La exposición arranca con "Pintura con
círculo" (1911), de Kandinsky, considerada por algunos autores como la
primera obra completamente abstracta de la historia -título que le
discute una acuarela sin nombre del mismo autor, que podría datar de
1910-, una obra tan pionera que nació rodeada de incomprensión, incluso
por parte de su propio padre.
"Es el primer lienzo abstracto
de Kandinsky, al que no ama porque no lo entiende", explica Michel
Draguet, comisario de la muestra, para quien "cuando vemos de cerca el
cuadro, podemos entender el problema que creaba a Kandinsky".
Tanto fue así, que el autor se deshizo del cuadro, aunque posteriormente
"lo lamentará" una vez se traslade a París, donde pintará una nueva
acuarela para reivindicar a aquella creación vanguardista, explica
Draguet.
La exposición se centra en la década de 1901 a 1922 y
explora los primeros pasos de Kandinsky hacia la abstracción. Y hacia
la revolución bolchevique de octubre de 1917.
Ese cambio se
"respira" en la obra de Kandinsky, que anticipó con la ruptura abstracta
los cambios sociales que se estaban fraguando en Rusia, a juicio del
comisario.
"Su pintura se traduce, rápidamente, en una forma
de resistencia psicológica a los cambios brutales que afectan a la
sociedad rusa", opina Draguet.
Tras la revolución, el autor
pronto se sentirá defraudado al sentir cómo la utopía socialista se
deslizaba hacia un totalitarismo, y cómo los pintores de su generación
habían pasado de ser considerados unos radicales a ser objeto de la
hostilidad de los constructivistas, quienes les consideraban artistas
"anticuados y burgueses".
Kandinsky decidirá entonces
abandonar Rusia y emigrar a Europa occidental, donde continuará
desarrollando su arte abstracto, primero en Alemania y luego en Francia,
donde obtendrá la nacionalidad francesa y morirá en 1944.
La
huella rusa se mantendrá a lo largo de la carrera del autor, según
Eugenia Petrova, responsable del Museo Ruso de San Petersburgo, que
aporta parte de la obras expuestas, que también incluyen cuadros del
Centro Pompidou de París y de colecciones privadas.
"Es
importante explicar las artes folclóricas rusas" para entender al
artista, motivo por el que la exposición recoge también ilustraciones
que reflejan el arte popular del país, firmadas por Ivan Bilibine, y
objetos que representan la tradición rusa, desde iconos religiosos hasta
instrumentos musicales.
La muestra reproduce también
parcialmente una "isba", las casas de madera tradicionales rusas que a
Kandinsky impresionaban profundamente, una puerta de entrada que permite
a los visitantes entrar de lleno, de una manera más física, en la
espiritualidad rusa.
"En sus memorias, contaba que cuando fue a
una de las isbas, vio muchos de los objetos de colores, y entendió cómo
podía llegar a estas pinturas. (...) Son los impulsos para sus
creaciones", afirma Petrova.
Uno de los objetos que más llaman la atención de la muestra es un traje de chamán.
"El chamanismo fue muy importante en la evolución de Kandinsky, su
padre era de Siberia y estaba muy cercano a la cultura chamánica",
explica Petrova.
La mirada rusa que ofrece esta muestra
permite al visitante alejarse del "prisma occidental" con el que se
conoce comúnmente a Kandinsky, para descubrir cómo uno de los mayores
pioneros del arte en el siglo XX fue capaz de conjugar, a un mismo
tiempo, tradición y ruptura.
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