"KVIR", un oasis impreso para las minorías
sexuales rusas durante la última década, dejó de salir en papel en
diciembre pasado para centrarse en su versión digital.
"Las
presiones eran insoportables, de forma que llegó un momento que ya no
era rentable publicar la revista. De todas formas, saldremos ganando, ya
que en internet aumentaremos nuestra audiencia", señala.
Voloshin cree que es sintomático que la revista apareciera poco después
de que llegara al poder el actual presidente ruso, Vladímir Putin, y que
tenga que dejar de publicarse ahora en el marco del creciente retroceso
en las libertades democráticas en este país.
"Parece que
tendremos que seguir en las catacumbas. Hace poco uno de nuestros
redactores fue agredido en un café simplemente porque alguien se dio
cuenta de que era homosexual. Estuvo dos semanas hospitalizado con una
conmoción cerebral", señala.
Cuanto habla de catacumbas, se
refiere a los clubes y bares en los que se reúnen habitualmente los
miembros de la comunidad homosexual, que son periódicamente objeto de
ataques, en su mayoría por parte de miembros de organizaciones ortodoxas
radicales.
El redactor jefe de "KVIR" cree que los
homosexuales rusos se han visto perjudicados por la irrupción en escena
en 2006 de Nikolái Alexéyev, "activista profesional" que se ha
autoproclamado líder de la comunidad, aún cuando reside en el
extranjero.
Su empecinamiento en convocar marchas de orgullo
gay, "un sacrilegio" para la Iglesia Ortodoxa, ha llamado la atención de
la comunidad internacional, pero también ha encrespado los ánimos de
las autoridades, lo que ha dificultado la vida de los homosexuales.
Voloshin reconoce que Rusia aún no está preparada para la liberación
homosexual, pero recuerda que la primera ministra británica, Margaret
Thatcher, también aprobó en 1988 una ley contra la propaganda homosexual
que fue derogada por los laboristas en 2003.
"En una cuestión
de tiempo. Con internet, en quince años todo será diferente. Con estas
leyes la Duma (cámara de diputados) sólo quiere encubrir otros problemas
acuciantes, como los continuos escándalos de corrupción en la
administración", asegura.
Voloshin vincula también
directamente esta campaña con la creciente influencia de la Iglesia en
la sociedad rusa, como quedó de manifiesto en la condena al grupo punk
Pussy Riot por escenificar una protesta contra Putin en la principal
catedral del país.
El prestigioso politólogo Gleb Pavlovski,
antiguo asesor del Kremlin, cree que la citada ley no cambiará nada, ya
que "los homosexuales nunca tuvieron libertades en este país", pero
otros no son tan optimistas y denuncian "la legalización de la
homofobia".
Los diputados rusos aprobaron la ley sólo en
primera lectura y adelantaron que en los próximos meses precisarán el
concepto de propaganda de la homosexualidad para prohibirla en los
medios de comunicación y en lugares públicos de libre acceso.
En cambio, los activistas creen que es "tarea imposible" acuñar como
concepto legal la propaganda de la homosexualidad y temen que la ley se
interprete de manera tan libre que se prohíba incluso que dos personas
del mismo sexo se besen en público.
"No podré hablar
libremente de este asunto. La ley me reduce a mí y a millones de
homosexuales en Rusia a seres privados del derecho de hasta ir de la
mano o besarse", denunció Yelena Kostiuchenko, periodista y activista
lesbiana.
Amnistía Internacional opina que la ley es "un
ataque a la libertad de expresión" y una violación de las obligaciones
internacionales de Rusia en lo que se refiere a la lucha contra la
discriminación de las minorías, en este caso sexuales.
La
veterana defensora de los derechos humanos Ludmila Alexéyeva cree que
esta "ley medieval", al igual que otras aprobadas por la Duma, es un
burdo intento del Kremlin de granjearse el apoyo de la tradicionalista
sociedad rusa tras las protestas antigubernamentales del pasado año.
Hasta el Departamento de Estado norteamericano expresó su honda
preocupación por la ley, que fue aprobada por primera vez hace casi un
año por la antaño liberal San Petersburgo, ciudad natal de Putin.
Precisamente, la cantante Madonna estuvo a punto de ser la primera
víctima de la ley al defender los derechos homosexuales durante un
concierto el pasado año en la antigua capital imperial, pero la Justicia
rusa rechazó finalmente la demanda en su contra presentada por un grupo
de ortodoxos
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