María Románova y su hijo Gueorgui, guardianes
de la herencia que inició en 1613 el zar Mijaíl, reconocen que la
restauración de la monarquía a corto plazo en Rusia es "prematura" y
niegan esa posibilidad si es "contra la voluntad del pueblo".
No obstante, matizó ella, "si nosotros o nuestros legítimos herederos
somos llamados por el pueblo, no renunciaríamos a nuestro juramento ni
abdicaríamos de nuestro deber".
La Gran Duquesa reside en
Madrid, donde nació en 1953, mientras que su hijo Gueorgui, el heredero
del trono de Rusia, trabaja en Bruselas como representante del consorcio
minero ruso Norníkel, según informa la prensa rusa.
Aunque
sea miembro de pleno derecho de la familia imperial rusa, María Románova
no es descendiente directa del último zar, Nicolás II, ya que su abuelo
Kiril I, que asumió el trono en el exilio en 1924, era primo del
monarca ajusticiado por los bolcheviques y nieto de Alejandro II.
Esto da argumentos a otra rama de la familia para negar legitimidad a
las reclamaciones del derecho al trono de la Gran Duquesa, por lo que
crearon la Asociación de la Familia Románov.
Al respecto, la
Casa Imperial insiste en que María Románova no es aspirante al trono,
sino legítima heredera de la jefatura de la dinastía, y así lo han
reconocido las principales monarquías europeas y la Iglesia Ortodoxa
Rusa.
Según la página web de la Casa Imperial, María Románova
considera "profundamente injusto" que se les atribuyan "ambiciones de
poder".
El representante de la Gran Duquesa en Moscú, Alexandr
Zakátov, asegura que los disidentes pertenecen a familias morganáticas
-casados con personas sin sangre real-, por lo que no pueden formar
parte de la Casa Imperial.
María Románova acostumbra a visitar
Rusia con asiduidad por invitación de la Iglesia, gobernadores y
alcaldes, y aunque se ha reunido con el presidente de la Duma o Cámara
de diputados, nunca ha sido recibida oficialmente por el jefe de Estado,
Vladímir Putin.
Los Románov querrían jugar el papel de
institución histórica de consenso en la nueva sociedad rusa, ya que ven
imposible recuperar el trono y respetan la Constitución y el sistema
político adoptado tras la desintegración de la URSS.
Gueorgui
Románov, también nacido en la capital española hace 32 años, estudió en
la Universidad de Oxford y trabajó durante varios años en la Comisión
Europea en el campo de la energía nuclear.
Si Gueorgui,
también hijo del príncipe de Prusia, decide seguir el ejemplo de otras
monarquías, como la española y británica, y se casa con una plebeya, sus
descendientes perderán todo derecho dinástico, según una ley de 1820.
El primer Románov, el Gran Duque Mijaíl, llegó al poder a la
conclusión del llamado Período de los Tumultos (1598-1613), durante el
que Rusia sufrió levantamientos campesinos y cosacos, conspiraciones
palaciegas e invasiones por parte de polacos, suecos y lituanos.
Los Románov -una familia de nobles moscovitas que recibió un
territorio débil, atrasado, aislado del resto de Europa y en estado de
anarquía- supieron convertir a Rusia en un gran imperio euroasiático.
"Durante los 300 años de reinado de los Románov hubo muchos éxitos,
logros y victorias. Hubo también muchos errores y graves pecados. Por
ellos, pedimos perdón al pueblo, en nuestro nombre y el de nuestros
antepasados", asegura María Románova.
Pedro I ha pasado a la
historia como el más grande de los zares rusos, ya que, además de
derrotar a los invasores suecos y turcos y convertir al imperio ruso en
una potencia naval y militar, abrió el país a la influencia civilizadora
de Occidente.
De hecho, a partir de ese momento, casi todas
las esposas de los diferentes zares fueron de origen alemán, influencia
que contribuyó al desarrollo del país, pero también alejó
irremediablemente a los Románov de su pueblo.
La ausencia de
reformas alienó a los intelectuales y a los trabajadores urbanos, y
cuando Alejandro II puso fin a la servidumbre de gleba en 1861, ya era
demasiado tarde.
Veinte años más tarde, el propio zar reformista moría asesinado en un atentado terrorista con bomba.
Tras el fusilamiento en Yekaterimburgo en 1918 del último zar y de
otros 15 miembros de la familia imperial, 43 Románov lograron huir de
los bolcheviques, muchos de ellos en barco desde la península de Crimea
en el mar Negro.
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