones de corrupción contra miembros del ballet".
"Si los hechos son confirmados legalmente, los culpables deben
recibir el correspondiente castigo. Si fuera necesario la dirección del
teatro Bolshói estaría dispuesta a colaborar con los órganos de
seguridad en la investigación de las circunstancias del caso", dijo.
Al respecto, Womack, que se trasladó a Moscú a los 15 años por su
cuesta y riesgo para estudiar en la Academia del Bolshói, aseguró a
Izvestia que no tiene intención de recurrir a la policía o a la
Justicia.
"Quiero olvidar todo esto como si se tratara una pesadilla", afirmó.
Mientras, tanto su profesora, Marina Kondratieva, como la solista del
Bolshói, Anna Rebetskaya, pusieron en duda las cualidades de la
norteamericana como bailarina de primer nivel.
"Viene de otra
escuela. Así lo dicen los profesores, y yo misma aclaré este asunto.
Recuerda muy mal los movimientos. Le lleva mucho tiempo aprenderlos. Y
como el repertorio del Bolshói es grande, le fue difícil", dijo
Kondratieva.
En su opinión, Womack tenía delirios de grandeza y
aspiraba a convertirse en solista muy pronto, pero la regla en el
Bolshói es que antes de hacer solos las jóvenes deben forjarse, aunque
la norteamericana asegura que ni siquiera llegó a formar parte del
cuerpo de ballet, antesala del estrellato.
Las acusaciones de
Womack también señalan a los asistentes de Filin por la manipulación de
su salario en virtud del nuevo contrato como solista firmado en
septiembre pasado, los pagos bajo mesa y las actuaciones sin remunerar.
Según la bailarina, el Bolshói le habría quitado un 30 por ciento de
sus honorarios en concepto de impuestos sin asignarle el número
individual fiscal, tal y como señala la legislación laboral rusa.
Al respecto, Urin aseguró que la estadounidense no llegó a demostrar
que residía fiscalmente en EE.UU., así que el teatro le retuvo el 30 por
ciento, según las agencias locales.
"Es evidente que
artísticamente (a Womack) no le fue bien en el teatro Bolshói y decidió
marcharse a otra compañía de ballet rusa. Espero que allí consiga
demostrar su talento más que con nosotros", sentenció.
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