Muchos de ellos enviaron sus fondos a Chipre
pues a sus bajos impuestos y altos intereses añadía la existencia de un
tratado contra la doble imposición firmado con Moscú en 1982, lo que lo
convertía en una base perfecta para hacer negocios a salvo de posibles
reclamaciones de las autoridades rusas.
En torno al aeropuerto
de Lárnaca multitud de carteles anuncian vidas de lujo y oportunidades
de inversión en inglés y en ruso -también comienza a haberlos en chino y
árabe- ya que alrededor de las florecientes empresas rusas se ha
instalado una comunidad de expatriados procedentes de Rusia, que
actualmente suma al menos 10.000 de los 800.000 habitantes de Chipre.
Gulbiakova es jefa de ventas de una agencia de viajes que trabaja
fundamentalmente con rusos residentes en Chipre: "Últimamente nos llaman
muchas familias y piden presupuesto para mudarse de aquí. Pero muchos
están confusos: preguntan, reservan, cancelan, vuelven a reservar".
"Los únicos rusos que llegan ahora a Chipre son aquellos que vienen para llevarse su dinero", asegura.
El Gobierno ruso, aunque terminó por aceptar a regañadientes el plan
del Eurogrupo -que provocará pérdidas de entre el 40 % y el 80 % a los
titulares de cuentas con más de 100.000 euros en el Banco de Chipre y en
el Popular-, aseguró por boca de su primer ministro, Dmitri Medvedev,
que la quita de depósitos es "un robo" y se parece a las "expropiaciones
de los bolcheviques".
Diferentes cálculos apuntan a que
ciudadanos rusos disponen de unos 15.000 millones de euros en cuentas en
Chipre pero no está claro que sea en los bancos que sufrirán la quita;
además, el 40 % de la inversión extranjera procede de Rusia.
Por lo pronto hay sospechas de que parte del gran capital depositado en
los bancos chipriotas -no sólo ruso- podría haber escapado a través
durante el corralito, aunque el Banco Central de Chipre no ha ofrecido
datos.
A pesar de que todos los bancos permanecieron cerrados
durante 13 días, sólo permitiendo retirar un monto limitado de dinero en
los cajeros automáticos, sí se autorizaron transferencias para empresas
con pagos urgentes y para aquellas que justificaron su necesidad por
razones humanitarias y compra de medicinas o combustible.
Además, las sucursales del Banco Popular y la empresa subsidiaria del
Banco de Chipre en Londres y de Uniastrum Bank -perteneciente al grupo
Banco de Chipre- en Moscú, permanecieron abiertas durante el corralito y
no establecieron límites a la retirada de dinero.
Una fuente
aeroportuaria informó a Efe de que durante la primera semana del cierre
bancario, unos 40 aviones privados, en su mayoría rusos, aterrizaron en
el aeropuerto de Lárnaca y volvieron a despegar al cabo de unos días.
Desde Limassol, la ciudad chipriota donde habita la mitad de la
comunidad rusa, un arquitecto explica a Efe que los dos clientes rusos
con los que trabaja su empresa "no han dado señales de vida en dos
semanas".
Y, de hecho, el alcalde de esta localidad, Andreas Jristu, ha expresado temor a que muchas empresas rusas abandonen la isla.
En declaraciones a Efe, el arzobispo de Chipre, Jrisóstomos II,
reconoce que algunos rusos partirán del país, aunque manifiesta su
esperanza de que "bastantes de ellos se queden" y explica que utilizará
sus estrechos lazos con Rusia para buscar apoyo.
Los
chipriotas echan ya cuentas de lo que les costará la huida de sus amigos
de Rusia, como Melania, que regenta un humilde comercio de venta de
comestibles rusos en la parte antigua de Nicosia: champán ruso, galletas
rusas, salami ruso.
Melania es de etnia griega pero nació en
Georgia, cuando este país aún formaba parte de la URSS. Con la caída del
sistema socialista emigró a Grecia y después a Chipre, donde ha vivido
los últimos catorce años.
"El 90 % de nuestros clientes son
rusos que trabajan en grandes empresas. Todos nos dicen que esto que se
les ha hecho es un robo pero que, en cuanto se levanten las
restricciones, se irán con su dinero", afirma.
"Si se van,
nosotros también tendremos que cerrar, porque los chipriotas que entran
aquí, apenas saben qué es lo que vendemos", lamenta.
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