"Sí, se puede decir que esto es un divorcio
civilizado", aseguró en la noche del jueves Ludmila Putin, que lleva
casi 30 años casada con el jefe del Kremlin, en el entreacto del ballet
"Esmeralda" en el Gran Palacio del Kremlin.
La comparecencia
de la pareja en la televisión pública contrastó con el secretismo que
caracteriza la vida privada de los políticos en Rusia, pero simplemente
ratificó lo que todo el mundo sospechaba: el presidente y su esposa ya
no viven juntos.
"Lo dijeron ellos mismos. Desde hace algún
tiempo ya no viven juntos. Hace tiempo que se separaron", explicó al día
siguiente Dmitri Peskov, el estoico portavoz del Kremlin, al que la
prensa atosigó a preguntas.
En realidad, Ludmila, de 55 años,
sólo ejerció de primera dama durante los primeros años, ya que con el
paso del tiempo cada vez se hicieron más contadas sus apariciones
públicas.
Sus largas ausencias dispararon los rumores sobre su
estado de salud e incluso la prensa local informó de que Ludmila había
ingresado en un convento y emulado así a otras consortes de la época de
los zares.
Pedro I El Grande, quizás el gobernante más
influyente de la historia de este país, fue el único dirigente ruso que
se divorció mientras estaba en el poder, hace más de trescientos años,
tras lo que se esposa fue recluida en un convento.
Pese a su
visible nerviosismo, Ludmila resumió con claridad las causas de la
crisis matrimonial: "Nuestro matrimonio ha terminado debido a que
prácticamente no nos vemos. Vladímir Vladímirovich (patronímico de
Putin) está totalmente enfrascado en su trabajo".
Ludmila, que
conoció a Putin cuando trabajaba como azafata para una aerolínea
soviética, reconoció en una biografía que no supo que su marido
trabajaba para el KGB hasta un año y medio después de haberse casado.
Y es que Putin, que se ha definido a si mismo como un "esclavo en las
galeras" del poder, recuperó la tradición de los dirigentes soviéticos,
que optaban por ocultar a sus esposas entre las murallas rojas del
Kremlin.
"El presidente trabaja por el país, piensa en el país
y está casado con el país", afirmó Vladímir Slatinov, analista
político, a la agencia oficial RIA-Nóvosti
El último dirigente
soviético, Mijaíl Gorbachov, rompió esa tradición, en gran medida
debido al imponente carisma de su esposa, Raísa, que se granjeó la
admiración muchos soviéticos, pero también no pocas críticas de los
sectores más tradicionalistas.
La prensa amarilla llegó a
informar acerca de una posible relación sentimental entre Putin y la
doble campeona olímpica de gimnasia rítmica y diputada oficialista Alina
Kabáeva, de 30 años y considerada una de las mujeres más bellas de
Rusia.
Consciente de la imperiosa necesidad de una aclaración,
el portavoz de Putin puso los puntos sobre las íes sobre la posible
presencia de otra mujer en la vida del jefe del Estado.
"No es
nada difícil, aun sin ser un experto, ver el horario de trabajo de
Putin, y entender que su vida, lamentablemente, no está de ninguna
manera atada a una relación sentimental", dijo a la emisora de radio
"Eco de Moscú".
Su vida, agregó Peskov, "está atada sólo a sus obligaciones, a las responsabilidades que asume como jefe del Estado".
En cuanto a la posibilidad de que el jefe del Kremlin pueda casarse
de nuevo, como hiciera el expresidente francés, Nicolas Sarzkozy, Peskov
aseguró que se tratan de "rumores y chismes".
El Kremlin
también reconoció que el divorcio aún no ha sido formalizado legalmente,
aunque insistió en que la pareja, que tiene dos hijas (María y
Yekaterina), conserva una magnífica relación personal.
Hasta
uno de sus mayores críticos y dirigente de la oposición no
parlamentaria, Borís Nemtsov, reconoció que Putin había actuado con
honestidad al anunciar su divorcio.
Putin, de 60 años, es un
creyente confeso que ha contribuido a la defensa de los valores
familiares y a aumentar la influencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, por
lo que su decisión de divorciarse podría sentar mal a los sectores más
conservadores.
Según una encuesta, un 71 por ciento de los
rusos considera que la pareja presidencial tiene todo el derecho a
divorciarse como el resto de los mortales.
Mientras, un 20 por
ciento opina todo lo contrario y manifestó abiertamente su desacuerdo
con frases como "El divorcio es inaceptable" o "Es un mal ejemplo".
Sea como sea, los analistas creen que los rusos se solidarizarán con
Putin, ya que el divorcio es una práctica muy habitual en este país, y
más que perjudicar, aumentará su popularidad, ya que humanizará al
presidente a ojos de sus conciudadanos.
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