Los adolescentes, que se ganan la solidaridad
de la sociedad en la película y la admiración del espectador en los
cines pese a tomarse la justicia por su mano, tienen 12-14 años, el
tiempo que lleva en el poder el líder ruso, Vladímir Putin (1999-2013).
El objetivo de su particular guerra contra el mal son los pedófilos,
los padres que abusan de sus hijos, los militares que maltratan a los
reclutas, los médicos que se niegan a operar a los niños de familias
pobres, los narcotraficantes, etc.
"Es un cuento en el sentido
de que hay buenos y malos. Pero también queríamos hablar de los
problemas que nos preocupan, lo que convierte a la película en una
fábula moral con una fuerte crítica social", aseguró a Efe su director,
Dmitri Astraján.
La cinta, de presupuesto medio, ha calado en
la audiencia precisamente por la crudeza del mensaje y de las imágenes,
en las que el espectador no puede evitar solidarizarse con esos
justicieros, aunque asesinen a diestro y siniestro.
No es
casual que los huérfanos sean los protagonistas, ya que Rusia no ha
podido solucionar ese problema desde que numerosos niños perdieran a sus
padres durante la Segunda Guerra Mundial.
Sólo recientemente
el Kremlin decidió promover la adopción nacional e invertir dinero en la
modernización de los orfanatos, tristemente conocidos por sus pésimas
condiciones de vida y el maltrato a los menores.
El
protagonista, Vania (Iván), que mató a su padre para que no violara a su
hermana, es uno de los cientos de miles de huérfanos sociales, es
decir, a cuyos padres el Estado les retiró la custodia por alcoholismo o
abusos.
Las primeras escenas en la que se puede ver a un
diputado y a otros altos funcionarios intentando llevarse a la cama a
niñas de 6 o 9 años agitan la conciencia del más incrédulo de los
espectadores.
En esta fábula, los malvados reciben su
merecido, ya que antes de que logren consumar su perverso plan son
apuñalados por unos adolescentes con capucha.
"Son ángeles de
la venganza que han venido a castigarnos por nuestros pecados", asegura
el jefe de policía que persigue a los niños.
Pese a que varios
de esos actos son perpetrados a plena luz del día, la policía no logra
convencer a nadie para que declare contra los huérfanos, en una
demostración de la crónica desconfianza de los rusos hacia las fuerzas
del orden.
No hay gestos de rabia u odio en los rostros de los
niños, sólo un profundo sentido de la justicia, los niños cometen los
asesinatos sin aspavientos, sin ensañarse en sus víctimas, tras lo que
regresan a sus estudios y sus partidos de fútbol.
"Aun siendo
asesinos, los niños son el símbolo de la pureza moral. Ellos no se
venden, no comprometen sus valores", aseguró el cineasta, que rodó la
película en Bielorrusia para abaratar costes.
Y es que los
asesinados no son la escoria de la sociedad, sino gente depravada, pero
aceptada por la sociedad como si se tratara de gente decente, en una
dura crítica contra la degradación moral de la Rusia de Putin, más
estable, pero igual de corrupta que antaño.
"Las autoridades
dicen que debe haber orden y disciplina, pero no hacen nada. La película
es una advertencia. Si nos quedamos con los brazos cruzados, puede ser
demasiado tarde", señala el director.
Algunos críticos y
comentaristas han advertido sobre que la película puede animar a los
ciudadanos a tomarse la justicia por su mano ante la inacción de las
autoridades.
"Si ocurre algo no será por culpa de la película.
El arte no tiene influencia directa sobre el comportamiento de la
gente", se defiende Astraján.
El diputado socialdemócrata Iliá
Ponomariov escribió una crítica en la que comparó la visión de la
película con un partido de fútbol por las emociones que causa y propuso
exhibir la película en el Parlamento.
"Es una auténtica
enciclopedia de la Rusia actual", reza la crítica de la revista
"Afisha", que pronosticó que "Niñitos" será un gran éxito de descargas
en internet, dada la renuencia de algunos cines a proyectar la cinta.
Al final y esa es la moraleja de esta fábula, los "niñitos" caen en
una trampa y son rodeados por la policía, pero cientos de niños
encapuchados acuden en su ayuda y se interponen en su camino armados con
cuchillos, emotiva y espeluznante escena que cierra la película.
"El único efecto especial es que casi toda la gente llora al ver la
película. Aún se puede sorprender al mundo sin hacer cine americano",
sentencia Astraján.
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