El funcionario municipal cifró en 216
centímetros la nieve caída desde el principio del invierno, cuando la
media en los meses más fríos ronda los 152 centímetros.
Sólo
desde el comienzo del mes de febrero la capital rusa se ha visto
completamente cubierta por un manto de nieve de 36 centímetros.
La nieve es una gran noticia para los niños, que desean sacar el
trineo, pero un dolor de cabeza para los servicios de limpieza, que
tienen que redoblar sus esfuerzos para hacer viables tanto las aceras
como la vía pública.
Los viandantes se las ven y se las desean
para no resbalar, ya que las aceras se han convertido estos días en
auténticas pistas de patinaje.
Otra de las secuelas del exceso
de nieve son los atascos, ya tradicionalmente kilométricos, pero que en
estos días adquieren dimensiones increíbles.
Muchos
moscovitas se ven incluso obligados a dejar sus coches aparcados y
descender al metro, que sufre saturaciones pese a sus más de 300
kilómetros de líneas.
En ocasiones, los propios pasajeros del
transporte público se ven obligados a bajar y empujar, ya que los
microbuses se quedan irremediablemente atascados en la nieve
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