Poseedora de ingentes riquezas de
hidrocarburos y otras materias primas, Rusia también se ve en la
necesidad de apretarse el cinturón para reducir su déficit y cuadrar sus
cuentas, afectadas tanto por las turbulencias internacionales como por
sus problemas internos.
La próxima semana, el Gobierno de
Rusia determinará el volumen y la estructura de los recortes de los
gastos presupuestarios para el trienio 2014-2016, que el Ministerio de
Finanzas ha propuesto cifrar en al menos el cinco por ciento.
"Habrá que reducir los gastos en no menos del cinco por ciento en todas
las partidas, a excepción de las protegidas", dijo el primer ministro
ruso, Dmitri Medvédev, al darle su visto bueno a la propuesta en la
reunión que celebró el Gobierno el pasado jueves.
Las partidas
protegidas, que no pueden ser alteradas durante el ejercicio del
presupuesto, son precisadas anualmente por el Gobierno, e incluyen
tradicionalmente el pago de pensiones y salarios a los empleados
públicos, entre otras.
El ministro de Economía, Alexéi
Uliukáyev, declaró que los recortes presupuestarios serán de entre el 5 y
el 10 por ciento y subrayó la necesidad de establecer un orden de
prioridades que no afecte mayormente a las inversiones.
"Cuando hay que hacerlo (recortar gastos) de manera rápida, los
principales administradores de recursos presupuestarios siempre castigan
la inversión, y no el gasto corriente", dijo Uliukáyev en la reunión
gubernamental.
Agregó que este enfoque influye inevitablemente de manera negativa en el crecimiento de la economía.
Las perspectivas en este ámbito no son muy halagüeñas para Rusia:
recientemente Economía redujo sus previsiones del crecimiento del
producto interior bruto (PIB) del país para este año del 2,4 al 1,8 por
ciento, aunque algunos expertos dudan incluso de que éste llegue al 1,5
por ciento.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha advertido
de que los actuales porcentajes de crecimiento "están por debajo de las
cifras que se necesitan para un desarrollo estable y para resolver los
problemas sociales" que afronta el país.
Las exportaciones de
hidrocarburos, que fueron clave para la recuperación económica de Rusia
en el pasado decenio, ya no son suficientes por sí solas para imprimir
los ritmos de crecimiento necesarios para cumplir los programas
gubernamentales.
Además, los cambios en los mercados de
hidrocarburos, en particular la llamada revolución de gas de esquistos
en Estados Unidos, que le ha permitido a la primera economía mundial
dejar de importar este combustible, amenazan las hasta ahora sólidas
posiciones de Rusia como suministrador de gas a Europa.
Moscú
busca abrir nuevos mercados para su gas en Asia, con China como su
principal destinatario, pero hasta ahora las negociaciones, que se
iniciaron hace varios años, no han llegado a buen puerto debido a las
discrepancias sobre el precio del combustible.
El vecino
oriental, si bien necesita energía, parece no estar dispuesto a
amarrarse con un contrato a 20 o 30 años de plazo cuando aún no se ve
con claridad la magnitud que tendrá el impacto de las nuevas tecnologías
de extracción en el mercados del gas.
Rusia, a su vez, no
emprenderá la construcción de un gasoducto para transportar gas natural
de Siberia a China si no es bajo condiciones que le garanticen la
rentabilidad de las inversiones.
Ante la anunciada renuncia de
la Reserva Federal de Estados Unidos a la estrategia de estímulos
monetarios, los inversores han optado por la cautela en la economías
emergentes, entre las que se encuentra Rusia.
Si en 2012 la
fuga de capitales en Rusia alcanzó la suma de 56.800 millones de
dólares, este año será de 67.000 millones de dólares de acuerdo con las
previsiones del Banco Central ruso
El pronóstico del
Ministerio de Economía es más pesimista: según el número dos de esa
cartera, Andréi Kleplach, la salida de capitales del país en 2013 será
de entre 67.000 y 75.000 millones de dólares.
Pese a su
gigantesco potencial, Rusia no consigue captar inversiones extranjeras
en los volúmenes necesarios para impulsar seriamente su economía.
En 2012, Rusia recibió inversiones extranjeras directas por 18.666
millones de dólares, menos de un tercio de las que captó Brasil, su
socio en el grupo países emergentes BRICS.
La poca
diversificación de su economía, la corrupción -señalada por las
autoridades como uno de los mayores problemas del país-, la situación
política y el estado de las instituciones le restan atractivo a Rusia
como destino de inversiones, y no sólo extrajeras.
En mayo
pasado, tras la crisis financiera en Chipre, Herman Gref, presidente del
mayor banco de Rusia, Sberbank, subrayó la necesidad de crear
mecanismos reguladores que permitan al menos la repatriación de los
capitales rusos.
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