Los abogados de Pukach, quien reconoció que
mató al periodista con un cinturón de manera accidental, cuando
intentaba arrancarle una confesión sobre sus actividades de espionaje,
adelantaron que recurrirán el fallo.
Según el condenado, al
que la Justicia retiró el rango de general, Gongadze supuestamente le
reconoció que recababa información para las embajadas extranjeras con el
fin de lograr un cambio de poder en Ucrania.
Mientras, la
madre del periodista, Lesi Gongadze, se mostró en desacuerdo con el
veredicto, pero no confirmó que vaya a interponer una apelación,
argumentando que no confía en la objetividad de la Justicia ucraniana.
La acusación considera que el tribunal obvió un aspecto fundamental y
es el hecho de que el asesinato del periodista fue encargado por altas
instancias del poder político.
En el marco de la investigación
de este asesinato, la Fiscalía ucraniana llegó a implicar al entonces
presidente ucraniano, Leonid Kuchma, de impartir órdenes ilegales a los
funcionarios del Ministerio del Interior que condujeron a la muerte de
Gongadze.
No obstante, el tribunal de Pechora desestimó la
imputación de Kuchma, que fue acusado por uno de sus guardaespaldas,
Mikola Melnichenko.
Éste difundió unas grabaciones hechas en
el despacho del entonces presidente en las que una voz parecida a la de
Kuchma pedía al ministro del Interior, Yuri Krávchenko, que se
"castigue" al molesto periodista.
Krávchenko, destituido en
2001, se suicidó en marzo de 2005, poco después de ser llamado a
declarar a la Fiscalía, en unas circunstancias extrañas que hicieron
sospechar de que fue un asesinato.
En marzo de 2007, otros
tres policías, "chivos expiatorios", según la madre de Gongadze, fueron
condenados a penas de entre 12 y 13 años por la detención ilegal y el
asesinato premeditado del periodista.
Gongadze, de 35 años,
redactor jefe del periódico electrónico "Ukraínskaya Pravda",
desapareció el 16 de septiembre de 2000 y casi dos meses después su
cadáver decapitado fue hallado en un bosque en las afueras de Kiev.
Este caso es considerado el detonante del malestar popular que precedió a la Revolución Naranja de finales de 2004
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